La cacería

Crítica de Beatriz Molinari - La Voz del Interior

La sospecha que envenena el agua

Es noviembre en un pueblo nórdico. Los hombres se dan un chapuzón en agua helada, rito de la comunidad masculina que detenta fuertes vínculos de confianza, cotidianidad y tradiciones.

Lucas (Mads Mikkelsen) es el maestro del jardín de infantes. Supera el divorcio, pugna por tener más cerca a su hijo Marcus y sostiene el afecto de sus amigos. Un capricho de Klara, la hija de su mejor amigo Theo (Thomas Bo Larsen), cambia el rumbo de su vida, quizás, para siempre.

La cacería trae a los cines locales al danés Thomas Vinterberg, inolvidable realizador de La celebración, partícipe del Dogma que ahora retoma algunas líneas de aquel experimento magnífico que intentó derribar todo artificio frente a la cámara.

Mads Mikkelsen protagoniza el drama rodeado de un elenco excelente. Grandes actrices y actores van mostrando la descomposición de los vínculos entre los habitantes del pueblo; el paso de aquel grupo sin conflictos, al presente de furia, resentimiento y sospecha que arruina el buen recuerdo. Y en el medio están los niños, su fantasía, la interpretación del mundo adulto.

La denuncia contra el maestro toma la forma de una bola de nieve. La difamación y las dudas enrarecen el aire de ese paraíso bello e inhóspito. Vinterberg maneja la luz con destreza. La película transita por claroscuros y penumbras al filo de la visión. Las siluetas de los personajes hablan por sí mismas. Al principio todos quieren besar a Lucas, un hombre manso, reservado y tímido. La cacería pone la fuerza en la alianza indestructible de actor y cámara. Los primeros planos y el clima opresivo actualizan el pacto que en el siglo pasado Ingmar Bergman creó con el espectador. Nada bueno augura un dolor tan profundo. Los rostros son elocuentes, inmensamente tristes o feroces.

Los diálogos atrapan por la profundidad de las miradas. Deslumbra la niña con la maestra; las preguntas incómodas que Klara responde; y cada encuentro difícil de Lucas con sus examigos. El hombre es victimario y víctima cuando el pueblo estrecha filas contra el indeseable. Además del conflicto (el abuso a menores) que estructura la película, Vinterberg propone otros temas, sin censurarse. La relación de los hombres con las armas, la muerte de los animales, la fuerza física enfrentada a la fuerza moral; la idea tranquilizadora de que los niños no mienten, y la violencia con distintas formas y alcances, van anudando la trama.

La cacería plantea el misterio que encierra cada persona ante los ojos de los demás y el valor de la confianza en un contexto que involucra a los niños. Además de la empatía que logra Mikkelsen para el hombre que ha perdido la inocencia por un golpe del destino, el director ofrece un final abierto. Una vez que algo se quebró en la conciencia de héroe y comunidad, el regalo de Lucas a Marcus expone al espectador a nuevos interrogantes.