La cabaña

Crítica de Pablo O. Scholz - Clarín

Remitente: Dios
Un padre que descree de Dios recibe una carta, donde lo invita a encontrarse en la cabaña donde enterraron a su hijita.

Dios está en todas partes, pero a Mack lo atiende en una cabaña. El protagonista (Sam Worthington, sí, el de Avatar) recibe en su buzón una carta sin sobre que se la deja Dios. No hay pisadas en la nieve, y la invitación al hombre que reniega del Supremo es encontrarse en la cabaña donde encontraron el cadáver de su pequeña hijita.

No es La cabaña una película para incrédulos. Tampoco para aquellos que tienen una imagen predeterminada de Dios. Porque en el filme de Stuart Hazeldine Dios es mujer, es negra y la interpreta Octavia Spencer (ganadora de un Oscar por Historias cruzadas).

Adaptación del best seller de William P. Young The Shack en el original, se centra entonces en un hombre descreído que realiza un mágico tour por su conciencia, entabla diálogos con Dios, Jesús y el Espíritu Santo en su búsqueda precisamente espiritual, con muchas preguntas y varias respuestas.

Ver para creer, Mack podrá caminar sobre las aguas y, no menos sorprendente, aprenderá a perdonar al hombre que asesinó a su hijita, la pequeña que llamaba Papá a Dios.

El principal problema con La cabaña es que los diálogos están escritos como si se tratara de un libro de autoayuda. No es la película de tono evangelista, en la que la redención del pecador o de aquel individuo que la pasó mal, consigue salir adelante gracias al amor de Dios, pero en muchos aspectos se le parece. Poco convincente cuando todo lo que trata es realmente trascendente.