La cabaña

Crítica de Héctor Hochman - El rincón del cinéfilo

Muchas preguntas surgen mientras se está visualizando este producto que apunta a un grupo de espectadores cautivos. Algunas pueden resultar demasiado superfluas.
¿Cuál será el motivo que filmes de clara intención religiosa, de bajada de línea sobre la importancia de la fe, denostan para su realización, los elementos más claros del lenguaje cinematográfico, su conjugación o ensamble, montaje, arte (fotografía e iluminación específicamente), diseño de sonido, etc.?
No incluyamos al solemne guión literario, mayormente demasiado infantil y pueril, ni al técnico de manual, menos a los diálogos, estos están al servicio de la intencionalidad del producto.
En este ejemplar de mal cine, hasta podría tener una lectura bastante peligrosa, que se establecería en la delgada línea que intenta instituir entre el perdón y la justificación de determinados actos humanos, que no deberían acceder, en mi opinión, a ninguno de los dos.
¿Tienen alguna significación los nombres elegidos? En cine se dice que nada es casual, tampoco le demos vueltas ya que esto sea cine es una casualidad, pero… El nombre del personaje principal es Mack, Phillips (Sam Worthington), lo cual hace referencia directa a los camiones de fabricación yankee, (hay camiones en la película); Su esposa Nan, podría leerse como un acrónimo de “Not a number” traducción “No es un numero”. En realidad el personaje de Nan (Radha Mitchell) por su poco desarrollo e incidencia nula en la trama del filme no deja de ser un número.
El apellido es Phillips, y esto me hace referencia directa a que todo está iluminado, o que se hizo la luz, o como quiera denominarlo, pero estaríamos entrando de lleno en la película.
Otras preguntas.
¿Porque los personajes se comunican verbalmente entre ellos en espacios abiertos y en soledad, casi susurrando?
Todo lo que transcurre en la tres cuarta parte de la pelicula podría entenderse como un delirio místico postraumático, o un sueño profundo, y no entramos en categoría de interpretación, esto mismo está expresado por uno de los personajes.
En realidad es el narrador de la historia, Willie (Tom McGraw), el mejor amigo del protagonista de la historia, quien nos cuenta que lo conoce desde hace años, su amigo es quien ha tenido una vivencia de estar dos días encerrado con Dios en una cabaña (la imagen muestra la cabaña, claro). Pero cualquier cuento tiene un principio, o debería tenerlo. Después todo cierra en contradicción con la apertura, pero quién se acuerda luego de más de dos horas de sufrimiento.
Nuestro héroe es en realidad un sujeto que a los 12 años de edad sufre en su marco de referencia de la violencia familiar ejercida por el padre, y el único acto afectivo que recibe es el de una vecina que para mitigar su sufrimiento le convida con pastel de manzana. Que tampoco es sin sentido. Sin embargo decide hacer justicia por mano propia en defensa de su madre y de él mismo.
Corte. Títulos.
La vecina después vuelve, la única de ese periodo.
Comienza la historia 30 años después, Mack es padre de familia, todos muy devotos, él no tanto, circulando por el “american way of life”. Tres hijos, Josh (Gage Munroe), el mayor, está con un pie fuera, teniendo sus primeras experiencias con su sexualidad (hetero, claro como Dios manda), Kate (Megan Carpentier) es una adolescente todo dulzura, cercana a Heidi, y Missy (Amelié Eve), la pequeña, es casi un clon de Mafalda en versión yankee clase media.
Todo anda sobre rieles hasta que la tragedia toca la puerta de la familia, el derrumbe que se produce en Mack es inmedible, la culpa se hace presente, el remordimiento no deja en paz. Eso mismo que le sucede a Mack, en Nan es nada. Hasta que una mañana recibe una carta de Dios, invitándolo a la cabaña donde se descubrió la tragedia.
Lo que sucede a partir de aquí es del orden de un voyerismo insoportable, por la complacencia predicadora, evangelizador, en la que nos interna el texto.
Mack se encuentra con una triada, la triada. Papa (Ocatavia Spencer), el nombre con el que la familia Phillips se refería a Dios, Jesús (Avraham Aviv Alush), Sarayu (Sumire Matsubara) algo así como el espíritu santo.
Impasse necesario. El actor que interpreta a Jesús es israelí, de origen semita, y tiene el nombre del primer patriarca judío, (¿no es genial?), el espíritu santo está encarnado por una mujer japonesa de origen mongoloide, (siempre lo supuse masculino, al espíritu santo, digo), Dios es negro y nuestro héroe es caucásico. Las principales razas están representadas en este pastiche. También habrá tiempo para la presentación de la sabiduría, encarnada por la representante latinoamericana Alice Braga (Sophia, ¿si ella es la sabiduría, quien no querría tenerla?, y otra versión pero en masculino de Papa en la piel del actor indoamericano Graham Greene.
Volviendo. En este encuentro, es que Mack será llevado, por la triada de manera alternada o conjunta, a recorrer el camino hacia la redención, la minimización de la culpa y el perdón, como concepto y estilo de vida. Perdonar y perdonarse. ¿?
Pero todo realizado con demasiada alegoría misionera, el problema principal a nivel de estructura narrativa no es lo mencionado sino su impronta infantil.
Tampoco lo son los mal llamados rubros técnicos, planos generales de espacios de una belleza “celestial”, la fotografía de tonos cálidos, empáticos, y la música redundante sobre los mismos cánones terminan en su conjugación con el discurso, abrumando.
Lo cual instala lo que podría denominarse, el “leitmotiv” de la producción, el goce devoto dentro del género dramático.
La selección de actores es impecable, hacen lo que pueden con lo que tienen y/o les marcaría el director debutante, no se les puede pedir otra cosa.
PD: Una intriga personal. La actriz australiana Radha Mitchell que se hiciera conocida para el gran público en “Ultima llamada” (2002) y “Hombre en llamas” (2004), esta siempre igual, no envejece. ¿Habrá hecho un pacto con alguien?