La botera

Crítica de Isabel Croce - La Prensa

Tati vive en la isla Maciel. Una madre ausente y un padre a veces colérico, presionado por las carencias económicas, no le están haciendo nada fácil la vida. Más ahora que se está convirtiendo en adolescente. Y las condiciones sociales en que crece Tati no son las mejores. Sin embargo, a pesar de las dificultades en la escuela, de sus enojos justificados o no, de la falta de comunicación, siempre habrá algo a que aferrarse. La que atiende el comedor, el chico del barrio cobardón pero solidario, y ese otro adolescente que le compró al padre un bote que la ayudará a crecer.

"La botera" revela a una directora sensible, que maneja la historia con soltura y buen ritmo, que no entinta las situaciones y las muestra sin juzgarlas. No es nada fácil seguir el nacimiento de la adolescencia en un lugar de carencias sin melodramatizar o cargar las tintas. Pero la directora Sabrina Blanco, con una intérprete ideal, Nicole Rivadero, sin experiencia como actriz, la convierte en una Tati real, con todos los blancos y negros que puede tener su realidad. En las marcaciones actorales, la joven directora se acerca al neorrealismo italiano con su asombroso manejo de la realidad.

Filme esperanzador, donde un bote puede simbolizar el futuro y un pequeño lápiz de labios o la rústica pintura de unas uñas nada armónicas son pequeñas aspiraciones a la belleza.
Con aproximaciones especialmente a Truffaud ("Los cuatrocientos golpes") y los Dardenne ("Rosetta"), "La botera" revela a un equipo valioso que sintetiza en la escena final que Tati encontró un pequeño camino en su vida y la comprensión del valor de la familia es un sentimiento irreemplazable para iniciar un futuro.