La bella y la bestia

Crítica de Pablo O. Scholz - Clarín

Un cuentito más oscuro

Una versión también con licencias del célebre cuento de hadas, pero más oscuro, lo que no quiere decir mejor.

La Bella y la Bestia era -es- un clásico mucho antes de que Disney hiciera su exitosa película de animación en 1991. Ya se sabe que la empresa del ratoncito adapta a su antojo los relatos, agregando o suprimiendo subtramas, personajes o lo que fuera.

La versión con actores que se estrena hoy, dirigida por Christophe Gans (Pacto de lobos, la terrorífica Silent Hill) es una coproducción francogermana y también se toma sus licencias, pero sigue más de cerca la versión de Jeanine-Marie Leprince de Beaumont que el dibujito ganador de dos Oscars.

Aquí Bella no es hija única, sino que tiene dos hermanas mayores, y papá no es un inventor, sino un mercader rico que se convierte en pobre. Y Bella es la menor de 6 hermanos. Y el asunto de la rosa es un encargo que la bella Bella le pide a su padre, ya que es lo único que no logra crecer en la campiña, donde se mudaron dejando las riquezas de la ciudad. Porque Bella es pobre.

No es pobre esta superproducción (30 millones de euros), con un elenco importante, y la que no se escatiman esfuerzos en la escenografía, los efectos visuales y, también hay que decirlo, cierto morbo y violencia.

Léa Seydoux (Emma en La vida de Adèle, estará en la próxima de Bond) en poco cumple 30 años, así que de joven virginal ya no da. En verdad, a su personaje le pone mucho amor y romanticismo, pero le falta la cuota de carisma imprescindible. Vincent Cassel (Irreversible) es el Príncipe/Bestia, y es otra elección curiosa de casting, porque el ex de Monica Bellucci no suele mostrarse en este tipo de películas ni ser todo candor. André Dussollier es el padre, siempre afiebrado, y el cantábrico Eduardo Noriega, el bandido, en estao más oscura versión del cuento de hadas.