La Bella y la Bestia

Crítica de Santiago García - Leer Cine

AL RESCATE DE LA BESTIA.

Las remakes tienen, en parte merecidamente, mala fama. Búsquedas comerciales sin interés por la obra en sí mismo sumada a la facilidad de tener los derechos de los títulos muchas veces hace que los estudios se lancen a estos proyectos. No es raro que simplemente se revise el catálogo de películas y se elija hacer una remake en base a lo disponible. Pero más allá de las intenciones, las películas deben ser juzgadas por los resultados, por lo que aparece en la pantalla. Y algo que nadie dice de las remakes: Si son malas, pasan al olvido, si son buenas, se ganan su merecida fama. Hay casos muy distintos entre sí, ejemplos que se repiten y excepciones. Pero remakes de clásicos como La bella y la bestia no son moneda corriente. El riesgo artístico era muy grande porque se trata de una película muy famosa, muy prestigiosa y muy querida. Claro que también supo ser un éxito descomunal en teatro en todo el mundo. Si la película de animación de 1991 ya había sido adaptada al musical de Broadway que paseó por muchas ciudades y ahora vuelve en formato con actores, lo cierto es que aquella película tampoco era un guión original. La bella y la bestia es un cuento de hadas francés que ha tenido muchas versiones, aunque la más famosa y que ha sido tomada por el cine es la del siglo XVIII escrita por Jeanne-Marie Leprince de Beaumont. La historia también ha tenido varias versiones cinematográficas y televisivas previas al clásico de Disney, siendo la de Jean Cocteau, de 1946, la más importante de todas. Así que la puerta para aceptar nuevas versiones no estaba cerrada, aun con el alto riesgo que conllevaba meterse con ese título.

El director de la nueva película, Bill Condon, no es un autor particularmente original o poseedor de una gran identidad, una remake dirigida por él era también un misterio. La comparación entre la maravillosa versión de 1991 y su remake –recordando que se trata de musicales- salta desde el comienzo y aunque la comparación no dice absolutamente nada sobre los valores artísticos de un film, es un juego de las diferencias que no podemos evitar hacer. La promesa es que será solo al comienzo de este texto, y no más allá. El prólogo de la nueva versión es largo, suntuoso, espectacular y lo peor de la nueva película. En unos minutos uno puede temer lo peor. Pero en cuanto arranca la primera canción esa angustia se transforma en un instante en euforia. Con los cambios incluso en las canciones, el primer tema hace que el personaje de Belle vuelva a ser tan querible como el del dibujo animado y Emma Watson gana su batalla desde ese momento y hasta el final. Pronto otros personajes, como Gastón, se sumarán a esa fascinación que el film produce. Pero el juego de las diferencias nos puede jugar una mala pasada si nos dejamos engañar por la idealización. Mientras miraba la película imaginaba que todo lo bueno se debía a su parecido con la historia original y que lo que se alejaba me distanciaba. Veía que los objetos encantados eran demasiado absurdos para una película con actores o que la bestia se transformaba demasiado rápido en un ser querible.

Entonces decidí hacer lo que correspondía: volví a ver la versión de 1991. Y allí me llevé una gran sorpresa. La versión de 1991, entre otras cosas el primer film completamente de animación nominado al Oscar a mejor película, no es mejor que su remake. Hay personajes que no funcionan tan bien, momentos demasiado acelerados y, por supuesto, decisiones exclusivamente pensadas para el público infantil. Aun así sigue siendo extraordinaria y muy emocionante. Ambas películas lo son, ambas tienen muchísimos elementos en común, pero ambas merecen que no se les reclame nada en la comparación. Cada una tiene vida propia, merecida vida propia.

Como todo relato universal, La bella y la bestia ha mutado a lo largo de los siglos, aun cuando en el fondo conserve las mismas ideas que anidan en el inconsciente colectivo. Pero las sociedades cambian, las ideas predominantes cambian y hasta el cine, de una década a otra en este último caso, cambia. Belle es una joven que no quiere resignarse a una vida de obligaciones, no acepta el rol normativo del lugar en el que vive y a través de los libros sueña con un mundo mejor. Es libre, inteligente, tiene capacidad inventiva y hasta piensa en un mundo de mayor libertad no solo para ella sino para la siguiente generación de mujeres. Vive con su padre viudo, ambos se quieren y ambos serían capaces de cualquier sacrificio por el otro. De hecho no faltarán pruebas de ello. Antes de conocer a Belle conocimos a la Bestia, un joven superficial y egoísta castigado por sus acciones. Otro joven, Gastón, ama a Belle y quiere casarse con ella. Gastón es el machista por definición, pero muchas otras cosas. Es tan egoísta como la bestia y tiene características que van más allá del machismo. Es narcisista, intolerante, ignorante, agresivo y, solo para darle liviandad cómica al personaje, es un perfecto idiota. Pero no deja de ser siniestro, como demostrará una y otra vez. El representa la opresión de una sociedad que le teme al diferente, a lo desconocido, a lo que no puede explicar. Es el machismo pero también la intolerancia en general.

Aunque más allá de los personajes y las características mencionadas, La bella y la bestia sigue siendo una gran historia de amor. Una historia que muestra que Belle no debe cambiar para encontrar el amor, sino el que debe cambiar es la Bestia. La Bestia se parece a Gastón, pero la Bestia aprende y cambia. Gastón no, Gastón insiste hasta las últimas consecuencias en su maldad. Se podría decir que es la película es más una lección sobre como los hombres deben cambiar que una película sobre la mujer. Bella no acepta a un machista, Belle elige, toma decisiones. Se sacrifica por su padre, educa a otras mujeres, descubre a partir de detalles que la Bestia es buena, aunque es una Bestia. No le repele la masculinidad, sino el machismo. Acepta que la Bestia como bruto, a lo sumo le da alguna solución para que no sea tan bruto. Esos pasos de comedia romántica son muy buenos pero también son reflexiones sobre la pareja hoy.

La película se atreve a un tono un poco más adulto, se aleja del formato infantil, aunque los personajes de los objetos le dan simpatía y ligereza, aun cuando también encierren conflictos. La película, en total coherencia con su discurso central, hace también gala de diversidad étnica y sexual, sin vergüenza y con mucho sentido del humor. El amor es el amor dice la película, más allá de la superficie. ¿Cómo alguien podría festejar un cuento como La bella y la bestia que condena abiertamente los linchamientos y la intolerancia y luego enojarse con la diversidad que el film muestra? Como sea, la película lo hace con gracia y alegría.

Y finalmente, claro, las canciones son espectaculares, algunas ya convertidas en clásicos de la historia del musical cinematográfico, y el despliegue de producción es enorme. Desprejuiciarse y disfrutar es lo mejor que se puede hacer. Y dejar de pensar que todo film pasado fue mejor. A veces lo son, a veces no y a veces, como en este caso, simplemente son una excelente película.