La Bella y la Bestia

Crítica de Rolando Gallego - EscribiendoCine

Revisitando bestias

A la hora de aggiornar el clásico animado de los años noventa de Disney, La Bella y la Bestia (Beauty and the Beast, 2017), busca respetar la propuesta que posicionó a los dibujos como negocio, y además suma en esta oportunidad un logro para el género: Le Fou (Josh Gad), el primer personaje abiertamente gay en la historia de los estudios.

Bill Condon (Mr. Holmes) potencia su predecesora con canciones y diseños visuales que sirven para reinventar el universo creado por Jeanne-Marie Leprince de Beaumont, convocando a un elenco encabezado por Emma Watson, Kevin Kline, Ewan McGregor, Luke Evans, Emma Thompson e Ian McKellen entre otros, para una historia de amor entre una joven y una bestia con un espíritu lúdico y dinámico, clave para encontrar nuevos espectadores.

Bella (Emma Watson), vive en una humilde casa junto a su padre Maurice (Kevin Kline). Arreglándose como pueden para llegar a fin de mes, un día, el déspota Gaston (Luke Evans), quien quiere entablar una relación con la joven, ve como su suerte cambia por las vueltas del destino. Maurice se pierde en el bosque, y termina en un misterioso palacio lúgubre y sombrío habitado por seres particulares. Antes de entrar, corta una rosa del jardín para su hija y es sorprendido por una Bestia con aspecto humano que lo encierra en un calabozo como castigo. Bella, descubre qué pasó con su padre y elige cambiar su lugar en la prisión para que él pueda volver a la aldea y conseguir ayuda para los dos. Pero Gaston le tiende una trampa, y lo hace pasar por loco delante de todos los habitantes del pueblo. Asumiendo además que Bella nunca querrá estar con él sentimentalmente, Gaston prefiere dejarla a merced de su propio destino, aún sabiendo la pasión que posee por ella.

Bill Condon relata toda esta etapa con virtuosismo, privilegiando los paneos y travellings que envuelven a los artistas para lucir el diseño de producción. Luego, en la segunda parte se detiene en la relación de Bella y Bestia a partir de la transformación de ambos. Ya encarcelada y cumpliendo la función casi de sirvienta, Bella comienza a relacionarse con la Bestia de a poco, y también con los habitantes del castillo, una serie de objetos que cobraron vida por un misterioso maleficio que aqueja al hombre monstruo. Sólo al conocer a su verdadero amor, y sellar ese encuentro con un beso, es que Bestia dejará de ser Bestia, mientras que los objetos volverían a ser las personas que solían ser y no los meros útiles animados en que los convirtieron.

El director reposa su mirada en la diferencia de clases, en el esfuerzo del padre de Bella por ofrecerle lo mejor para que ella pueda ser alguien en la vida, y también en el hombre atrapado en el cuerpo de un animal que intenta llevar adelante sus días esperando que el hechizo se termine y encontrar compañía, la que claramente, encontrará en Bella. Todo llevado con simpleza narrativa y con la ideología Disney de ideales, metas y perfección.

El elenco está a la altura de la propuesta, destacándose Emma Watson como una especia de “novicia rebelde” (de hecho hay una escena casi calcada de esa película), ingenua, apasionada por su padre y sus tareas, y que en el encuentro del verdadero amor no sólo podrá liberarse de sus trabas, sino que principalmente, podrá ayudar a una bestia a volver a ser aquel hombre que solía ser y vivir felices por siempre.

La nueva versión intenta incorporar los números musicales, claves en este tipo de relatos de fantasía, de manera natural, para que los amantes del género puedan disfrutar una vez más esta clásica historia, con un guion hábil y entretenido, algunos clichés y estereotipos y mucho gag, llevando a otro plano la transposición de soporte y género en una propuesta totalmente diferente del clásico animado.