La Bella y la Bestia

Crítica de Jessica Johanna - Visión del cine

La Bella y la Bestia, la clásica película de Disney, cobra vida en esta versión dirigida por Bill Condon y protagonizada por Emma Watson.
La historia es conocida, tan antigua como el tiempo. Un príncipe egoísta es castigado con una maldición que lo convierte en una bestia, de la cual sólo podrá ser librado cuando alguien aprenda a amarlo como es. Mientras esta maldición lo aísla del resto del mundo, en una aldea cercana una joven se siente distinta a la gente de su pueblo. Mientras las chicas de su edad buscan esposo, ella mete su nariz en libros. Pero pronto el destino los termina juntando bajo los techos de ese castillo y así van transitando diferentes estados: desde el rechazo hasta el cariño que luego se profesan. En el medio, objetos también víctimas de esta maldición que se tornan parlantes, un pretendiente para Bella, de personalidad tosca, enceguecido por el deseo hacia ella y un pueblo que termina convirtiéndose en enemigo.

Emma Watson supo convertirse en toda una referente para muchas jóvenes, no sólo a través de su papel más famoso: el de Hermione (en la saga de Harry Potter), sino por ella misma, ya que utilizó muchas veces su status de celebridad para alzar la voz sobre temas que le preocupan. En este caso su Bella es mucho más activa que aquella de la versión animada. Por ejemplo: mientras disfruta leer también se permite enseñarles a algunas niñas a hacerlo. Esto, claro, hasta que el pueblo se le ponga en contra, el pueblo que espera de ella lo que de toda mujer allí: que se convierta en esposa y madre, como único destino posible.

Dan Stevens es un actor que, sin haber logrado aún la notoriedad de su compañera, supo posicionarse como alguien talentoso y versátil, tras interpretaciones destacables en productos tan disímiles como la película The Guest o la serie de televisión Downton Abbey. En este caso, aunque se encuentra bajo mucho maquillaje -además de lucir exactamente igual al príncipe de la versión animada-, su Bestia, acá sí con una apariencia distinta, con algo del de la versión de la película de Cocteau, desprende mucha humanidad, aunque a veces sólo sea a través de sus ojos azules.

La Bella y la Bestia es, como casi todas las películas de Disney, un musical. Así, canciones en su mayoría conocidas, con algunas nuevas incorporaciones, se combinan con coreografías y puestas en escena con mucho hincapié en el arte. La icónica escena de la canción “Be your guest” (aquella protagonizada por los elementos que le cantan y le brindan la cena a una Bella todavía no del todo acostumbrada a esta nueva y peculiar situación), también dice presente y sorprende por la calidad. Aunque no es la única donde se logra que ciertos objetos cobren vida, sino que cerca del final hay una escena protagonizada por muchos de ellos que desprende mucha humanidad. Esto es gracias al buen uso de los efectos especiales pero también a un guion que supo darles mucha dimensión a los personajes secundarios (y por supuesto las voces de actores como Ewan McGregor, Ian McKellen, Emma Thompson y Stanley Tucci, entre otros, brindan su aporte).

Los personajes secundarios justamente son de lo mejor que logra este guión escrito por Stephen Chbosky (Las ventajas de ser invisible) y Evan Spiliotopoulos (El cazador y la reina de hielo), ya que le brindan mucho color y corazón al mismo tiempo.

En cuanto a los roles principales, la química entre Watson y Stevens no es de lo mejor pero logran complementarse lo suficiente como para convencernos de que son la Bella y la Bestia. Y es que el guion también se encarga de agregarles a ambos un mayor trasfondo, para entender mejor de dónde vienen. En cambio, Luke Evans y Josh Gad como Gastón y LeFou consiguen ser una de las duplas más interesantes. El primero está fantástico como Gastón, siendo divertido y tonto y luego enceguecido y odiable; Gad como LeFou, además de ser el primer personaje abiertamente gay de Disney (una de las muestras de que la diversidad comienza a ser parte de este universo), es uno de los que mejor presenta su arco de trasformación.

Jacqueline Durran (Anna Karenina, Orgullo y prejuicio) es la encargada del vestuario y presenta a una Bella que le rinde homenaje a su versión animada pero al mismo tiempo la muestra de una manera más cómoda, para que su ropa pueda ser no sólo estética sino también funcional, aunque la decisión de quitarle el corset se le debe a la actriz, en su afán de que su Bella sea más una heroína que una princesa, no una simple víctima del síndrome de Estocolmo. El gran diseño de producción también se destaca, muchas veces pecando de hacer del escenario un protagonista mayor.

Una película que apuesta a lo seguro, a homenajear. Quizás un poco más de riesgo podría haberla llevado por un lado algo más oscuro e intrincado, algo que se acerque un poco a la versión que dirigió Christophe Gans con Lea Seydoux y Vincent Cassel como protagonistas. No obstante funciona y eso es lo que importa.