La Bella y la Bestia

Crítica de Hugo Zapata - Cines Argentinos

Vincent sigue siendo el más grande.
Pasan los años y la Bestia que interpretó Ron Perlman en la serie de televisión de los años ´80 sobresale después de tanto tiempo como la versión más querida y pasional que tuvo este personaje.
La nueva película de La Bella y la Bestia ofrece un espectáculo que logra ser llevadero por el recuerdo nostálgico que nos trae el dibujo animado de 1991, más que por el trabajo que hizo el director Bill Condon (Dreamgirls).
A diferencia de La Cenicienta de Kenneth Branagh, El libro de la selva de Jon Favreau y Mi amigo el dragón, que presentaron enfoques diferentes de los filmes clásicos de Disney, la película de Condon casi es una copia escena por escena de la producción de los ´90 y en la inevitable comparación sale mal parada.
No porque la recreación sea mala, sino que el musical que ofrece es desapasionado y falla en transmitir la magia que tenían los personajes y la historia de amor que brindaba este cuento.
La Bella y la Bestia en realidad nunca fue un relato romántico hasta que el estudio Disney lo distorsionó a nivel popular, pero ese es un tema extenso para otra nota.
Creo que a esta producción le faltó un director más creativo que pudiera evitar la copia burda del film animado y protagonistas que se creyeran sus roles.
Emma Watson tiene un bello rostro y sale muy bien en la pantalla pero es más fría que un iceberg y nunca llega a expresar la simpatía y calidez del personaje original.
En este rol no resultó convincente y su interpretación de Bella es insulsa. Es decir, ella cumple su trabajo con profesionalismo pero no transmite nada. Hay escenas de este film donde Bella se podía lucir más y la actriz interpreta los diálogos como si pidiera una pizza por teléfono.
Dan Stevens hace un trabajo correcto, pero olvidable, como la Bestia y en su caso la recreación del rol se vio afectada por el lamentable uso de los efectos digitales.
Cuesta entender que en una película que tuvo un presupuesto de 160 millones de dólares no consiguieran hacer un trabajo más decente con la animación computada.
Jon Favreau en El libro de la selva hizo una película con un reparto completo de animales digitales y el resultado fue alucinante.
En esta producción el personaje clave que merecía más cuidado no quedó bien. El rostro de la Bestia se ve muy artificial y por momentos termina siendo una distracción.
Al margen de los detalles técnicos, Stevens y Emma Watson no son convincentes en los momentos románticos de la historia.
Aceptamos que Bella se enamora de la Bestia porque así sucedía en la película original, pero en esta versión la relación entre ellos apenas tiene un desarrollo y el amor surge en dos minutos.
Esta producción por momentos parece la filmación de un juego de atracciones de Disney más que una película en serio.
El director Condon ofrece un extenso collage de escenas musicales ruidosas que evocan los momentos clásicos de la historia pero su labor es desapasionada y el espíritu del film animado brilla por su ausencia.
Se puede apreciar un mérito artístico en el diseño de producción, la fotografía y los vestuarios, pero en su integridad La Bella y la Bestia es una película mercenaria sin alma.
Luke Evans y Josh Gad son los únicos miembros del reparto que parecen haberse divertido durante la filmación. Ambos están muy bien en sus roles y al menos te sacan una sonrisa.
Aunque Gastón ahora tiene un perfil menos oscuro Evans lo hizo divertido y el personaje mantuvo su atractivo. LeFou, el clásico secuaz del villano, ahora es gay pero es un detalle intrascendente que sólo puede resultar polémico en una mente obtusa.
Entre las pocas novedades que ofrece este film se incluye una subtrama sobre la madre de Bella que no conduce a nada y nuevas canciones olvidables que quedan muy opacadas frente a los temas más conocidos.
Los fans de esta historia probablemente la van a apreciar más por el cariño hacia los personajes pero eso no la convierte necesariamente en una gran película.
En definitiva, la nueva versión de La Bella y la Bestia no deja de ser un retrato amargo de esta etapa decadente que atraviesa Disney en el cine live action.
Es triste ver que el estudio que alguna vez brindó películas jugadas y creativas como La feria de las tinieblas, El observador del bosque y Tron, hoy vive del refrito de los clásicos de la animación y la explotación de la nostalgia.
Si Walt Disney pudiera ver lo que hicieron con su compañía habría despidos masivos en Hollywood.