La Bella y la Bestia

Crítica de Fernando Sandro - El Espectador Avezado

Un nuevo capítulo se escribe en este plan de Disney por llevar a la acción real varios de sus films animados más memorables. Luego de los resultados no del todo convincentes de Maléfica, la lección fue aprendida con los correctísimos resultados de Cenicienta, El libro de la selva y Mi amigo el dragón.
La fórmula del éxito pareciera ser ¿Para qué cambiar lo que ya está bien? Este axioma queda más al descubierto que nunca en esta adaptación que llega a copiar planos enteros del clásico de 1991 dirigido por Gary Trousdale y Kirk Wise. No, esto no es una relectura del clásico cuento francés (cuya versión más famosa pertenece a Jeanne Marie Leprince de Beaumont), como podíamos decir de la adaptación de 2014 en manos de Christophe Gans; es básica y sencillamente una visión con personas de carne, hueso y CGI del film que a principio de los noventa hizo historia entre otras cosas al ser nominado a los Premios Oscar como mejor película.
¿Si el film original duraba 84 minutos y el nuevo sobrepasa las dos horas, qué es lo que cambió? En primer lugar, habría que decir que incorporaron las escenas que ya se habían incluido en el nuevo corte animado extendido; pero principalmente lo que se incorporan sin más canciones y extensiones de los recordados cuadros musicales.
De todos modos, aunque la historia sea igual, aunque haya planos que se copian… no todo es igual, veinticinco años no pasan en vano. ¿Habrá quién no conozca la historia? Veamos, un príncipe arrogante (Dan Stevens) es maldecido por una hechicera en medio de una gala operística en su mansión. El hombre es convertido en bestia, y los habitantes en objetos; podríamos hacer el chiste de los apellidos, pero, en fin.
El príncipe debe enamorarse y ser recompensado antes de caer el último pétalo de la rosa, o todos quedarán en sus nuevas formas. El tiempo pasa y el relojero Maurice (Kevin Kline) se pierde en el bosque, en medio de una tormenta, y termina siendo capturado por la bestia. Su hija, Bella (Emma Watson) va en su búsqueda y terminará salvando a su padre intercambiando lugares.
Hasta aquí todo es igual, los pequeños cambios vendrán de la mano de los personajes secundarios, - tendrán que verlo por ustedes mismos – y un crecimiento en el desarrollo de Bella que, si se quiere, se adapta mejor a estos tiempos. La Bella y La Bestia 2017 no solo es más humana por tener actores en lugar de animación, intenta que sus personajes posean algo más de carnadura.
No va en detrimento del film de 1991 (difícilmente esta nueva versión llegue a ser el clásico que es esta), simplemente al ser aquel un producto animado, hace que todo sea un poco más caricaturesco, irreal, simple. Las formas de La Bestia parecen más humanas – fíjense en los ojos –, Bella tiene razones más importantes para quedarse en la mansión, los aldeanos tienen más razones para actuar como actúan, y el tratamiento del romance es más paulatino y comprensible.
Son cambios delicados, casi sin notorios, pero que modifican en el conjunto. Bill Condon viene demostrando una gran ductilidad en las puestas desde sus inicios (recordemos la correcta Candyman 2), y aquí tiene un caramelo en sus manos. La Bella y La Bestia se ve inmensa, preciosa, entra por los ojos y conquista.
Es imposible no tararear las canciones, las conocidas y las nuevas, la sonrisa de oreja a oreja se dibuja al instante. Hay humor, hay gracia, y hay verdadera emoción que hasta nos puede llevar a alguna lágrima. En cuanto a las interpretaciones, por favor, repito, por favor, busquen una versión con audio original; el trabajo de voces de actores de la talla de Emma Thompson, Ian McKellen, Ewan McGregor, Stanley Tucci, y Audra McDonald, entre otros, es sencillamente magnífico.
Stevans y Watson tienen química, y esta última se cree a su personaje, lo hace suyo. Luke Evans y Josh Gad como Gaston y LeFou hacen un show aparte muy gracioso. La Bella y La Bestia es otro acierto en elmundo de Disney. A simple vista no aporta nada demasiado nuevo, pero como dijimos al principio, lo que ya está más que bien, no hay que cambiarlo, simplemento adaptarlo.