La barbarie

Crítica de Soledad Colina - CineFreaks

En los potreros se forjan los hombres.

Barbarie: actitud de la persona o grupo que actúan fuera de las normas, en especial de carácter ético, y son salvajes, crueles o faltos de compasión, hacía la vida o dignidad de los demás.

Si leemos esta compleja palabra y comprendemos luego su significado, vamos a poder correctamente (o por lo menos hacer el intento) introducirnos al universo que nos propone el realizador Andrew Sala en su segundo largometraje La barbarie (2023), una muy interesante coproducción franco-argentina. Protagonizada por el joven actor Ignacio Quesada y Marcelo Subiotto, la historia trata acerca de Nacho (Quesada), un chico porteño “bien”, quien tras un misterioso altercado con su madre decide ir a visitar a su padre Marcos (Subiotto) en su casa de campo. Allí se encontrará con un ambiente bastante hostil y que lo recibirá de la manera menos empática. Nacho se siente un extraño, alguien que no es bienvenido y para colmo la relación con su progenitor es distante y hace rato que no es buena. El campo y también quiénes lo habitan en esta ficción se aprecian brutales, violentos. Este particular paraje, tan alejado geográficamente de la civilización, no será un lugar ideal para débiles y Nacho chocará de frente a un nuevo mundo salvaje, misógino y dónde todo el tiempo se cuestiona la orientación sexual. Nada será fácil para este adolescente que va en camino a volverse un hombre, con toda la complejidad que esto conlleva.

La iconografía de La barbarie se acerca a la de un western rural. Para quienes no lo sepan el western es uno de géneros cinematográficos más clásicos y prolíficos. Vivió su época de esplendor en los años 40’ y con el correr del tiempo fue mutando a circunstancias actuales. Pero sus códigos siguen siendo los mismos: la utilización de elementos narrativos y visuales para contar relatos ubicados en escenarios desolados, rodeados de ranchos y caballos. A esta película la podemos ubicar dentro de las características de un western contemporáneo. La inmensidad de un hábitat campestre, que no parece tener final y donde los hombres son machos curtidos. Donde los duelos, en vez de ser a punta de pistolas, serán con rebenques y cuchillos con mangos de cuero en mano, para demostrar quien posee más valor y hombría. Nada más alejado de la cotidianidad de Nacho, joven capitalino de clase media alta, acostumbrado a las luces y ruidos de la gran Ciudad.

El director de origen norteamericano y también realizador de la agreste Pantanal (2014), donde otro personaje, en ese caso un hombre que se escapaba de sus poblemas cotidianos a un alejado paraje: la llanura aluvial llamada El Pantanal, uno de los ecosistemas con mayor riqueza del mundo; se sumerge en La barbarie en un relato donde el poder patriarcal en manos de un severo terrateniente y dueño de las tierras, más exactamente en el papel de Marcos, se enfrentará irremediable a su hijo Ignacio para imponer su ley marcial y única. Barbarie frente a Civilización.

Parte del elenco está integrado por Tamara Rocca, interpretando a Rocío, una joven madre soltera e interés amoroso de Nacho; y Lautaro Souto, como Luis, un rústico peón del campo, hermano mayor de Rocío y que demuestra un notorio desdén por Nacho. El resto de los intérpretes está compuesto tanto por actores profesionales mezclados con amateurs, que logran en conjunto darle un realismo contundente a ciertos tramos del relato. En otros momentos se presiente una violencia latente en el ambiente que como una bomba de relojería en cualquier momento estalla.

En La barbarie solo parece funcionar la ley del más fuerte, del caballero de índole feudal. Pero un giro final, que por obvias razones no develaré, quizás cambie el cauce de las cosas. O no. En los magníficos paisajes que se apreciarán a lo largo del justo metraje (93 minutos) Nacho vivirá su viaje de iniciación a la adultez.

En el maravilloso libro «Facundo o civilización y barbarie en las pampas argentinas» (1845) escrito notablemente por el prócer Domingo Faustino Sarmiento, este reflexionaba sobre un certero concepto: la civilización se asocia con la ciudad y su habitante, mientras la barbarie, por el contrario, con el campo, lo rural y el gaucho. En la película que hoy reseño, se cumplen estos estatutos y mucho más también.