La afinadora de árboles

Crítica de Alejandra Portela - Leedor.com

La afinadora de arboles de Natalia Smirnoff, que se estrenó hace unos días en Buenos Aires, tiene muchas en cosas en común con Rompecabezas, su ópera prima. Casi 10 años distan entre ambas, (entre ambas películas y entre ambas mujeres). Rompecabezas me siguen pareciendo una de las grandes películas del cine argentino de la segunda década del siglo. Muchas cosas pasaron para las mujeres en este tiempo, y aún cuando en el comentario que hicimos de la película que protagonizaba la estupenda María Onetto hablábamos de una preocupación de otros tiempos, en estos, de empoderamiento femenino Paola Barrientos (en bella actuación) ya no es la ama de casa que se somete a esa cotidianidad fatigosa de la que es difícil escapar, sino su Clara, es una mujer escritora-ilustradora exitosa de literatura infantil alrededor de la que gira el funcionamiento familiar. No es esa familia o ese hogar lo que ahoga a Clara sino su propio trabajo, repleto de obligaciones que no tiene ganas de enfrentar o de exigencias editoriales que no entiende y cortan su creatividad.

Smirnoff, como la directora de sutilezas que es, hace de Clara una triunfadora a la que no le alcanza la cáscara hueca del éxito, sino como toda mujer de estos tiempos quiere siempre más. La vuelta al barrio y la historia de adolescente, fuera de la ciudad, implica a esta altura un esfuerzo de toda la familia pero un regreso a cosas prístinas, privadas, sencillas.

También, igual que en Rompecabezas , Smirnoff descansa en una omnipresencia de su protagonista, haciendo suya una enunciación interna a través de la cual el espectador irá construyendo su propia opinión sobre Clara, esta mujer por momentos caprichosa y extremadamente cómoda que está más con ella misma que con los que lo rodean y que termina transformándose por una decisión más interna que externa. En esa decisión hay una nueva idea de arte, no el que se hace dentro de cuatro paredes y en solitario sino el que se hace en colectivo y con la gente.

La afinadora de árboles es una película madura que asimila los tiempos que vivimos, que cumple con lo personal y lo social, y que no se desenfrena ni se colapsa, sino que elige la calma y la felicidad por encima de todo.