La acusación

Crítica de Laura Osti - El Litoral

Una mirada a la India profunda

“La acusación” de Chaitanya Tamhane (Bombay, India, 1987), rodada cuando el director tenía solamente 27 años, ha merecido el premio a mejor ópera prima de la Mostra de Venecia 2014 y ha ganado la Competencia Internacional del último Bafici.
La película toma como eje central el caso de Narayan Kamble, un hombre de 65 años que, luego de haber perdido su trabajo en un molino que cerró sus puertas, se dedicó a dar clases particulares a niños y a la música tradicional, siendo compositor de canciones que interpreta él mismo, junto a otros músicos, en eventos populares.
Narayan es una especie de activista social, quien mediante el arte ofrece una mirada crítica de la realidad por la que atraviesa el pueblo de ese país, con sus conflictos de clase, el desamparo que sufren los más pobres ante un Estado burocrático y siempre al servicio de los más poderosos, la corrupción y las desigualdades. Por este motivo, el gobierno lo persigue y busca motivos para encarcelarlo. El film comienza cuando el hombre es detenido, en medio de un recital convocado en un suburbio de Mumbai, con motivo de conmemorarse un acontecimiento doloroso ocurrido en el barrio.
Narayan es acusado de promover disturbios, pero la querella le endilga particularmente el haber inducido al suicidio a un trabajador del Estado, quien apareció muerto en una alcantarilla subterránea, quien según la policía se suicidó influenciado por una supuesta canción de Narayan, interpretada en dicho evento.
El hombre soporta con estoicismo ése y otros reproches que le hacen durante el juicio, dejando en claro que es un viejo conocido de los tribunales donde ya ha tenido que afrontar procesos y prisiones debidos a su actividad contestataria, que incomoda a las autoridades.
La propuesta de Tamhane consiste en ofrecer al espectador una pintura costumbrista del entorno del personaje principal, desnudando, con una mirada cínica, las contradicciones de la justicia, que no repara en maniobras absurdas, kafkianas, para acosar mediante demandas al cantante y así someterlo a prisión, de donde es rescatado por un abogado que simpatiza con su causa, pero adonde regresa reiteradamente ya que no ceja en sus actividades críticas al orden establecido.
La cámara de Tamhane muestra la pobreza, la inequidad, las diferencias culturales, religiosas, étnicas y de poder adquisitivo de una población compleja, regida por un sistema de leyes que en su mayoría subsisten desde la época en que India estaba bajo el dominio británico. También se detiene en la vida familiar de ambos abogados, el que defiende a Narayan y la fiscal que lleva adelante las acusaciones, mostrando debilidades y miserias de las clases acomodadas, abarcando además otras pinceladas costumbristas que describen un modo de vida un tanto caótico donde coexisten hasta diferentes idiomas.
Para cerrar, finalmente, haciendo lo propio con el juez que tiene a su cargo el caso, descubriendo aspectos de su vida privada y ciertos comportamientos corruptos, y hasta supersticiosos, aprovechándose de su influencia y su lugar de privilegio.
Tamhane no condena, observa, subraya las contradicciones y destila una atmósfera de desencanto, descontento y también desesperanza, en la que los sectores más humildes sufren muchas injusticias y los intelectuales, impotencia.