La Academia de las Musas

Crítica de Diego Papic - La Agenda

Dante y Beatriz en Barcelona

En La academia de las musas, José Luis Guerín vuelve a valerse de elementos del documental, para contar la relación de un profesor con sus alumnas.

Cuando empiezo a dar clases, suelo abrir la charla preguntando “¿qué es el cine?”. Los alumnos en general se sorprenden porque creen que la respuesta es evidente. Después digo: “si yo grabo esta clase con una cámara y la proyecto en una sala, ¿es cine?”. Así empezamos a hablar de montaje, planos, puesta en escena, porque de eso se trata el cine.

La academia de las musas empieza justamente con el registro de una clase. El profesor Raffaele Pinto habla sobre la figura de la musa en la obra de Dante Alighieri ante un auditorio compuesto por mayoría de alumnas mujeres en la Universidad de Barcelona. La cámara de Guerín alterna entre planos del profesor, muy aplomado explicando algo que seguramente ya explicó muchas veces, y sus alumnas. Va descubriendo personajes. La alumna algo inexperta, la que habla en italiano (quizás en un intento de destacarse ante el resto), la feminista, y así el tema de la clase va pasando a invadir lo personal. Debaten sobre la importancia del amor y la cámara pareciera intentar contarnos que no están hablando solo de Dante, sino más bien de ellas.

Esto que podría ser una interpretación algo forzada de esa primera escena (bastante larga, dura más de 7 minutos), a medida que avanza la película se transforma en la interpretación obvia. Si bien estéticamente la película nunca abandona el registro símil documental (desprolijo con la cámara, natural con los diálogos), Guerín introduce elementos que uno imagina que son de ficción: la relación virtual de una alumna con un enamorado a quien no conoce, el matrimonio del profesor que no anda demasiado bien, e incluso la relación de este hombre con sus alumnas, que pronto vemos que va más allá de las clases.

Digo que uno imagina que estos elementos son de ficción, pero esto no significa estrictamente que sean “falsos”. Más allá de que la mujer de Raffaele sea o no su mujer (no quise googlearlo, prefiero no saberlo), más allá de que lo que vemos sea reflejo fiel o no de esa relación, los diálogos que mantiene con ella estan en tensión con las escenas previas o posteriores con todas las reglas de la ficción y de la fábula. Raffaele y su mujer hablan del papel de la mujer en la literatura, y es evidente que no solo están hablando del papel de ella en el matrimonio, sino que además ella está mortificada por la relación que intuye tiene su marido con las alumnas. Tanta cantidad de información, tan compleja y precisa, en apenas un plano de dos personas hablando detrás de un vidrio en el que se reflejan los árboles, solo puede existir gracias al lenguaje cinematográfico al que Guerín maneja a la perfección.

La academia de las musas, entonces, es varias películas. Por un lado, la historia de la relación de un profesor con sus alumnas y el efecto en su matrimonio. Por el otro, en el plano de las ideas, una reflexión acerca del papel de la musa hoy en día, de cómo sería una Beatriz de hoy y cómo la sensibilidad de este siglo entra en conflicto (o no) con esa idea. Pero también, y quizás sobre todo, es una película que nos hace cuestionarnos constantemente de qué hablamos cuando hablamos de cine. Y en eso reside gran parte de su encanto.