La Academia de las Musas

Crítica de Diego Batlle - Otros Cines

Perdido en una sección paralela de la muestra suiza de Locarno, este extraño y fascinante film del realizador catalán fue ganando adeptos hasta convertirse -con su apuesta inicial por un registro observacional que progresivamente va dejándole lugar a lo ficcional- en uno de los títulos más elogiados de los últimos dos años. El director de En construcción y Tren de sombras consigue, así, una película que crece a medida que avanza para transformarse en una absoluta sopresa. Su demorado (pero bienvenido) estreno comercial en cinco salas de Argentina constituye entonces un evento cinéfilo para celebrar.

Los primeros minutos de La academia de las musas hacen pensar lo peor. Guerín filma de manera casi amateur (feos planos, fea luz) unas clases del filólogo italiano Rafaelle Pinto en la Universidad de Barcelona y el intercambio con sus alumnos (mayoría de mujeres) resulta medianamente interesante para quienes no son expertos en la evolución de la lengua y los escritos, en los mitos y las musas.

Pero cuando parecía que Guerin iba a hacer un documental “de taquito”, la película comienza a derivar hacia algo muy diferente. La ficción le va ganando terreno y termina desplazando al supuesto “registro puro”; la intimidad de los personajes arrasa con las poses intelectuales y la comedia cede terreno y el tono se torna bastante más melodramático, denso y desgarrador.

Es que Pinto, un seductor con las palabras, que está casado con una veterana mujer con la que discute a puro cinismo (hilarantes escenas), mantiene de forma paralela intensas relaciones con cada una de sus alumnas/musas. En algunos casos, incluso, realiza con ellas viajes “de estudio” (a Cerdeña, a Nápoles) donde el lenguaje se mixtura con el puro deseo.

Guerin, Pinto y las musas van construyendo un universo cada vez más tenso y contradictorio, lleno de matices, de miserias, de pequeñas rivalidades y celos, de secretos y mentiras, de sueños, fantasías y frustraciones.

Así, lo que parecía un film menor e intrascendente del creador de Innisfree y En la ciudad de Sylvia termina convirtiéndose en una experiencia fascinante, con toques morbosos, cual culebrón televisivo, pero en el ámbito académico. Perdida en la sección Signs of Life del Festival de Locarno de 2015, La academia de las musas se convirtió en una de las auténticas y raras perlas de los últimos tiempos.