Kung Fu Panda 2

Crítica de Ramiro Ortiz - La Voz del Interior

El guerrero supera la adolescencia

Una vara grande para medir una película muy grande. Kung Fu Panda roza varias veces lo grandioso de lo visual, pero no lo lleva tan alto y lo mantiene en ese nivel a su relato. De haberlo logrado, estaríamos hablando de un filme colosal. Por esa pizca de genialidad faltante, es “apenas” enorme, monstruosa, deliciosa.

Habrá tercera parte de Kung Fu Panda , pero para llegar allí hay que transitar por dentro de un imperio con destellos de carnaval chino plagado de personajes, escenarios y situaciones.

El diseño de arte es deslumbrante. Capaz tanto de presentar la historia a la manera de un prólogo dibujado en dos dimensiones replicando la técnica del papel y las aguadas, como de lucir texturas, volúmenes y pigmentos. Asombrosos los efectos logrados con tonos luminosos y fosforescentes.

El argumento desarrolla a varios personajes. En el caso de Po, busca en el dilema del origen que ese oso panda tiene que resolver para poder convertirse en alguien valioso para su gente, y salvarla de caer en las garras de un líder despótico. Interiormente, ofrece al espectador la visión de un proceso de maduración que en el caso de este personaje está relacionada con una reconciliación pendiente con los progenitores.

El guión persigue dos vetas claras. Resalta la importancia de emprender la búsqueda de una paz interior en los individuos. Pone en valor la fuerza de los lazos paterno-filiales que se establecen entre los seres, aún cuando los lazos que los unan no sea sanguíneos, sino de puro amor.

Al final de la proyección, la sobreimpresión de los títulos del filme en la pantalla se prolonga durante varios minutos más de lo normal. El número de contadores y abogados solamente, tal vez ascienda al centenar. Parecen legiones de soldados desfilando ante un emperador, pero son los nombres de los cientos y cientos de personas que trabajaron para que esta película fuera posible. Pese al karate, la confrontación y la disputa por el poder, vestida de gala y humor, sería deseable que sean soldados de la paz. No la paz interior sino la paz mundial. Pero es paradójico, también aquí, que a la paz haya que conquistarla con soldados y armas. Y sospechoso, cuando en el mundo ese argumento se usa para los fines contrarios.