Krampus

Crítica de Alejandro Franco - Arlequin

Un gran casting. Una idea magnífica y subversiva. El visto bueno del estudio para ser tan oscuro como resulte posible. Lástima que todos estos elementos no dan por resultado la obra maestra que todos esperaban sino una película tibia medianamente disfrutable y mínimamente recomendable. La idea de atacar ponzoñosamente a la fiestas navideñas (y, en especial, a todas las edulcoradas preparaciones previas) resulta en una oportunidad desperdiciada en Krampus, el Terror de la Navidad. El director Michael Dougherty (libretista de X2 y Superman Returns) carece de los genes de Tim Burton o Sam Raimi, y no logra anotar marcador cuando la cancha estaba servida para una goleada memorable.
El concepto, en el fondo, es atacar la ñoñería navideña, sopor en cual se sumergen los norteamericanos año tras año con una serie de ritos tan aburridos y repetitivos como insufribles. Quizás sea un tema de la idiosincracia nacional, esa cuestión de caer siempre en los mismos rituales monótonos y glorificarlos como si fueran la esencia de la vida misma. Pasa con las chicas ricas y malas de los secundarios, el deseo ferviente de pertenecer a una estúpida logia universitaria, la glorificación de las cheerleaders y los jugadores de futbol americano, la necesidad indispensable de tener un tema romántico común para la pareja, la estúpida monotonía de comer siempre pavo en el Día de Acción de Gracias... Alguien me dijo hace algún tiempo que la necesidad de atarse a rutinas tiene que ver con una cuestión de inseguridad personal, con lo cual endiosamos rutinas relativamente triviales con el único fin de sentirnos incluidos en el conjunto de la sociedad. La gente cumple rituales estúpidos para no sentirse diferente, y ni siquiera se atreve a cuestionarlos o alterarlos en lo mas mínimo. En el fondo hay algo terriblemente miserable en todo ese mecanicismo, ya que la gente lo cumple de manera masiva y es incapaz de elaborar la posibilidad de festejarlo o cumplirlo de forma diferente. Podés comer otra cosa, podés vivir sin unirte a una fraternidad, o podés pasar una navidad sin armar un estúpido muñeco de nieve. Quizás sea la standarización de la mediocridad, eso de que uno no puede ser menos y que, por lo tanto, debe hacer lo que hacen todos sin cuestionar si es lo correcto o si realmente es divertido. Algo parecido le pasa a los estudios de cine, que vomitan horribles filmes navideños todos los años a la altura de diciembre, esperando ser la nueva Milagro en la Calle 34 (1947). Al menos es de agradecer que Krampus intenta salirse de la vaina, aunque es mucho menos afilada de lo aparenta.

La idea es similar a Mentiroso, Mentiroso (1997): nene desencantado con su familia pide un deseo... y el mismo se cumple, aunque de la manera mas retorcida posible. Acá lo que termina invocando es un ancestral demonio europeo - el cual es real, no un invento del filme, y se le reconoce en tierras germanas como parte de la mitología que rodea a Santa Claus: una figura perversa que castiga a los niños que se han portado mal -, el cual desata el caos en el barrio en donde vive toda esta gente. Al estilo de La Niebla de Stephen King, los tipos deben salir armados para recuperar los suyos, descubriendo que la zona está poblada de demonios, los cuales desean atraparlos para llevárselos al mismísimo infierno. La gracia de esto es que los demonios tienen la forma de juguetes, aunque su apariencia es espantosa: tenemos a un jack in the box (un payaso saltarín que sale de una caja) plagado de dientes y ojos rojos; muñequitos de jengibre canibales; un oso de peluche gigante con aterradores dientes negros; y el Krampus de marras, un demonio encorvado con cuernos enormes, patas de chivo y rostro demoníaco similar a un Santa Claus de pesadilla.

Considerando el casting repleto de comediantes - Adam Scott, David Koechner, Conchata Ferrell - uno supone que esto va por la vena de la comedia negra... lástima que los chistes aparecen salteados aquí y allá, y no son lo que se dice desopilantes. Al menos cuando esta gente se reune y se pone en modo bad ass - pateando traseros de demonios - las cosas funcionan y son entretenidas... sólo que el tono siniestro de la película termina triunfando y cada ataque de los bichos termina con alguien devorado o secuestrado por las criaturas. Hay que reconocer que la aparición de los bichos va de lo bueno a lo impresionante, y debe ser el apartado en donde mejor funciona el filme - el payaso gigante que devora pibes es estremecedor -, pero todo no deja de ser tibio. Digo: como comedia de terror es bastante sosa, y como filme de horror tiene sus momentos pero toda la premisa es demasiado vaga. Al menos la sensación de impredictibilidad inunda el ambiente... pero te da la impresión que ni el libretista sabe muy bien para dónde apuntar. (alerta spoilers) Al menos el final es oscuro y resulta festejable, ya que todos estos tipos detestables terminan en una especie de purgatorio en donde deberán festejar la Navidad por el resto de la eternidad (fin spoilers).

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Krampus, el Terror de la Navidad es recomendable por intentar hacer algo diferente. Las actuaciones son buenas - en especial Koechner, que logra humanizar a un personaje detestable - y tiene sus momentos; el problema es que le falta filo como comedia negra - no es Gremlins, aunque intenta imitarla por momentos - y la premisa es algo vaga. Acá se precisaba otro director, un tipo con menos miedo a ser radical y shockeante, alguien rebosante de humor negro como para atacar la petulancia de los ritos navideños y disparar locura y sangre por todos los poros... lástima que no estaba disponible en el momento adecuado, razón por la cual nos quedó esto, lo cual no deja de ser una gran idea a medio cocinar y carente de los ingredientes adecuados.

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