Kong: La isla calavera

Crítica de Alejandro Franco - Arlequin

El primer universo cinemático de la historia no lo creó Marvel; lo inventó la Toho hace más de cincuenta años. Cuando inventó a Godzilla, creó una metáfora viviente sobre los horrores del bombardeo atómico padecido por los japoneses en Hiroshima y Nagasaki. Después - viendo la masiva respuesta del filme de 1954 - decidió intentar expandirlo de una manera mas light y popular. El segundo intento no fué muy exitoso - Godzilla Raids Again, 1955 -, posiblemente porque las audiencias creyeron que era una traición al espíritu metafórico del monstruo. La Toho tendría que dejar pasar 7 años para volver a intentarlo, esta vez importando a King Kong - obteniendo los derechos de la RKO - y poniéndolo contra la gran G en King Kong versus Godzilla (1962). Ahora sí la fórmula funcionaba, las taquillas explotaron y el género del Kaiju Eiga terminó por establecerse de manera definitiva. En los años siguientes la Toho refinaría la receta de King Kong vs Godzilla y la gran G iría a batallar contra los mas variopintos enemigos inventados para la ocasión, generando una troupe de monstruos muy populares - ya fueran aliados o enemigos del estilo de Rodan, King Ghidorah, Mothra, y un largo etcétera - y de presencia recurrente a lo largo de la longeva franquicia japonesa.
Y mientras el mundo despreció al Kaiju Eiga - tratándolo de una locura barata y juvenil propia de los estudios japoneses -, lo mas gracioso de todo es que, 50 años después, los estudios de Hollywood se arrancaron los ojos para obtener los derechos sobre dichos personajes, desesperados por crear un Universo Cinemático parecido al que Marvel había montado con resonante éxito de crítica y taquilla. Ok, solo el 5% de la población sabrá quién es Rodan, Mothra, Anguiras o King Ghidorah; pero es la figura de Godzilla la que tiene chapa de presentación a nivel mundial sin importar si alguien vió alguna vez alguno de sus filmes originales. Estableciendo una cabecera de playa en el 2014 con el filme de Gareth Edwards, ahora nos llega esta segunda entrega del Monsterverse (como pretenden llamarlo), resucitando a la estrella norteamericana del cine fantástico que resulta ser King Kong, el primer kaiju de la historia del cine.

Desde ya, éste no es el Kong enamoradizo que peleaba contra los aviones en la cima del Empire State y tenía un final trágico; éste es el Kong de la Toho, un luchador callejero que se agarra a las patadas con todos los monstruos que viven en su isla y que se mastica de vez en cuando a un pulpo gigante para sacarse el hambre (en un fantástico guiño al original King Kong vs Godzilla). Todo el misticismo de la leyenda está empaquetado y despojado de cualquier otra profundidad que no sea un simio gigante rompiendo huesos y un grupo de nativos silente que le rinde honores como a un Dios. A final de cuentas este Kong es un defensor del planeta, un héroe pleno de valores ecológicos que aniquilará a aquellos que dañan su medio ambiente con bombas (como ocurre en la fantástica secuencia en donde los expedicionarios se topan por primera vez con él), ayudará a animales indefensos en apuros, e irá a destrozar a los bichos con cara de calavera que diezmaron a su familia y lo convirtieron en el último de su especie. Y tal como los filmes de la Toho, los personajes humanos son un adorno que sirve para traducir al público las acciones del monstruo de turno.

Como suele ocurrir en Hollywood con los argumentos minimalistas, a falta de buenos personajes se suele contratar a actores carismáticos para que irradien una personalidad que el libreto no les da. Acá está Loki, la Capitana Marvel, Nick Fury (y hasta el menospreciado Doctor Doom en un papel menor; debe ser gracioso verse tan seguido en filmes tan diferentes!), pero sólo Samuel L. Jackson destila algo de su maldad marca registrada. Tom Hiddleston es desesperantemente anónimo, pero es mas una falta grave del libreto que del actor; Brie Larson derrocha simpatía y sólo está para humanizar al mono gigante; y, de todo el cast, el único que sobresale es John C. Reilly como el piloto de la Segunda Guerra Mundial que ha quedado varado en la Isla Calavera durante los últimos 30 años, y que conoce al dedillo la fauna y flora que existe en el lugar. Reilly irradia carisma, locura y sentido común al mismo tiempo, tocándole los mejores diálogos del libreto.

Es posible que el gran pecado de Kong: La Isla Calavera sea su intento de contrarrestar las críticas de Godzilla 2014 - que la tildaron de demasiado conversada y corta en cuanto a la presencia del gigantesco héroe -. Acá la acción desborda a cambio de sacrificar el desarrollo de los personajes. A mi juicio Godzilla 2014 era mucho mas equilibrada, tenía mas trasfondo - el lento descubrimiento de los monstruos, las leyendas que lo rodeaban, su comportamiento hasta el gran enfrentamiento - mientras que acá los tipos dicen dos cosas y se la pasan corriendo de un lado al otro. Samuel L. Jackson se enloquece y clama venganza, aún sabiendo que si los helicópteros - con toda la artillería que disponían - no pudieron matar al simio gigante, menos daño le van a hacer diez tipos con metralletas. Es como una versión gigante de Jurassic Park III, menos inteligente y mas pochoclera.

¿Si Kong: La Isla Calavera es buena película?. Es una excelente película de matinée, con un montón de peleas espectaculares y bichos del diseño mas exótico e innovador que se haya visto en estos últimos años. La fotografía es espectacular y, al estar ambientada en 1973 - en los últimos días de la Guerra de Vietnam - depreda con gusto toda la maginería visual de Apocalipsis Now. En realidad pareciera que el director Jordan Vogt-Roberts ha tomado cosas de todos lados, sea el diseño de Kong - similar a la maqueta de Willis O'Brien del clásico de 1933, además de John Goodman vestido con una cazadora igual a la de Carl Denham en dicho film -, Reilly hablando de hormigas gigantes similares a las de Them, la Humanidad en Peligro (1954), cameos de Rodan, Mothra y King Ghidorah (además de la Gran G en una fantastica secuencia post créditos), y hasta una Isla Calavera rodeada por tormentas al estilo de la remake 1976 de King Kong. Pero todo este cóctel, si bien no es original ni perfecto, da por resultado una película altamente entretenida y recomendable, un festival para todos aquellos que amamos el cine de monstruos gigantes - no sólo de la Toho sino también el de Gorgo, Reptilicus y las aventuras cincuentosas de Ray Harryhausen entre un largo etcétera -, los cuales vivimos un momento orgásmico al ver que el género está poniéndose nuevamente de moda. Y Kong: La Isla Calavera no será un filme que hará historia ni cambiará las reglas del juego pero, rayos, es una película serie B hecha con efectos especiales impecables, un elenco de lujo y un montón de peleas monumentales que te dejan la panza llena y el corazón contento.