Kon-Tiki - Un viaje fantástico

Crítica de Juan Campos - Loco x el Cine

Yo soy la aventura.

Antes que nada, hay que aclarar que Kon-Tiki NO es un documental, sino una película de ficción basada en hechos reales pero, como siempre, exagerados y dramatizados para intensificar la experiencia del espectador, algo por lo que no podemos culparlos, claro, ya que es la forma más tradicional de llevar hechos reales a la pantalla.

Kon-Tiki nos remonta a 1947, cuando el antropólogo noruego Thor Heyerdahl quiso probar su teoría que la Polinesia fue habitada por nativos de América del Sur, y no por asiáticos, como estaba aceptado. Y para probarlo no se le ocurrió una mejor forma que unir a otros cinco locos, armar una balsa super precaria y lanzarse a una travesía de más de 7000 km por mar abierto, haciendo equilibrio con sobre maderitas sobre la inmensidad del Pacífico, el océano más peligroso e imprevisible del planeta.

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Es difícil no caer en la comparación y pensar que Kon-Tiki es de alguna forma la versión “barata” (costó cerca de 18 millones, una barbaridad para el cine escantinavo) de Life of Pi, la gran ganadora en los Oscars del año pasado. Y es verdad que hay muchos puntos en común, sobre todo desde el lado humano, pero Kon-Tiki supera a la versión de Lee en su simpleza. Mientras que en Life of Pi todo era CGI, grandes efectos tridimensionales y trabajos digitales incunables, aquí es todo directo, algo mucho más amistoso para la audiencia que no se tragó del todo el mensaje new age que dejó la película del joven indio y el tigre en el bote.

Kon-Tiki es, sobre todo, aventuras. Es el hambre de explorar y, claro, el ego de querer tener razón. Esta maravillosa historia quedó plasmada para siempre en forma de libro y de documental, pero ahora era el turno del cine de recontarla, y también, reinventarla en algún punto, para crear una película sólida, divertida y con un mensaje clarísimo para todos, sin importar raza, credo o posición política.