Kingsman, el servicio secreto

Crítica de Alejandro Franco - Arlequin

Matthew Vaughn continúa en su racha de adaptaciones de comics, y ahora regresa a abrevar en el repertorio de la dupla Mark Millar / Dave Gibbons, los cuales fueran los autores de la festejada Kick Ass. En este caso Vaughn se anota en una miniserie gráfica escrita en el 2012, la cual adapta muy liberalmente y la adecúa a sus gustos personales. Si uno lo ve a la distancia, podría asumir que Kingsman, el Servicio Secreto es una especie de competencia a distancia entre Vaughn y su antiguo entenado Guy Ritchie, el cual está terminando de ultimar su propia película de espías con la remake modernosa de El Agente de CIPOL. En lo personal, creo que el talento de Vaughn es algo mas sólido y subversivo, pero disfruto por igual de las obras de ambos directores.

Kingsman, el Servicio Secreto viene a ser al enésima parodia del género de espías que aflora en las pantallas desde la eclosión de la Bondmanía en los años 60`s. Aún con todo lo que me gusta el género, debo admitir que ya no queda margen para hacer algo nuevo, por lo cual uno debe optar entre satirizar el rubro o hacer algo serio e innovador, detalles que aquí brillan por su ausencia. Los de Kingsman no difiere demasiado de toneladas de clones / homenajes / parodias ya hechas, y uno podría decir que el filme de Vaughn es un licuado entre las aventuras de Cody Banks, Alex Rider: Operación Stormbreaker, las cintas de Austin Powers, y unas cuantas gotas de Los Vengadores (los de John Steed y la Sra. Peel, no la de Ironman, Hulk & others). Aquí los agentes secretos representan el epitome de la identidad británica, sea tomando té, usando trajes de Savile Row, manejando taxis ingleses (aunque ahora son de manufactura asiática!), portando paraguas, y utilizando nombres claves salidos de las leyendas arturianas. Si a Colin Firth le hubieran puesto un bombín, pasaba por el clon moderno de John Steed. Tampoco es novedad la pertenencia a un servicio de inteligencia privado, el contar con fondos ilimitados e innumerables bases secretas desperdigadas por todo el mundo (¿cómo no está enterado de todo esto ni el Mi6 ni la CIA?), ni siquiera la historia del joven rebelde que encuentra su cauce en el duro entrenamiento como agente y termina siendo el único capaz de salvar el mundo.

El entrenamiento es una especie de versión british de Los Juegos del Hambre, en donde las prácticas son cuestión de vida o muerte y los que quedan son en realidad supervivientes con talento. La trama del villano - un Samuel L. Jackson seseoso que, aunque se saca los gustos puteando, no termina de ser efectivo y se la pasa vestido de colegial - es novedosa (regalar millones de chips con internet gratis a la mayoría de la población mundial, aprovechando su vicio por los celulares para - en un determinado momento - mandarle una letal señal sónica), pero tampoco es una que nos saca el sueño. Como es habitual el villano tiene una mortífera secuaz, la cual carece de pies y utiliza unas prótesis que se convierten en guillotinas cuando amerita el caso.

Colin Firth está correcto, sea actuando o peleando. Quizás el papel hubiera quedado mejor con alguien mas carismático, pero Firth califica con lo justo. Por otra parte el chico Taron Egerton se ve demasiado viejo y ridículo para vestirse de colegial (parece Angus Young de los AC DC, en pinta y edad!), pero tiene ángel y es muy bueno en el rol. Y si la primera hora es algo chata y previsible - en donde sólo las vibrantes coreografías de acción de Matthew Vaughn se salen de la rutina -, es recién en la última media hora (cuando Egerton toma el centro del escenario) en donde las cosas se disparan y resultan dignas de aplauso. De nuevo: no ocurre nada nuevo, pero es el punto en donde Vaughn puede darle rienda suelta a sus instintos animales y se despacha con humor crudo y escenas de acción inspiradísimas. Oh, sí, es por esto que estuvimos esperando todo el resto del filme.

Si no fuera por esa última media hora, Kingsman, el Servicio Secreto sería una chatura apenas pasable con un par de momentos inspirados. Desde ya, hay guiños de todo tipo para los amantes de James Bond y el cine de espías en general (comenzando por el rol de Michael "Harry Palmer" Caine, siguiendo por las armas secretas, las bromas sobre películas de agentes secretos, etc), pero no me pareció una película que termine de surcar algún camino diferente a lo ya visto. Es simplemente un pasatiempo sólido, que hubiera caído en el total anonimato de nos ser por el delirio visual que le inyecta Matthew Vaughn - quien, desde siempre, ha sido uno de los favoritos de esta casa -, y que termina por hacerlo salir de la vaina sobre la recta final.
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