Kingsman. El círculo dorado

Crítica de Henry Drae - Fancinema

AL SERVICIO SECRETO DE SIR ELTON JOHN

Las películas de espías desde la era Bond tienen dos posibles destinos, elección de la cual ni siquiera ha escapado la saga inspirada en los libros de Fleming que supo transitar tanto la autoparodia en la era de Roger Moore, como la solemnidad con el protagónico de Timothy Dalton, como si la personalidad del actor y la contemporaneidad exigieran un decantamiento por una de ambas. Hoy mismo y con esta suerte de reboot que supuso la llegada de Daniel Craig se ha convenido mostrar un agente mucho más “realista” y si bien termina teniendo pinceladas de humor, ya no es lo que era en sus inicios lo cual provoca reacciones de todo tipo, aunque lo que importe, finalmente sea la taquilla.

Tampoco se trata de irse al extremo en la exploración del género con sagas como la de Austin Powers o sátiras como las que protagonizaran desde Leslie Nielsen (Duro para espiar) hasta Santiago Segura (Torrente): existe un camino alternativo en el que el disparate tiene un contexto en el que no todas son risas y situaciones de comedia, que se permite el toque dramático de la muerte o sufrimiento extremo de algún que otro personaje y que se anima a mostrar una crudeza casi excesiva en las situaciones de violencia explícita. Y no estoy hablando de subproductos tan poco felices como xXx: Reactivado, cuyo absurdo total impide muchas veces el disfrute, sino de películas como la que nos ocupa, que no sólo se animó a instalar un nuevo referente en el género, sino también a pergeñar una secuela a la altura.

Hablamos de Kingsman: el círculo dorado, secuela directa de Kingsman, el servicio secreto, historia situada un año atrás y momento en el que Eggsy (Taron Egerton) es reclutado por la agencia británica que funciona debajo de la fachada de una sastrería, luego entrenado como súper agente para poder derrotar, al final del recorrido, al terrible villano Richmond Valentine (Samuel Jackson) mientras perdía en el camino a su amigo y mentor Harry (Colin Firth).

En esta entrega, al comenzar el cambio más notable es la ausencia de Harry -que de todos modos durará poco-, la nueva relación socio-amistosa con Mark Strong, la vida en pareja de Eggsy con la princesa Tilde pero, sobre todo, la nueva amenaza, constituida por la carismática villana Poppy, interpretada por Julianne Moore. Cabe destacar que Moore viene de interpretar antagonistas con muy mala suerte en Los Juegos del Hambre: Sinsajo o la olvidable El séptimo hijo. Por fortuna, su personaje en Kingsman: el círculo dorado le deja explotar su histrionismo y componer a una perversa y hedonista empresaria que pretende dominar el mundo del tráfico de drogas valiéndose de un virus letal para extorsionar a los principales gobiernos del mundo (que por supuesto no son otros que EE.UU. y Gran Bretaña) y permitir la legalización del uso de sustancias. Para negociar al tiempo que expande su negocio, se sitúa en un cuartel general escondido entre ruinas falsas en las cuales tiene desde perros guardianes robots hasta un anfiteatro en el que canta sólo para ella el mismísimo Elton John, a quien tiene esclavizado.

Hay muchos buenos y divertidos momentos a lo largo de toda la película, cuya duración podría ser menor pero tampoco resulta digna de recortes de metraje innecesario. La violencia está presente al igual que los excesos pero quizás un poco menos explicitados que en la entrega anterior. La coreografía de las escenas de acción sigue siendo creativa y así también la recreación de lucha con alguna prótesis que termina confiriendo habilidades extrahumanas al oponente. El humor llega, la mayoría de las veces, de la relación con los agentes de Stateman, el organismo que opera de manera similar a Kingsman pero en Estados Unidos de América. Si los kingsman son lores ingleses y visten y se comportan como tales, los hombres de Stateman son cowboys urbanos, de grandes sombreros, hebillas y pistolas y encarnados por gente como Jeff Bridges (otro de la fallida El séptimo hijo) que ya ni tiene que meterse en el personaje que trae puesto de fábrica de tantas veces que lo encarna. También son de la partida Channing Tatum, Pedro Pascal (serie Narcos) y hasta Halle Berry en su papel quizás más deslucido.

Si bien es cierto que no hay una apuesta a fondo por explorar una rivalidad manifiesta entre culturas, se presentan algunas situaciones que la justifican, aunque sea de manera simplista e icónica. Pero el plato fuerte sigue siendo el despliegue del villano y su mundo disparatado, lleno de esos chiches bondianos para dominar el mundo que los fans extrañamos, incluso hasta en la ridiculización de los líderes mundiales como el inepto presidente interpretado por Bruce Greenwood que, si bien caen en un cliché, apuestan a lo simple sin desencantar.

Kingsman: el círculo dorado es fiel a su predecesora y no defrauda. Tampoco levanta el nivel pero permite seguir la producción de la saga (ya anunciada en su tercera entrega) en la que esperamos se arriesguen y reinventen algunos recursos que hasta ahora lucen un tanto trillados, como para que no siga siendo todo un refrito que sabe bien y no mucho más.