Kingsman. El círculo dorado

Crítica de Fernando Sandro - El Espectador Avezado

Eggsy está de regreso con más e iguales aventuras en Kingsman: El círculo dorado, de Matthew Vaughn, una secuela que repite no solo la fórmula de su anterior, sino que hasta copia algunas de sus escenas.
En 2014, finamente el comic creado por Mark Millar y Dave Gibbons fue llevado a la pantalla grande. Kingsman: El servicio secreto si bien no fue un éxito rotundo, acaparó la mirada de un grupo importante de público que la convirtió en culto.
Ese culto, y el murmullo (bastante exagerado) de que la primera era una maravilla, fueron la llave para esta secuela tres años posterior, manteniendo al equipo técnico, y a buena parte de su elenco, sumado a otro paseo de estrellas recién llegadas a esto que parece será franquicia.
Así, Kingsman: El círculo dorado es probable que apunte a capturar a aquellos que no vieron la primera entrega, porque quienes la hayan visto, notarán que están viendo algo muy, demasiado, parecido. El argumento se dispara casi al inicio del film. Un atentado hace peligrar a las oficinas de la Agencia Kingsman, Eggsy (Taron Egerton) y Merlin (Mark Strong) sobreviven e inician una investigación.
Esta investigación los lleva hasta Kentucky, donde descubren otra agencia similar a Kingsman, creadas en paralelo, los Stateman. Kings, States, Ingleses, yanquis ¿Entienden el chiste? En fin.
Así como el primer film se tomaba su tiempo para la formación de Eggsy en agente secreto, este nuevo lo hace para presentar a esta nueva agencia, y sus diferencias superficiales con Kingsman.
Sin embargo, una presentación de gemelos nunca va a ser tan interesante como el camino del héroe. Ambas agencias deben unirse para enfrentar a un enemigo común, un grupo de villanos liderados por Poppy (Julianne Moore, cuando actúa en tanques para después hacer cosas independientes mucho mejores), que también cumplen con el tono retro y absurdo de la película. En efecto, la saga de Kingsman es una parodia a los films de espionajes.
Pero la primera entrega por lo menos mantenía algo de fuerza narrativa como para ser considerada un film de espionajes. Esta secuela ya está a un paso de ser Top Secret en cuanto a su seriedad, pero no mantiene ni un poco de su gracia. Las escenas de acción, sumado a la mínima historia que da pie a ellas, vendrían a ser Kingsman: El servicio secreto 2.0.
Son básicamente iguales en desarrollo pero más espectaculares y mucho, pero mucho, más inverosímiles, y eso que la anterior no se apegaba a ningún rigor realista. El elenco, plagado de estrellas, es desaprovechado por acumulación, sumando una suerte de cameos que no tienen demasiado sentido para el público joven al que se apunta (el chiste de Elthon John ya se vió en Los Simpsons).
Como siempre, Vaughn rescata su labor con un buen apartado técnico y un ritmo frenético que transforma todo en simpático.
Pero allí donde Kingsman: El servicio secreto se veía como una adaptación al cine de la serie animada James Bond Jr., esta no ofrece casi nada nuevo, y lo poco que hace está más cerca de ser Cody Banks. Es una secuela decididamente en piloto automático.
Los fanáticos acérrimos de la primera entrega que se quedaron con ganas de más, estarán de para bienes, pero deberán ser sólo aquellos que querían más de lo mismo sin necesidad de nada nuevo. Aquellos que busquen, no digo nuevos horizontes, una nueva historia; o pretendan algo más que un ejercicio de estilo en medio de un guion chato, no lo van a encontrar esta vez.