Kick-Ass

Crítica de Pablo Planovsky - El Ojo Dorado

Kick-Ass comienza como una película de iniciación, más parecida al reciente clásico Supercool (o Superbad) que a la ochentosa Porky's. Es decir: un grupo de 3 nerds que se reúnen a leer historietas, hablar de chicas, y fantasear con convertirse en superhéroes. De hecho, uno que más tarde se unirá al grupo es Christopher Mintz-Plasse, el eterno McLovin de Supercool.
El héroe es Dave Lizewski, un chico judío que se masturba por la noche frente a su computadora, y cuya única habilidad es pasar desapercibido por las chicas. Un poco para contrarrestar esa imagen, otro porque se le zafaron un par de tornillos, querrá convertirse en un justiciero nocturno, más cercano al Charles Bronson de El vengador anónimo que a un superhéroe. No es que su familia haya sido brutalmente asesinada, ni que Kick-Ass (así se llama su alter-ego) use armas de fuego, sino que es un vigilante más que un héroe. El límite que divide a ambos es siempre difuso, porque hay que recordar que para que existan los superhéroes, el Estado tiene que ser ineficiente para que uno de sus ciudadanos tenga que protejer al resto. Las mejores películas de superhéroes son aquellas donde esta figura no es resplandeciente, sino sombría y atormentada. Algo de eso hay en Kick-ass, pero comete un error fatal: abandona el tono paródico y al final, se nos dice con mayúsculas que esos son los verdaderos héroes. Se podría ver, incluso, un comentario más fascista. El fin justifica los medios.
Para expandir este punto, es esencial el personaje de Big Daddy, una sátira (por lo menos en el diseño del traje) de Batman. Nicolas Cage es Damon Macready, un ex-policía que perdió el juicio cuando el mafioso de la ciudad (Frank D'Amico, o el villano de moda en Hollywood: Mark Strong) le tendió una trampa y mutiló a su mujer. El hombre ya tiene un arco dramático más que interesante, porque además de estar obesionado con la venganza (y no con un ideal de justicia) está entrenando a su hija de 11 años para desbaratar la organización criminal y asesinar a Frank. El problema es que se nota más que nada en el último tercio de la película: Macready ( va tanto para el padre como para la hija) no es visto como un desquiciado, sino como un héroe. De hecho, hay un personaje, que es un policía que no se anima a actuar, que hacia el final esbozará una sonrisa. Se ha hecho justicia. ¿Justicia? Allí es donde el film deja de ser una buena parodia, y se transforma en una delicada cuestión ética. No sé a ustedes, pero a mi me cuesta tener algo de empatía con personajes tan desequilibrados como estos, y que para colmo de males, no se dan cuenta de lo mal que están.
Si había algo que hacía más que interesante a Batman: el caballero de la noche, era justamente, ese velo que lo separaba de ser una figura heroíca. En Kick-Ass, el cielo resplandeciente en el horizonte, mientras los héroes descansan sobre cientos de cuerpos mutilados no lo parodia. Lo está afirmando: esos son héroes.
La película sufre otros problemas: la combinación de tantos sub-géneros le restan en identidad propia. Estéticamente, trata de solventar todos esos problemas, llenando la pantalla con una fotografía saturada de colores brillantes. Algunas secuencias están para probar que sin dudas Mathew Vaughn es un buen director de acción. Una de ellas es el rescate de Hit-Girl, que combina la vista en primera persona tan común en los videojuegos con luces incandecentes que asemejan la carnicería a un boliche. La otra es aquella donde Big Daddy irrumpe en una fábrica para acabar con un montón de matones. El uso del zoom y la música de Exterminio 2 (28 weeks later, leaving England) hace toda la secuencia espectacular, y hasta allí se podría decir que acierta en presentarlo como una figura oscura. Pero bueno. después...
No es que Kick-Ass sea una mala película. Pero deja un terreno fértil para críticas devastadoras (que las tuvo, donde se la acusaba de fascista, entre otras cosas, porque los villanos siempre son extranjeros). No leí el cómic, pero se nota que la película empieza como una parodia al fugaz género cinematográfico de superhéroes (fugaz, entre otras cosas, por la cantidad de oferta que está teniendo) pero pronto se desvanece y como si se auto-fagocitara, pierde de vista su objetivo, y se vuelve torpe. Una lástima, porque hay talento.