Kick-Ass

Crítica de Juan Pablo Ferré - CinemaScope

Una patada en el medio de tu sensatez

Desde el vamos, que Kick-Ass es una película que se escapa de los géneros y los límites. Nos encontramos con una cosa muy extraña desde cualquier lado que se lo mire. ¿Es una comedia? ¿Es de aventuras? ¿Es acción, comedia? ¿Y si fuera todo eso y un poco más? Lo es, aunque más no siempre quiere decir mejor. En este caso, responder a este interrogante será cuestión de cuánta resistencia tenga el espectador ante una serie de presiones extremas a la verosimilitud de géneros.

Kick-Ass cuenta la historia de Dave Lizewski, un adolescente demasiado común, que un día como cualquier otro en su monotonísima vida, se da cuenta de que nunca a nadie se le ocurrió en la vida real ser un superhéroe y, sin más, decide disfrazarse para ayudar a la gente. En realidad, no se propone demasiado en un principio, pero una serie de circunstancias de lo más bizarras lo llevan verdaderamente a luchar contra el crimen.

La película avanza con una narración bastante medida, muy similar a la primera parte de Spiderman de Sam Raimi, en donde el poco hábil jovencito intenta aprender las artes de la lucha contra el mal. Es cuando aparece quizás el personaje más emblemático de la película, la "superniña" Hit-girl, cuando el filme se le va de las manos hasta al más calmo de los espectadores. Resulta que la susodicha es una niña de unos once años -una estupenda Chloe Moretz- cuyo extremista padre -un medido Nicolas Cage- ha entrenado para matar y la ha preparado para que juntos ejecuten un plan de venganza.

Los rasgos que destacan a la película son su constante búsqueda de humor, la extrema violencia (aún más perturbadora porque en su mayoría son niños los responsables de los baños de sangre) y un permanente forzamiento de los límites de lo verosímil, aún cuando, a grandes rasgos se trate de una película de superhéroes, por lo que uno sabe que puede esperar cosas fantásticas. Son notables los paralelismos que se pueden hacer con un puñado de películas bastante actuales y presentes en la memoria colectiva, como la ya mencionada Spiderman -más que nada en la introducción al personaje-, la extrema Kill Bill -por las geniales escenas de acción, mezcladas con una violencia arrolladora- o la también "border" Mini espías -que no por nada fue dirigida por Robert Rodríguez y en donde dos niños luchaban contra el crimen-.

Una mención aparte se merece el gran director de esta extraña película, sir Matthew Vaughn, un tipo que debutó en el cine devolviéndole la magia a las películas de gangsters británicas -esa mística que los cinéfilos aún esperamos que Guy Ritchie recupere definitivamente- filmando ese gran thriller que fue Layer cake, no estrenado en los cines de nuestro país y que ahora tiene en carpeta la cuarta de la saga de X-Men y la secuela de Kick-Ass.

Es difícil resumir la marea de sensaciones que genera Kick-Ass, una película sin dudas demasiado fuerte como para recomendársela a los más chicos y con ideas bastante peligrosas -aunque no imposibles, como veremos en el epílogo ad hoc- como para que a alguno se le ocurra implementarlas, y que, sin embargo, no deja de tener siempre presente un tono de comedia flotante y una vocación de película de acción con el acelerador a fondo.

Lo más destacable es que nos encontramos ante una película capaz de torcer los géneros al punto de exasperar y dejar mal parado hasta al espectador más aguzado, que tiene una dirección muy a tono con la dimensión del filme y que cuenta con muy buenas actuaciones de los actores más inesperados: el desconocido Aaron Johnson, la pequeña Chloe Moretz (que ya se había destacado como la hermana de Tom Hansen en 500 días con ella), el extrañísimo Chris Mintz-Plasse (más conocido como McLovin, de Supercool) y el devaluadísimo Nicolas Cage. Con reparos, una película muy recomendable.