Kick-Ass 2

Crítica de María Inés Di Cicco - La Nueva Provincia

Un traspié tras patear el tablero

La loca idea de Kick Ass sorprendió en 2010 a quienes no tenían conocimiento alguno del cómic de origen.
El público cinéfilo se encontró con un héroe de carne y hueso, un muchacho como cualquier hijo de vecino quien, harto de las injusticias, un día decidió ponerse un traje y salir a combatir contra los malos, y a nivel peso pesado.
Sin reacciones químicas y radioactivas que le otorgaran superpoderes, Dave --el chico en cuestión-- se expuso a enfrentamientos de los cuales no siempre salió bien parado, claro está.
Pero la que sí logró sentar bases en la taquilla fue la cinta Mathew Vaughn que ofreció escenas de acción y humor a gusto de consumidores exigentes.
En aquella entrega, Dave conocía a Big Daddy y su hija de 11 años, Mindy, una chica que luego se convertiría en Hit-Girl, compañera inseparable de Kick.
Juntos, procuraban atrapar al poderoso narcotraficante Frank D'Amico.
Tres años más tarde --y de mano de un nuevo realizador-- Mindy tuvo tiempo de prepararse para convertirse en una verdadera guerrera (y figura).
Aunque Dave intentó el camino contrario, tratando de volver a ser el muchacho normal, pateó tablero y motivó a varios de los relegados del colegio a imitar su conducta. Ahora todos forman parte de una suerte de liga de la justicia, y no están dispuestos a dar pasos hacia atrás, así que bajo el liderazgo de Stars, un coronel de rango freak --a cargo de un Jim Carrey que aunque jerarquiza la película no termina de dejar atrás sus clisés-- se disponen a continuar con su misión.
Igual que los laderos, el villano también se ha prefeccionado y Chris regresa como el temible Motherfucker a presentar batalla y venganza.
Dave, entonces, debe ponerse a tono y enfundarse, a desgano, su traje verde.
Los tiempos reales y ficticios son otros y otros también los resultados de una secuela que no parece contar con elementos suficientes para entusiasmar, ni al público "de culto" ni a aquel que llega al cine por simple devoción a la pantalla grande.
Lejos de innovar, descansa sobre el mismo tipo de acción --coreografiada y cruda en un sentido poco constructivo-- y diálogos --agresivos por demás--, un combo que, sin la mediación de un humor bien trabajado, ni un despliegue escénico que la adorne por imponencia, termina desperdiciando lo obtenido en la primera entrega.
En principio, se rumorea que no habrá tercera. Dave ya no da el porte de adolescente y su reemplazo implicaría el reseteo de la saga, tal y como sucedió con El Hombre Araña. Pero en la industria del entretenimiento nunca se sabe.
Sin hacer futurología, y en lo que a la actual refiere, quedará como un traspié, un paso para dejar en el olvido, esos ejemplos de otro clisé, el de que "las segundas partes nunca son buenas".