Si viste la versión original cuando eras adolescente, seguramente te va a parecer que era mejor que esta nueva, pero creo que es porque la ves en forma subjetiva y porque tu corazón tira hacia el pasado, porque si la ves objetivamente y te...
Levántate y anda Hace ya algo más de un cuarto de siglo, una pequeña película sobre la relación mentor-discípulo con todos los clisés del género deportivo (con la redención y la fuerza del espíritu como principales ejes) se convertía en un inesperado éxito con destino de culto. La Karate Kid de 1984 duraba nada menos que 126 minutos, fue dirigida por John G. Avildsen y encabezada por Pat Morita y Ralph Macchio. Esta remake dura aún más, ¡140 minutos!, tiene a Harald Zwart (La Pantera Rosa 2) como realizador, y a Jaden Smith (hijo de Will Smith y Jada Pinkett Smith, coproductores de la película) y al gran Jackie Chan (ya con 56 años en el lomo) como protagonistas. Sin embargo, contra todos los pronósticos, este reciclaje incluso amplificado resulta un más que aceptable producto dentro de las convenciones e inevitables lugares comunes del caso. Las principales variantes -además de los 14 minutos de más, claro- tienen que ver con que Dre (un Jaden Smith con trencitas afro), el niño de 12 años que es el gran héroe del relato, se muda con su madre Sherry (Taraji P. Henson) desde la decadente Detroit a la pujante Beijing para que ella trabaje en la industria automovilística china (no veremos una sola imagen de eso). Ya instalado en ese desconcertante destino, Dre se enfrenta a los abusos de Cheng (Wang Zhenwei), lider juvenil de su colegio y luchador aventajado de una escuela de kung fu que enseña muy malas artes; y se enamora de Mei Ying (Han Wenwen), una bella violinista que intenta ingresar a la Academia de Artes local. Cuestión que el protagonista se ve obligado a inscribirse en un torneo y -como no sabe nada de artes marciales- terminará siendo entrenado por Mr. Han (Chan), un viejo maestro caído en desgracia (carga el trauma de un accidente automovilístico que devastó su familia). O sea, la mejor manera de una recuperación conjunta. En el medio, por supuesto, tendremos escenas en la Gran Muralla, en la Ciudad Prohibida y en la Villa Olímpica como para apreciar el esplendor turístico y económico del lugar, pero más allá de pintoresquismos y arquetipos varios, la película no sólo se sostiene en buena parte de su extenso metraje sino que lo hace con bastante soltura y nobleza. Los fans de Jackie Chan extrañarán sus ya míticas coreografías (igual hay un par de momentos para su lucimiento) y fuerte dosis de nostalgia y déjà vu aflorarán en varios momentos. Esta Karate Kid, tan sencilla y superficial como la anterior, sigue siendo también igual de efectiva.
El (más) pequeño saltamontes Primer exponente de la tendencia refrito-ochentoso que se avecina, Karate Kid (The Karate Kid, 2010), o la guía de Beijing para principiantes, es una película que amplifica el mensaje moralizante de la original. Pero la inobjetable estampa clásica, la nobleza de un punto de vista constante y una narración fluida y llevadera conforman un producto final culposamente disfrutable. El film de Harald Zwart, director sin demasiados antecedentes auspiciosos que incluye La Pantera Rosa 2 (The Pink Panther 2, 2009) y Agente Cody Banks (Agent Cody Banks, 2003), cuenta la historia de Dre (Jaden Smith, o el hijo de Will), un chico de 12 años que se muda a Beijing con su madre (Taraji P. Henson). El resto (y lo anterior también) resulta conocido: que una bella oriental le hace ojitos, que una pandillita lo empieza a molestar, que la misma pandillita lo muele a patadas voladoras, que conoce a Han (Jackie Chan), maestro marcial devenido plomero, que éste le enseña el arte de la defensa y la vida... La ingeniería financiera detrás del film resulta fundamental para entender la relocación geográfica y el cambio de disciplina (sí, en Karate Kid no practican Karate sino Kung-Fu). El dinero salió conjuntamente de Hollywood y China, país que aportó cinco de los cuarenta millones que demandó la coproducción. No resulta casual que los quince minutos adicionales respecto a su predecesora se pierdan en imágenes pictóricas de la milenaria ciudad, recorrido por la Ciudad prohibida (en inglés y todo) y un par de secuencias de entrenador-discípulo pateando en la inmensidad de la gran Muralla China incluidas. Ya con las cartas sobre la mesa, solo queda el goce de un producto que nunca esconde su condición. Porque Karate Kid ahorra cuanta sutileza y construcción cinematográfica éste a su alcance: ya en el segundo plano, una línea sobre la pared marca la ausencia paterna en la binómica familia. Porque Karate Kid no calca sino que redibuja la fábula original. Lejos de jugar en contra, la claridad y autoconciencia del recurso dotan al film de una inusual frescura que permite un disfrute tan culposo como placentero. La primer diferencia en apariencia caprichosa -sobre todo si es el hijo de una estrella de Hollywood, que por si fuera poco aquí oficia de productor- es la edad del protagonista. A diferencia del adolescente Daniel LaRusso de la original, Dre está en el florecimiento de la pubertad, y la película mantiene durante todo el metraje ese punto de vista de y sobre el mundo. Se entiende entonces que Zwart (o el estudio) opte por desanclar el film de cualquier atisbo o referencia a la coyuntura socio-económica actual. La madre huye de Detroit, cuna de una industria en crisis desde la explosión de la burbuja cambiaria como la automotriz, hacia ese gigante por años dormido que hoy resurge de los vapores del comunismo que es China, pero nunca se explicitan los motivos más allá de una escueta referencia a “una nueva oportunidad”. Se justifica un acercamiento hacia la damisela embebido de la inocencia propia de esa etapa. Porque Zwart no tiene una mirada soberbia sino que se retrotrae hasta esa pequeñez para un abordaje infantil, lúdico, que no pueril. Y en medio de todo, una película-vehículo de un mensaje sobre la importancia de competir antes que la prepotencia victoriosa tan subrayado como noble e inofensivo. Porque Karate Kid es también una fábula deportiva que reversiona a David contra Goliat, que pregona el arte marcial no como un conjuntos de piñas y patadas coordinadas sino como filosofía de vida donde impera la paciencia y la disciplina. Porque sorpresas te da el cine, de una remake que olía a naftalina resulta una película entretenida, de un fluir llevadero, que avanza con seguridad hacia un destino que, como aquellos que atesoramos en el alma, siempre vale revisitar.
A las patadas por Beijing Jackie Chan y el hijo de Will Smith, en la remake del filme de los ‘80. Karate Kid parece una película hecha en los años ‘80. Y esto debe ser leído como un elogio. Da la impresión de que el realizador -el holandés Harald Zwart- entendió que hay algo en la lógica del filme, en su narrativa y estética, que hace que sea sensato transmitir esa sensación sin ningún tipo de ironía, distancia o estilización. Sí, es cierto, se trata de una remake de un filme de 1984, pero podría haber sido arruinada tratando de “adaptarla” a la estética contemporánea. La trama del filme, en lo principal, se mantiene casi idéntica al original. Lo que han cambiado son los escenarios y la circunstancias. Y la edad del protagonista. Dre Parker (Jaden Smith, el carismático hijo de Will Smith y Jada Pinkett) tiene 12 y no 16, como tenía el personaje de Ralph Macchio. Con su madre no se muda a la costa oeste de los Estados Unidos sino a China. Y, fundamentalmente, no aprenderá “karate” sino “kung fu”, lo cual deja al título del filme en un absurdo equívoco cultural. Además de eso tiene a Jackie Chan en el rol del maestro Han, el solitario y taciturno portero del edificio al que Dre y su madre se mudan cuando llegan a Beijing. El pequeño Dre es maltratado por un grupo de chicos después de que lo ven conversando con una niña. Tras una serie de golpizas - kung fu style - en el colegio, Han sale en su ayuda y, solito, detiene a los cinco chicos. Dre le pide que sea su maestro y, tras negarse varias veces, finalmente Han termina aceptando. La educación en las artes marciales no será fácil para Dre, ya que Han le propone acciones repetitivas y aburridas como colgar y descolgar una campera. Pero, claro, todo tendrá sentido cuando Dre vaya a competir en un torneo de kung fu contra sus enemigos y lo aprendido funcione de maneras inesperadas. En el medio, Karate Kid (que, para no ofender sensibilidades, se estrena como Kung Fu Kid en todo Asia) tendrá tiempo para convertirse en un folleto turístico de China (es una coproducción que servirá para abrir mercados), para contar una serie de minidramas familiares (de Dre, de Han y de su noviecita) y para funcionar como clásica épica deportiva con enseñanza incluida. Si bien 140 minutos son demasiados casi para cualquier cosa, el filme nunca aburre (tampoco sorprende, eso es cierto) ni molesta. Algunos esperarán más “acción” de parte de Chan -que tiene un rol relativamente secundario-, y otros considerarán que los protagonistas son demasiado chicos tanto para los golpes que se dan (incluyendo algunas fracturas) como para el conato de romance que surge entre el precoz Dre y su novia china. Pero, más allá de eso, la película funciona como un regreso a cierta estética “ochentosa” que uno ya creía abandonada para siempre. Hacer un programa doble con el show de Peter Cetera sería el plan más apropiado.
Desde los 80, y ahora en China, vuelve Karate Kid Este regreso a la saga que hizo furor en los ochenta no difiere demasiado de lo ya conocido, pero no por ello esta remake deja de lado todos los buenos atributos de su antecesora. Aquí el protagonista es Dre, un muchachito de 12 años que vive con su madre en Detroit pero que, por razones de trabajo de ella, deben trasladarse a China. Pronto Dre se sentirá bastante incómodo en esta cultura distinta y con una gran dificultad para lograr nuevos amigos. Sólo Mei Ying, una joven estudiante de violín, lo comprenderá. En la escuela, un grupo de alumnos, capitaneados por un joven con notables aptitudes para las artes marciales, lo humilla frente a sus compañeros de clase. Solo en un país extraño, Dre no tiene a quién acudir hasta que Han, encargado del edificio de departamentos, pero secretamente maestro de kung fu, le enseñará todos los secretos de las artes marciales. Ambos van construyendo una sólida amistad que pronto se convertirá en indisoluble tanto para Han, que perdió a su familia en un accidente, como para Dre, que no conoció a su padre. El director Harald Zwart logró una entretenida aventura en la que no sólo la fuerza reina las vidas, sino que también la comprensión y la amistad son necesarias. El trabajo de Jaden Smith como ese Dre necesitado de cariño y de Jackie Chan como sabio maestro encabezan con calidad un homogéneo elenco y le dan al film el necesario ritmo para que el relato nunca caiga en la mera monotonía.
Karated Kid es un clásico memorable de John Avildsen (Rocky) que se destacó como uno de los filmes más populares de los años ´80 y dio pie a tres secuelas. La segunda estaba buena, el resto mejor olvidarlas. Cuando nos enteramos que Will Smith iba a hacer la remake con su hijo Jaden, muchos puteamos porque la idea sonaba ridícula. Lo cierto es que la nueva película es genial y me atrevo a decir que en algunos aspectos supera a la original. Una enorme sorpresa que yo por lo menos no esperaba. Si bien la trama es la misma, la película es totalmente distinta porque tiene otro enfoque y ahí es donde la pegó Smith, quien fue uno de los principales productores de este estreno. Tomaron un cuento conocido y lo convirtieron en una experiencia diferente en lugar de caer en el refrito burdo. Acá no existen Daniel Larusso ni en el señor Miyagi y los protagonistas son totalmente distintos y tiene otra relación entre sí. En realidad la película debió estrenarse con el título de Kung Fu Kid, como se va a conocer en Oriente, ya que en esta versión el karate no tiene nada que ver. La disciplina en la que se centra la historia es el Kung Fu, que se trabaja más allá de las secuencias de acción también desde lo filosófico. El protagonista aprende que todo es Kung Fu en la vida, más allá de las peleas. Supongo que debe existir alguna razón vinculada con el marketing que explique por qué Sony estrenó el film con el nombre de Karate Kid que es totalmente ridículo. Es lo único que puedo objetarle, ya que después hay un montón de cosas positivas donde superaron a la original porque más que le cueste reconocerlo a los fans del film de 1984. 1- La relación entre el protagonista y su madre: Acá tiene mucho más peso en la historia, tal vez porque el personaje es más chico, y hay muy buenas escenas dramáticas relacionadas con este tema. 2- El maestro. Jackie Chan es la razón por la cual no se puede dejar pasar esta película. Me encantó que no salió a copiar el memorable personaje de Pat Morita, sino que creó algo totalmente nuevo. Jackie brinda la mejor interpretación de su filmografía junto con su labor en The Shinjuku Incident, que no se estrenó en Argentina. Su personaje del señor Han es mucho más intenso y emocionante de lo que fue la primera aparición de Miyagi y la relación entre maestro y alumno acá está mejor desarrollada. Hay una escena muy emocional que tiene con el pequeño Smith que es memorable. Nunca lo vimos a Jackie de esa manera. 3- El villano. En este punto la remake humilla directamente a la original. Los malos de la película de Avildsen eran los Village People comparados con los pendejitos sacados y violentos que hay en esta historia. Zhenwei Wang, el villano principal, es una revelación absoluta. El pibe es una versión miniatura de Jet Li y no tengo dudas que tiene un carrerón en el cine por delante. Cuando lo ves en acción es imposible no reírte al recordar lo que eran los matones de la historia original. Este es realmente malo. Algo que me sorprendió de la película es el contenido de violencia que es mayor al de los episodios anteriores y el hecho que los personajes sean más chicos genera que este aspecto sea más intenso todavía. Por otra parte el trabajo de Jaden Smith es increíble. Más allá de tener carisma y moverse muy bien en escenas dramáticas, la manera en que se esforzó para no hacer el ridículo en las secuencias de acción es admirable. Hay un momento donde lo vemos extender las piernas en un entrenamiento a lo Jean Claude Van Damme que es sorprendente. Tenía 11 años cuando filmó esas secuencias de entrenamiento y la verdad que resultó mucho más convincente que Ralph Macchio (que tenía 23 cuando hizo la primera) en las escenas relacionadas con las artes marciales. No puedo dejar pasar el trabajo del director Harald Zwart quien le sacó el jugo a los fantásticos paisajes naturales de China. Hay un par de escenas en la Gran Muralla que son bellísimas. Teniendo en cuenta que este sujeto dirigió previamente Agente Cody Banks y La Pantera Rosa 2, esta película no parece filmada por él. Fui a verla con cero expectativa esperando que fuera un desastre y me sorprendí con uno de los mejores estrenos que tuvimos en los últimos meses que merece su visión.
Remake de un clásico de los ´80 El cineasta Harald Zwart, el mismo de La Pantera Rosa 2 y Superagente Cody Banks, trae a escena una película que cautivo a gran parte de los jóvenes de los ´80: Karate Kid. Esta vez la acción se traslada a la tierra del Kung- Fu, quizás una muy buena idea para dar una vuelta de rosca a la historia. (Contraste de culturas, imágenes de lugares históricos y un Jackie Chan, local) El argumento si bien es similar al original: Dre Parker (interpretado por Jaden Smith, hijo del actor Will) tiene doce años y si bien podría haber sido el chico más popular de Detroit (donde vivía junto a su madre), pero el último traslado profesional de ella (Taraji P. Henson) lo lleva a China. Dre es un recién llegado, se enamora de su compañera de clase Mei Ying. Y aunque el sentimiento es mutuo, las diferencias culturales hacen que su amistad sea casi imposible.Y todo empeorará aún más porque los sentimientos de Dre hacen que se enemiste con un matón de su clase que es un niño prodigio del kung-Fu. Sin ningún amigo en una tierra extraña, Dre no tiene a quién acudir excepto al hombre de mantenimiento que es unas de las pocas personas que lo acepta, Mr. Han (Jackie Chan), que en secreto será su sensei. La película no aporta demasiado nuevo con respecto al argumento, pero sí en emoción. La actuación del joven Smith es más que aceptable y deja en claro que hace lo que le gusta. Para los que busquen a Jackie Chan derribando paredes, este no será el film más indicado, si bien asume momentos con buena acción y artes marciales; no es el papel que debe interpretar. Incluso ahonda en un terreno con algo más de dramatismo, de lo que está acostumbrado a mostrar. Karate Kid es una correctísima remake (casi calcada) para los desmemoriados que seguramente luego de ver la antecesora hayan asistido a alguna clase de Karate y hoy quieran compartirla con algún hijo o familiar menor. Sino puede estar destinada al público adolecente, ya que deja un mensaje claro de enseñanza.
Esta remake de Karate kid busca con algunas cositas homenajear a la primera, pero logra despegarse en hacer la historia con una vida propia y más adecuada a los tiempos que corren. Es un traslado en el tiempo que logra mantener la esencia de aquella, pero la credibilidad de estos tiempos. Y eso es quizás lo mejor de la película. Jackie Chan arranca muy despacio lógicamente en su papel, pero en la escena donde el se “presenta” ya podés retirarte porque pagó el valor de la entrada. La película está bien filmada en buenos lugares de china que hacen muy lindo el relato visual. El elenco está muy bien. Los malos son realmente muy malos y dan ganas de saltar a la pantalla para hacer justicia (como si uno pudiera un mano a mano… ) Smith arranca muy suave, pero con tanto entrenamiento uno cree que lo puede hacer posible. Se hace larga y faltando media hora se nota. Ahí le toma un poco más de ritmo y el final es pum para arriba, pero tiene una siestita en el medio. No es una gran película, pero lo mejor de remakes así es que no bastardeen la memoria de los cinéfilos. Y por ese lado Karate Kid cumple con tener vida propia sin olvidar el pasado. Está bien y punto.
Kung-fu Kid Kung-fu KidDecir que Hollywood se está quedando -o se quedó hace rato- sin ideas sería un juicio además de vacuo, falso. Lo que sí es evidente es que en tiempos de crisis las grandes productoras prefieren apostar por lo seguro y filmar películas que, suponen, tienen el éxito garantizado. ¿Cuál es la fórmula de estos últimos años?: la remake. En este caso, en coproducción con China, fuimos a ver una nueva Karate Kid. Un dato curioso es que el "chico karate" ya no practica karate, sino que en este caso viaja a la China (por cuestiones laborales en la era de la globalización) y lo que termina aprendiendo es kung-fu. Quien le enseña, por supuesto, es Jackie Chan, que aparece viejo, muy macizo, tal vez un poco exagerado en su expresión de tragedia pero que porta muy dignamente cada una de sus arrugas. El título Karate Kid funciona como carnada puramente comercial, pero si el espectador está dispuesto a entregarse a este juego, va a pasarla bien. Podría sorpender también la recontextualización de la película en la China (causa de esa muy morosa primera parte de la película y estrategia, sospechamos, del gobierno chino para mejorar su imagen internacional), pero termina funcionando. Marca una diferencia en una película que, de todas formas, sigue muy rigurosamente a su predecesora. Un sabor nuevo en un plato ya conocido, digamos. Y hay conciencia de esto: la escena del Sr. Han con la mosca es muy buena, pero funciona únicamente como referencia a la famosa escena con mosca del Sr. Miyagi. También la forma en que se trabaja desde el kung-fu aquel famosísimo gesto de "encerar y pulir". De todas formas las cosas han cambiado y esta nueva versión ofrece una dosis mucho más alta de acción, con escenas no solo más largas, sino también desarrolladas con mucho más detalle, con cámaras que giran, piñas que zumban, coreografías elaboradas que, en cierta forma, se reflejan en la presencia de Jackie Chan en pantalla. Tenemos más música. Un aspecto que parece un poco más dudoso (aunque no necesariamente sea falso) es la forma en que se transporta el comportamiento de adolescentes de secundaria en Estados Unidos a una escuela en la China contemporánea. Más allá de los detalles, lo que sobrevive es el "espíritu" de esa perfecta cosa pop que fue Karate Kid, una película ligera y con "mensaje de vida", divertida y cargada de un exotismo barato (que se atenúa un poco en esta versión pero que todavía se encuentra, por ejemplo, en la escena en la que, sin motivo aparente, aprendiz y maestro practican kung-fu en medio de la Muralla China), de romance adolescente (en este caso preadolescente) y exploración de uno mismo. Un Karate Kid para las nuevas generaciones, para que tengan su propio Daniel san (xiao Dre) un poco más canchero, con lindos pasos de baile y más multicultural.
A pesar de lo excesivo de la duración, esta remake del original conserva la esencia de lo que fuera uno de los hitos del cine ATP de los 80 para conformar a aquellos que siguieron la saga atentamente y seducir a un nuevo público para el cual el film se reserva características particulares de la época, como la referencia a los video juegos en la puesta en escena del torneo final. Jaden Smith demuestra no sólo ductilidad a la hora de actuar sino una destreza física impresionante, y Jackie Chan lo secunda sin ningún esfuerzo aunque con menos carisma -es cierto- que Noriyuki “Pat” Morita...
Colgar chaqueta, descolgar chaqueta… En los años `80, John G. Avildsen estrenaba Karate Kid. Protagonizada por Ralph Maccio y Pat Morita, la película marcó a toda una generación. La frase: “encerar, pulir” del Señor Miyagui (Morita) y la grulla de Daniel Larusso (Maccio) formaron inmediatamente parte de las escenas ineludibles, a la hora de recordar la cinematografía de aquella década. Existieron tres entregas más, pero sólo Karate Kid II y Karate Kid III fueron protagonizadas por la misma dupla y el mismo director. Pese a que cada una de estas películas iba perdiendo fuerza y encanto, se mantenía el atractivo de la historia. Sin embargo, para 1994 cuando se estrenó El Nuevo Karate Kid -con Morita, pero ahora aleccionando a Hilary Swank- ya no quedaba nada de la esencia de la original. Christopher Cain, su ahora director, le daba un cariz completamente diferente. El relato parecía obsoleto, y no se condescendía con los tiempos que corrían. Llegamos al 2010, y un nuevo niño se ve obligado a mudarse, ya que su mamá ha sido transferida por la fábrica en la cual trabaja. Sin amigos y en una nueva escuela, debe adaptarse forzosamente a un contexto que le es adverso. Para colmo de males, un grupo de niños lo hostiga a patada limpia. Y ahí es, donde el señor de mantenimiento de su edificio entra en juego. Seguro que hasta aquí la sinopsis les resulta conocida ¿verdad? Recapitulemos: a partir de ahora, vamos a hablar de Karate Kid, la última versión. Dirigida por Harald Zwart, esta nueva película es protagonizada por Jaden Smith y Jackie Chan. El otrora Señor Miyagui, es reemplazado por el Señor Han, y el niño conflictuado, ya no es Daniel Larusso, sino Dre Parker. La historia ya no se desarrolla en California (EEUU), ni tampoco en Okinawa (Japón). Dre viaja con su madre a la mismísima Beijing (China). Los golpes y patadas que recibe de los chicos malos del colegio, son de kung fu y no de karate. Y cuando el Señor Han le enseña a luchar, para poder defenderse y tener confianza en sí mismo, ya no utiliza la técnica de encerar/pulir, sino la de colgar/descolgar chaqueta. Karate Kid, es una de las remakes más interesantes que he visto en los últimos años. Sabe muy inteligentemente, adueñarse de ciertas escenas y elementos de la primera versión. Pero cuando introduce secuencias y giros de su propia cosecha, lo hace de forma tal, que enriquece su relato y construye una estructura dramática casi perfecta. Oscila constantemente, entre parecerse y diferenciarse de la original. La relación entre Dre y el Señor Han, se percibe diferente. Igual de afectuosa que la de Miyagui/ Larusso, pero menos mística si se quiere. Y esto tiene mucho sentido, porque las características de los personajes son muy distintas también. Zwart, conciente del peso que debía afrontar Jackie Chan, optó de entrada en mostrar las diferencias. Si el Señor Miyagui procuraba atrapar una mosca con dos palillos, el Señor Han la mata directamente con un matamoscas. En esta escena- de presentación del personaje- con esa simple acción, se marcan las disparidades entre uno y otro. Dre, también es bastante diferente a Daniel san. Por un lado, tiene una personalidad más inquieta, más carismática. Juega al básquet, baila, rapea. Larusso era absolutamente querible (confieso que durante muchos años estuve enamorada de él), pero era más bien torpe, tanto física como intelectualmente. De esta diferencia, hecha mano el director para exaltar las habilidades atléticas de Jaden Smith. Karate Kid (2010) cuenta con escenas de kung fu espléndidas, muy bien filmadas. Las coreografías del campeonato se ven súper reales. Como mencionaba antes, la relación de los personajes principales sienta sus bases no tanto en lo espiritual, sino en el arte del kung fu. Además, no debemos perder de vista, que aunque a los occidentales nos parezca lo mismo, alguien de China es muy distinto a alguien de Japón. Y tampoco es lo mismo, un adolescente italo-americano que un niño de doce años afroamericano. Tres últimos comentarios: la locación no es mera anécdota; China aparece en su riqueza, y la película se encarga de mostrar su geografía y costumbres. Lo segundo, se refiere a las actuaciones de todos los intervinientes. Cada una de ellas logra convencer. Pero por supuesto, Jackie Chan y Jaden Smith se llevan las palmas. Este último, además de mostrar su destreza física, hace gala de un performance de alto calibre. Tercero, ¿Qué sucede con la grulla? Ya no se trata de karate, por lo tanto ya no está. Pero les aseguro que la técnica que la reemplaza, es igual de imperdible. Quizá, el defecto de Karate Kid sea que en una sola película, quiere abordar tanto la iniciación del protagonista en el kung fu, como su primera experiencia amorosa, con la misma intensidad. De allí que tenga una duración de más de dos horas. Aún así, es absolutamente recomendable, incluso para aquellos que ya no somos tan niños.
Esta paupérrima remake de la recordada Karate Kid (1984) intenta con desesperación combinar la estructura de la original con la ambientación de la primera secuela, fallando indefectiblemente en ambos casos: bajar la edad del protagonista convierte a la trama en una ridiculez total (hasta incluyeron un interés romántico para el chico de doce años) y como si fuera poco el realizador Harald Zwart abusa de las tomas turísticas de Beijing (no hacía falta remarcar cada cinco minutos que esto es una coproducción). Ni Jaden Smith ni Jackie Chan son convincentes en sus actuaciones, limitados por un guión anodino cuyos únicos momentos pasables calcan al detalle las vicisitudes del clásico ochentoso. De hecho, aquella maravillosa química entre Pat Morita y Ralph Macchio sobrepasa por lejos todo lo aquí logrado…
Clase de taoísmo global “El buen general no ama la agresión. El buen guerrero no es cruel. Si quieres vencer al enemigo, no lo enfrentes”. El razonamiento aforístico bien podría haber salido de la boca del Buster Keaton oriental Jackie Chan, quien interpreta aquí al Sr. Han, pero la sentencia pertenece a Lao Tse, el fundador del Taoísmo, la milenaria sabiduría filosófica que contextualiza las patadas voladoras y todas las coreografías de lucha de esta película. Más que Karate Kid esta remake del viejo clásico de los 80 debería titularse “Kung Fu Kid”, pues el arte marcial en cuestión es chino y no japonés, y el Sr. Han, el maestro en cuestión, que trabaja como portero de un edificio de Pekín, no es un inmigrante procedente de Okinawa como el Sr. Miyagi (Pat Morita). Son consideraciones menores, pues este y aquel Karate Kid no son otra cosa que filmes inspiracionales para preadolescentes en los que la disciplina física es también un método para constituir el carácter. Como sucedía en el original, un niño de 12 años debe enfrentar la adversidad propia de haberse mudado a una nueva ciudad, lo que implica nuevos amigos (y enemigos), otras costumbres, otra escuela, y, en este caso, otro idioma. Junto con su madre, quien ha sido trasladada en su trabajo de Detroit a Pekín, Dre no sólo tendrá que defenderse de unos patoteros de su escuela, sino que habrá de absorber una cultura distinta a la suya. El Sr. Han será su guía principal, también una compañera de escuela capaz de interpretar a Bach y de bailar break-dance, más allá de tener los ojos rasgados. El entrenamiento marcial diseñado por Chan es vistoso y verosímil. La famosa patada de la grulla es sustituida por el movimiento hipnótico de una cobra; en vez de pintar, el discípulo se entrenará colgando su campera, y la discreta estética taoísta reemplaza la geométrica belleza del sintoísmo, aunque la figura de Mao merodee en varios pasajes. Los planos aéreos y generales sobre La Gran Muralla y La Ciudad Prohibida parecen auspiciados por el ministerio de turismo de China, pero la dirección de Harald Zwart permite descubrir respetuosamente los laberintos de Pekín, la vida callejera y algunas zonas rurales. En un viaje en tren Karate Kid revela su punto filosófico y el puente entre Oriente y Occidente: la energía vital y cósmica que penetra todas las cosas, lo que se conoce como “Ch’i”, habrá de interpretar Dre ante la enseñanza de su maestro, no es otra cosa que la fuerza de la que hablan los Jedis en Star Wars. En la era global, George Lucas es un epígono de Lao Tse.
VideoComentario (ver link).
Las historias de iniciación siempre funcionan. “Karate Kid” apela a eso y a varios de los tópicos de esa especie de subgénero. El protagonista de esta remake de una exitosa película de acción de los 80 es un niño, Dre Parker, interpretado por Jaden Smith, que tiene que mudarse a China cuando su madre recibe una oferta laboral. Solo y en un medio que le resulta desconocido y extraño, el chico además tiene que padecer la hostilidad de un grupo de compañeros de la escuela. Todo marcha mal entre sus compañeros hasta que tiene que intervenir el portero, que resulta ser un maestro de kung fu. Este hombre, interpretado por Jackie Chan, intentará transmitirle la filosofía y el sentido de la defensa que implica ese arte marcial, una enseñanza que le servirá para ganar confianza en sí mismo y confirmar el valor de los afectos.
El reposo del guerrero Durante las décadas del setenta y ochenta se desarrolló un sub-género de películas que en Estados Unidos se conoce como underdog stories: relatos acerca de personas que parecen condenadas por las circunstancias, que arrancan como punto, pero terminan siendo banca, a partir de su voluntad de (auto) superación. El realizador John G. Avildsen dirigió dos de las más relevantes: Rocky fue prácticamente la que inauguró esta vertiente, con su historia acerca de un boxeador que recupera su dignidad y termina enfrentándose exitosamente con el campeón mundial. La otra fue Karate kid, sobre un adolescente acosado y apaleado por un grupo de facinerosos, que encuentra la forma de defenderse y elevar su autoestima a partir del arte del karate. En cierta forma, no dejaban de ser, todos estos, filmes políticos, que remitían al proceso de euforia socio-económica de la era Reagan, donde se creía que cualquiera podía ascender hasta lo más alto. Obviamente, también se compenetraba con el sostén ideológico permanente del sueño americano, de la tierra de las oportunidades, que supo mantenerse a lo largo de toda la historia estadounidense. Igual, el subgénero funciona básicamente porque este tipo de parábolas sobre la vida unida al deporte evocan la posibilidad y el deseo de todo individuo de trascender por sobre todas las dificultades. Al fin y al cabo, incluso en la vida real se encuentran muchos ejemplos: se puede pensar en la Argentina del Mundial de Fútbol 1986, en el Racing del 2001 o –por qué no- en el Huracán del 2009 dirigido por Ángel Cappa, que aún en la derrota fue triunfador. La nueva versión de Karate kid viene con varias modificaciones a nivel narrativo. Para empezar, el protagonista ahora es negro. Además, la historia se traslada a China, donde viaja el protagonista con su madre, que fue trasladada en su trabajo. Esto lleva a la última modificación: ya no es karate el arte marcial aprendida, sino el kung fu. Esto no deja de ser trivial, ya que el kung fu es una disciplina menos rígida que el karate, mucho más proclive a incorporar a la práctica las distintas extremidades corporales y el contexto espacial. Al igual que el material de origen, esta remake posee asimismo un contenido político particular: constituye una de las primeras incursiones de Hollywood en una China que está abrazando el capitalismo y tornándolo en su favor, convirtiéndose en una de las potencias económicas mundiales. La tierra de Mao se muestra, frente al mundo, orgullosa y poderosa. La nación que antes era uno de los exponentes máximos del temido socialismo se va convirtiendo, de a poco, en un espacio glamoroso, en una potencial estrella. A la vez, el de Harold Zwart es nuevamente un filme basado en el carisma de sus actores. En la primera, el que se imponía mayormente en el imaginario de los espectadores era el maestro encarnado por Pat Morita (quien incluso recibió sendas nominaciones al Globo de Oro y al Oscar por su actuación). Aquí, sucede algo similar, ya que, por la traza del personaje, pero especialmente, por capacidad actoral, el que se lleva las palmas es el tutor que interpreta Jackie Chan. Los laureles seguramente se los llevará Jaden Smith (hijo de Will Smith, con quien ya había actuado en La búsqueda de la felicidad), quien ya es definitivamente una de las caras que atraerá multitudes. Pero el chico sigue definitivamente el modelo establecido por su padre y es, asimismo, un intérprete que siempre la quiere jugar de “negrito simpático”, aunque termina siendo muchas veces bastante insoportable. Jackie no, él es un relojito, un tipo que no necesita hacer morisquetas o tirar líneas ingeniosas a cada rato para caerle bien a la gente. Un par de gestos o miradas, las palabras y los silencios en el momento indicado, y listo. Como una especie de John Wayne oriental, es puro físico, pura humanidad. Ya no está con la misma elasticidad que antes, ya no puede realizar las mismas coreografías que en sus mejores momentos, la vejez lo alcanzó. Sin embargo, él la trocó en madurez, en sensibilidad y credibilidad. Zwart es, eso sí, un artesano del montón. Por eso alterna buenas y malas: le brinda el marco adecuado a Chan, pero no se muestra capaz de encarrilar a Smith; alterna recorridos fluidos por las calles de Beijing con postales turísticas; se toma su tiempo para ir desarrollando la trama y sus protagonistas, pero sobre el final cierra todo de forma torpe y apresurada; le vierte espesor a los “buenos” y un tratamiento superficial a los villanos; compone varios planos casi plásticos, con un interesante juego con las luces, y otros donde la búsqueda de espectacularidad termina restando verosimilitud. A pesar de todo, Karate kid da pelea, gracias a su premisa de carácter universal. Es el típico cuento de caída y recuperación, de redención de las miserias del pasado, de la toma de conciencia de que se pueden vencer todos los obstáculos. Tantas veces ha sido contado que, vaya paradoja, es casi imposible arruinarlo. Y con Jackie, ese luchador casi jubilado, pero aún activo, menos aún.
En busca del karate perdido El estreno simultaneo de las remakes de Karate Kid y Brigada A, que se dio tanto en las pantallas locales como en las del país de origen (en Estados Unidos ambas películas se estrenaron el pasado 11 de junio), transparenta una operación que ya lleva unos años lanzada: el rescate de los 80 en el cine, la TV, la música y la moda. Es fácilmente comprobable que lo que se rescata no necesariamente es lo mejor (más aun tratándose de una década prodiga en productos berretas que vistos hoy dan un poco de vergüenza) y en ambos casos ya eran los originales los que no estaban entre los exponentes más destacables, aunque tanto la serie como el viejo film hayan alcanzado un estatus de ícono que se explica mejor por una nostalgia que tiende a sobrevalorar lo que nos acompañó en nuestros años de formación. La remake de Karate Kid viene con algunos cambios con respecto a la película de 1984 que pueden provocar (y aparentemente ya han provocado) la irritación de los ex niños y ex adolescentes que sienten violada su memoria a pesar de constituir gran parte de su público potencial. Dejando de lado el purismo generacional, la verdad es que los cambios ni le agregan ni le sacan demasiado al original. Los más evidentes son la edad del protagonista, que ahora es un niño de 12 años en vez de un adolescente, el escenario que ahora se ubica en China (dando pie a innecesarias y demasiado evidentes tomas paisajísticas de rincones turísticos como la Ciudad Prohibida o la Gran Muralla) y, por fin, el trueque de Karate por Kung Fu que, más allá del absurdo de un titulo que menciona un arte marcial distinto del que se practica, no es importante para la historia, dado que a las necesidades de la misma podrían estar haciendo Taekwondo y sería lo mismo. Aunque el asunto sí es lo suficientemente grave en China como para que allá se rebautice como Kung Fu Kid. Allá estas cosas se toman muy en serio. De todos modos los elementos esenciales de la historia están allí: chico nuevo que tiene que adaptarse a un lugar que no es el suyo (asunto que en esta nueva versión está más que subrayado), que va a ser hostigado y acorralado, y que encontrará un protector, un maestro y un guía en la vida en la que se encontraba un poco perdido. Los recursos son los mismos cambiados superficialmente. Así, el ejercicio de encerar y pulir se reemplaza por sacarse la campera, colgarla, tirarla, recogerla, volvérsela a poner y vuelta a empezar, mientras que la Patada de la Grulla lo hace por un más aparatoso Control Mental de la Cobra (probable guiño a la pandilla de la Cobra, los malos del film original). Las debilidades argumentales, las obviedades y previsibilidades también son achacables a su predecesora que, siendo honestos, tampoco era gran cosa por más que uno la recuerde con cariño porque la vio cuando era chico y aún sienta un placer culpable al escuchar una balada mersa como Glory of Love (que en realidad es de la segunda parte pero a esta altura ya quedo identificada con la marca). Los nuevos protagonistas, Jaden Smith (el hijo de Will Smith, también uno de los productores) y Jackie Chan, sin brillar hacen un papel aceptable pero cometen el herético e imperdonable pecado de no ser Ralph Macchio y Pat Morita. Y es que estas remakes podrán ser un buen negocio pero en un punto son inevitablemente fallidas. Karate Kid versión 2010 en si misma y para quien no vio la original no pasa de ser un película del montón más o menos correcta más o menos intrascendente (y que, en tanto producto derivativo, no podrá acceder a ese destino de culto). Para el que vio la original en su momento de estreno, el nuevo film será insatisfactorio en la medida en que irá a pedirle que le haga sentir lo mismo que sintió entonces, algo tan imposible como ser un niño o un adolescente otra vez.
La versión original de "The Karate Kid" se estrenó en 1984 y para todos los chicos que pudimos disfrutarla en el cine se convirtió en un clásico film. Muchos salimos del cine a las patadas o haciendo la famosa pose del final. Obviamente, el éxito de la primera trajo varias secuelas, una buena segunda parte y el resto malas. En estos tiempos de remakes y poca originalidad en Hollywood, no es de extrañar que llegue esta adaptación (producida por Will Smith) con la que apuestan a un éxito seguro y posteriores continuaciones. El arte marcial en este caso es el kung-fu, pero igualmente se respetó el título "The Karate Kid" como un homenaje al productor original que colaboró con esta nueva producción. El escenario se traslada a China, donde se aprovecha para mostrar los hermosos paisajes y costumbres del país, algo lógico si consideramos que la película es una co-producción entre los Estados Unidos y ese país. El promedio de edad de los chicos es mucho menor, aquí son todos pre-adolescentes, y naturalmente hay una visión más infantil y moderna (celulares, juegos electrónicos, etc.) del mundo en el que viven. Pero la esencia de la historia es la misma, el chico que se adapta a un nuevo lugar, la chica de la que se enamora, el maestro que le enseña, los chicos malos y el torneo. Se actualizan algunos otros detalles (en vez de pintar y pulir, acá se saca y pone la campera), pero se mantiene el espíritu. Jackie Chan tiene el desafío más grande al tener que reemplazar a Pat Morita en el papel del Maestro. Morita se lució en su momento como Miyagi, creando un personaje inolvidable. El personaje de Chan, Mr. Han, hace su aparición con un homenaje a la escena de la mosca de Miyagi. El trabajo de Jackie Chan es lo mejor que le ví hacer en mucho tiempo, creando una moderna versión del hombre. Jaden Smith, hijo de Will Smith, se va abriendo camino luego de su excelente trabajo en "The Pursuit of Happyness". Acá aporta simpatía y mucha habilidad física para lograr que sea creíble su aprendizaje del Kung Fu. Quizás lo único para criticar es la duración, que con 140 minutos puede resultar demasiado para los más chicos. Dudo que genere en los chicos actuales el impacto que produjo en el 84 pero, considerando los desastres que se hacen con las innecesarias remakes hoy en día, "The Karate Kid" versión 2010 es una muy aceptable adaptación.
Su mejor alumno Aquella primera "Karate kid" de 1984 ha sido receteada, adaptada y versionada muy bien en esta actual versión que ofrece cambios pero que tuvo la suerte de no caer en saco roto con lo que propone. La relación maestro-discípulo ahora está en el pequeño e increíble Jaden Smith -hijo del popular astro Will Smith, a la sazón productor del filme-, y su guía-zen por Jackie Chan. En esta, el niño se muda con su madre viuda a la lejana China, donde le aguarda una serie de situaciones difíciles en su escuela, al ser burlado y enfrentado por otro chico (el magistral Zhenwei Wang), que además es un as en el kug fu, dentro de una academia que dirige un chino despechado y falluto, que obliga en cotejos deportivos a fracturar y destrozar a los rivales de sus niños competidores. Si una busca una buena razón para ver esta peli, hay que decir que la misma no se aparta de mantener su fiel espíritu y su apoyatura concreta en la relación existente en esta extraña pareja del negrito y el jovato Chan -que hace en algún momento gala de sus maravillosas dotes de ligereza que lo caracterizaron siempre en el cine-, donde prima la filosofia oriental, la educación, los valores, la justa deportiva y la amistad, lejos de toda gansada o tontería increible. En su contra, una excesiva duración innecesaria de metraje, pero un filme que se disfruta en definitiva, con la pintoresca y milenaria China, su ciudad prohibida, su villa Olímpica y la Gran Muralla.
Viva la vida A mi amigo David. Karate Kid, la original (1984), fue compañera de sábados a la tarde de varias generaciones, casi un ícono que convirtió al “limpia y pule” del señor Miyagi en todo un lema de los ochenta. Por eso, quizás, hacía tanto ruido ver el trailer de la nueva Karate Kid con Jackie Chan atrapando un insecto con un matamoscas en lugar de los más tradicionales palitos chinos. Es que, últimamente, pensar en una remake que base sus bondades en reírse de su predecesora no parece muy prometedor que digamos. Sin embargo la nueva Karate Kid está muy lejos de querer mofarse con un humor burdo de la grulla de Daniel-san. Sí, es verdad que la historia es la misma: se trata una vez más del chico nuevo en una ciudad/país/continente distinto, que es golpeado y maltratado por los siempre a tiro-grandotes-abusadores del colegio y que conoce a un señor sabio y experto en artes marciales (en este caso, Kung Fu, por lo que el título con el que se estrenó en nuestro país es claramente un gancho para ex niños karatecas que crecieron en los ochenta) que lo entrena para competir en un torneo. Pero Harald Zwart se ubica justo en el medio de la sutil línea que divide al homenaje de la parodia, y crea algo más: una película que es pura emoción y que duele desde la primera escena. Porque el gran tema de Karate Kid (a partir de ahora me refiero siempre a la última) es el desarraigo. Desde que vemos al pequeño Dre (Jaden Smith) dejar su habitación en Detroit para seguir a su mamá rumbo a China, no hace falta mucho más que prestar atención al espacio vacío y la pared con las marcas del paso del tiempo para entender que lo que deja atrás no es solamente su casa, sino toda su vida. La China que se le presenta a Dre como un gran monstruo imposible de conquistar, lo arroja a un nuevo mundo donde la calidez del hogar quedó muy lejos y donde reina la violencia. El relato hace centro en ese pequeño gran paso, de una zona de confort a un universo nuevo donde todo es hostil por el simple hecho de que es desconocido. Y aunque Dre no sea el único que sufre al mundo, sí es el que lo sufre de manera más física. Los golpes que recibe por parte de los matones a la salida del colegio (el chino Zhenwei Wang es realmente un hallazgo) lo dejan sin aire. No hay nada de glamoroso en la paliza que le propinan, son piñas y patadas que le llenan los ojos de lágrimas y le cierran el pecho, y ahí es quizás donde acierta tanto el director: los golpes duelen, la pérdida también, y eso no se disfraza ni acentúa, simplemente están ahí para el que quiera verlo. Entonces, Karate Kid es una película sobre el dolor (el desarraigo, las piñas) pero también es mucho más: es una película sobre la vida, y sobre encontrar tu lugar en el mundo. Quizás no sea necesario irse hasta la muralla china a practicar Kung Fu, para nosotros alcanza con ir al cine y llevar carilinas.