Karate Kid

Crítica de Roger Koza - La Voz del Interior

Clase de taoísmo global

“El buen general no ama la agresión. El buen guerrero no es cruel. Si quieres vencer al enemigo, no lo enfrentes”. El razonamiento aforístico bien podría haber salido de la boca del Buster Keaton oriental Jackie Chan, quien interpreta aquí al Sr. Han, pero la sentencia pertenece a Lao Tse, el fundador del Taoísmo, la milenaria sabiduría filosófica que contextualiza las patadas voladoras y todas las coreografías de lucha de esta película.

Más que Karate Kid esta remake del viejo clásico de los 80 debería titularse “Kung Fu Kid”, pues el arte marcial en cuestión es chino y no japonés, y el Sr. Han, el maestro en cuestión, que trabaja como portero de un edificio de Pekín, no es un inmigrante procedente de Okinawa como el Sr. Miyagi (Pat Morita). Son consideraciones menores, pues este y aquel Karate Kid no son otra cosa que filmes inspiracionales para preadolescentes en los que la disciplina física es también un método para constituir el carácter.

Como sucedía en el original, un niño de 12 años debe enfrentar la adversidad propia de haberse mudado a una nueva ciudad, lo que implica nuevos amigos (y enemigos), otras costumbres, otra escuela, y, en este caso, otro idioma. Junto con su madre, quien ha sido trasladada en su trabajo de Detroit a Pekín, Dre no sólo tendrá que defenderse de unos patoteros de su escuela, sino que habrá de absorber una cultura distinta a la suya. El Sr. Han será su guía principal, también una compañera de escuela capaz de interpretar a Bach y de bailar break-dance, más allá de tener los ojos rasgados.

El entrenamiento marcial diseñado por Chan es vistoso y verosímil. La famosa patada de la grulla es sustituida por el movimiento hipnótico de una cobra; en vez de pintar, el discípulo se entrenará colgando su campera, y la discreta estética taoísta reemplaza la geométrica belleza del sintoísmo, aunque la figura de Mao merodee en varios pasajes.

Los planos aéreos y generales sobre La Gran Muralla y La Ciudad Prohibida parecen auspiciados por el ministerio de turismo de China, pero la dirección de Harald Zwart permite descubrir respetuosamente los laberintos de Pekín, la vida callejera y algunas zonas rurales. En un viaje en tren Karate Kid revela su punto filosófico y el puente entre Oriente y Occidente: la energía vital y cósmica que penetra todas las cosas, lo que se conoce como “Ch’i”, habrá de interpretar Dre ante la enseñanza de su maestro, no es otra cosa que la fuerza de la que hablan los Jedis en Star Wars. En la era global, George Lucas es un epígono de Lao Tse.