Juventud

Crítica de Lucas Rodriguez - Cinescondite

Un conductor de orquesta retirado. Un cineasta en el ocaso de su carrera escribiendo su película testamento. La hija del primero, atravesando una crisis personal. Una estrella de mediana edad, acomplejado por su fama y sus papeles. Un crack del fútbol que es una sombra de lo que alguna vez fue. La última Miss Universo, que esconde una mente pensante detrás de su hermosa fachada. Una masajista joven que es pura expresión. Una pareja que no se dirige la palabra mientras cenan. Éstos son un puñado de personajes presentes en Youth, la siguiente película del italiano Paolo Sorrentino luego de su magnífica La Grande Bellezza, y la segunda de habla inglesa tras This Must Be the Place con Sean Penn. Una secuela casi espiritual de aquella película que le otorgó el Oscar a Mejor Película Extranjera, Youth es un plato artístico con una impronta muy notable, pero que absolutamente no es para todo el mundo.

Entre la vida y la muerte, el pasado, presente y futuro, la vejez y la juventud del título, todos los temas que elige Sorrentino desde un guión propio apuntan a una exploración humana y muy visual, que en ejecución obtiene un sobresaliente pero que deja con gusto a poco sobre todo si la ponemos lado a lado con La Grande Bellezza. La comparación es siempre odiosa, pero el hilo argumental, con escenas oníricas y surreales a montones, juega a ser una secuela espiritual, con momentos hilarantes, otros que parecen sacados de un videoclip demencial y algunos que estrujan el corazón cuando Sorrentino toca las fibras más tensas de la situación humana.

El cine de Sorrentino no es para todos, pero alegra que haya encontrado un elenco tan virtuoso para darle rienda suelta a sus descabelladas ideas. La dupla de Michael Caine y Harvey Keitel como amigos veteranos tiene excelente química, y el viaje de cada uno está muy bien coordinado por dos luminarias del cine que se rehúsan a colgar los guantes. El trío protagónico podría decirse que lo compone Rachel Weisz como la hija de Caine, asistente de su padre atravesando un doloroso rompimiento y los intentos por salir de ese pozo depresivo. De los tres, es la que menos importancia y peso tiene en la trama, pero Weisz es una actriz notable y saca a relucir todos sus dotes cuando debe. Como siempre, Sorrentino tiene un talento nato para hacer sobresalir hasta al más ínfimo personaje secundario y su acuarela de invitados en el spa de lujo en Suiza tiene su momento. Y si hablamos de apariciones especiales, Jane Fonda tiene un acotado pero importante momento en la segunda mitad de la película, donde nuevamente demuestra lo que significa masticarse la escena donde tiene asentados sus pies. Es una titán del cine y lo demuestra en apenas dos o tres secuencias.

De una calidad visual imponente, Youth no pisa suelo firme en cuanto al mensaje que quiere explorar, siendo una bolsa mixta de emociones que a veces funciona y otras resulta un tanto gélida. De lo que no hay duda alguna es que Paolo Sorrentino tiene un sabor particular que remixa con cada película, pero nunca repite. Es un director fiel a sí mismo y su tren de pensamiento, una vez que se lo entiende, se disfruta mucho más. Básicamente, es una obra de arte en movimiento.