Juventud

Crítica de Jorge Luis Fernández - Revista Veintitrés

Paolo Sorrentino sigue a su exitosa La grande bellezza con otra maravilla de proporciones. Juventud es el largo cavilar de dos ancianos artistas, el músico Fred Ballinger (Michael Caine) y el director y guionista de cine Mick Boyle (Harvey Keitel), en un spa exclusivo de los Alpes suizos. Una vez más, el italiano da cátedra sobre un perfecto espectáculo visual, con movimientos casi de danza y cortes de escena abruptos, y con Caine y Keitel intercambiando recuerdos así como al Jep de Tony Servillo, en La grande bellezza, lo abordaban viejas amantes. Para el público local, esta danza de la decadencia no tendría un gustito especial si faltara Roly Serrano, camuflado como un futbolista de panza hiperbólica que, aunque nadie lo nombra, es Diego Maradona. Y para el público internacional, no sería lo mismo sin la aparición de una Jane Fonda genuina, sin bótox, capaz de sacar de la pileta termal, por el puro poder de los recuerdos, a un Keitel embobado frente una Miss Universo desnuda. Pero es la performance de Caine, su mirada imperturbable, de pecados y vidas consumidas, la que define goles con el número 10, redondeando otro magnífico film de este director tan ambicioso como genial.