Juventud sin juventud

Crítica de Jorge Bernárdez - Subjetiva

Años

Hace unos días Quintín, ex director de la revista El Amante y del BAFICI, blogger anti kirchnerista y comentarista de Fútbol para todos del canal estatal, refiriéndose al desempeño de Boca en este campeonato escribió lo siguiente:

Boca jugó mal de local y de visitante, en defensa y en ataque, de arriba y de abajo, ganando y perdiendo. Era como si los jugadores hubieran perdido las cualidades que los llevaron a ese plantel. Abbondanzieri se hizo varios goles (parecía que nunca lograría atajar un tiro libre), Palermo no los metió durante el lapso más prolongado en su paso por Boca, los veteranos lucían desmoralizados, los jóvenes atemorizados, los defensores se pateaban entre ellos, los volantes se aturdían y los delanteros chocaban. Para colmo, cuando Boca jugaba bien, perdía igual, como ocurrió contra Independiente.

Recordé este párrafo mientras veía Juventud sin juventud, imagínense el interés que despierta la película en el espectador que se sienta a ver la última película de Francis Ford Coppola. El director italo americano es cómo este equipo de Boca, un grande que perdió la brújula. Coppola tiene todos los elementos y sabe cómo usarlos pero evidentemente no le sale, la magia no funciona y ya no está para jugar campeonatos.

Juventud sin juventud arranca de manera espectacular, Estamos en Rumania, en los años previos a la Segunda Guerra mundial, un lingüista anciano está investigando el origen de los idiomas pero sabe que aún le falta mucho para cerrar su obra. En eso está cuando lo parte un rayo, esto no es una metáfora, le cae un rayo y lo fulmina en plena calle. Lo quema todo y lo deja hecho un carbón ardiente. De ahí va al hospital y a medida que avanza su curación los médicos lo comienzan a interrogar y a pesar de lo que el paciente les informa, que es un anciano de mas de setenta años, el equipo médico se encuentra con que los datos le indican que el hombre que están atendiendo no tiene mas de cuarenta años. El caso atraviesa las paredes del hospital y gana interés en la prensa que empieza a ocuparse del extraño caso, a la par del avance incontenible del ejército Alemán sobre Europa.

Uno de los médicos que lo atiende y lo ayuda a tratar de entender que está pasando le pasa el santo y seña de que los nazis lo están buscando y lo quieren estudiar. Dominic se escapa, y en su huida comienza a entender que además de volverse joven, adquirió poderes que no vienen mucho al caso, pero digamos que este es el momento en que la película va ganando interés. El profesor trata de usar sus poderes para completar aquel trabajo sobre el origen de las lenguas y es aquí también donde se empantana el relato. Cuando aparece en su vida una mujer joven igual a un amor al que Dominic en su momento dejó atrás en pos de su investigación. Ahí surgen otras ideas, la transmigración de las almas, la India y el sánscrito. La mujer es además la encarnación de una adolescente india que murió encerrada en una cueva mientras meditaba. A esta altura, el que está a punto de morir de aburrimiento es el espectador. Coppola maneja a sus actores aunque hay un punto en que uno supone que el guión se les hace incomprensible, por más Tim Roth que uno sea.

Después de este desquicio, el viejo Francis vino a la Argentina y filmó un desastre llamado Tetro. Uno sabe que es difícil llegar y que es más difícil mantenerse, pero ahora estamos aprendiendo a través de la experiencia del director de El padrino y otras joyas lo duro que es no estar a la altura de lo que se llegó a ser.