Jurassic World: El reino caído

Crítica de Gonzalo Arroyo - MDZ Online

Apelar a la nostalgia, mantener la dinámica de una exitosa saga que cumple 25 años, apuntar a una nueva generación de espectadores y cambiar las reglas de juego, son claramente los aspectos en los que se basa Jurassic World, el reino caído.

Esta quinta entrega de la franquicia jurásica (la segunda desde su re lanzamiento en 2015 con Jurassic World) tiene, a priori, mucho que ganar pero también mucho en juego. Pasaron tan solo tres años desde que se recaudara más de 1,67 mil millones de dolares a nivel mundial y se convirtiera en una de las películas más taquilleras de la historia. La vara, al menos en la taquilla, es muy alta.

Por eso, Steven Spielberg, ahora en el rol de productor ejecutivo, decidió que la mejor manera de sorprender a los nuevos espectadores era ofreciéndoles algo más que dinosaurios. Sin embargo, en JW2 se amalgama la nostalgia de esas primeras aventuras con las obligaciones que imponen este tipo de productos exitosamente masivos.

... pero los dinosaurios van a desaparecer

Luego de la destrucción de Jurassic World, el parque temático se encuentra en ruinas y nuestros queridos reptiles gigantes están libres. Ahora, un volcán está a punto de hacer erupción y un grupo de activistas proponen volver a la isla para rescatarlos y transportarlos a un lugar seguro. Esta misión no será fácil, ya que fuerzas militares quieren apropiarse de los especímenes para utilizarlos como poderosas armas de guerra. Claire Dearing (Bryce Dallas Howard) estará al frente del salvataje y se unirá a un Benjamin Lockwood (James Cromwell), el antiguo socio de Hammond, para colaborar. Para esto deberán buscar la ayuda del experto Owen Grady (Chris Pratt).

JW2 tiene una virtud frente a la película anterior: la elección del director Juan Antonio Bayona. El catalán, quien debuta en un mega tanque luego de grandes éxitos como El Orfanato (2007) y Un Monstruo Viene a Verme (2016), tiene como objetivo sacar a la franquicia de su zona de confort desafiando con una puesta escénica y narrativa muy oscura, bajo un terror claustrofóbico bien al estilo de un Ridley Scott con Aliens, ya que una visión tan naif como la que planteo Spielberg en 1993 con su Jurassic Park hoy no funcionaria para las nuevas generaciones.

Pero quizás el mayor hallazgo sea la historia que protagoniza la nieta de Lockwood, que visita la mansión de su abuelo explorando todos esos tesoros que dejaron la tierra hace 66 millones de años. Un recorte de tipo gótico donde se produce una increíble tensión.

Obviamente no fallará la cantidad de secuencias en las que la acción se transforma en el principal protagonista de la historia, sabiendo que los efectos especiales siempre fueron las grandes armas de la franquicia. En este sentido, Universal Studios volvió a la utilización de animatronics (para darle vida al T-Rex se necesitaron 14 titiriteros) en detrimento de los dinosaurios digitales para lograr una sensación más cercana a las primeras películas.

En síntesis, sigue dando sus frutos una saga que se pregunta hace más de dos décadas cómo sería la convivencia entre los dinosaurios y los hombres. Emotividad, humor, terror, suspenso, crítica social y corporativa son las estrategias puesta en marcha para no dejar que esta hermosa sensación que despierta el cine como entretenimiento se extinga definitivamente.