Julieta

Crítica de Brenda Caletti - CineramaPlus+

EL CAMINO DE UNA HEROÍNA

“Muchas gracias por no dejarme envejecer sola”, le comenta Julieta a Lorenzo el día previo a la partida de ambos hacia Portugal. Ya desde ese momento se trasluce el sentimiento de angustia de la protagonista, sensación que se intensifica por la culpa tras un encuentro inesperado y bastante revelador en la calle. Es evidente, entonces, tanto para Lorenzo como para los espectadores, que Julieta esconde un secreto, un misterio perceptible, en principio, en un sobre azul.

Quizás sea por su profesión (enseña literatura antigua) o por ciertos motivos que se desprenden de ello como el libro sobre mitología griega o el significado de Ponto, que la protagonista del nuevo film de Pedro Almodóvar se configura como una heroína trágica, con un destino que parece esbozado (incluso podría tratarse de un designio divino), muertes, angustia y culpa pero, por sobre todas las cosas, la necesidad de expiación.

Almodóvar trabaja la catarsis en Julieta de forma íntima y femenina no sólo porque implica el punto de vista de una mujer, sino por la elección del medio para hacerlo, es decir, a través de un diario íntimo. La puesta en escena es delicada: ella sólo está vestida con una camisola blanca, inclinada en una mesa de vidrio con una biblioteca repleta y la ventana abierta por la que se filtran los rayos del sol. Entonces, la cámara se centra en la escritura que se desliza por la página blanca como inicio poético del camino de reconocimiento.

La operatoria se replica luego en el uso de tres aspectos: el más evidente es el temporal, que tiene una doble función: por un lado, el juego entre presente y pasado; por otro, el desarrollo de la protagonista en el tiempo puesto que, por ejemplo, no se viste igual a los 25 años que a los 35 o 50. Los restantes son los componentes sentimentales y familiares que completan la conformación de Julieta o la contextualizan.

Asimismo, el director se vale del uso de ciertos motivos, aunque no siempre se comprende su funcionalidad. Por ejemplo, la escultura de un hombre sentado, que si bien remite a un lazo entre pasado y presente, no termina de entenderse su importancia o el significado del color azul, que aparece por primera vez en el sobre y luego en la vestimenta de Julieta pero de forma esporádica. Por tal motivo, la película se compone de situaciones interesantes o poéticas y de otras monótonas, en las que tanto las acciones como el tiempo quedan suspendidos en gran medida.

Tal vez el azul del sobre o de la ropa sea una forma de internalizar el color del mar, del Ponto griego dispuesto para iniciar una nueva aventura. Julieta se dispone como Ulises para comenzar el viaje en ese mar blanco, rectangular y limitado, con la única protección de la tinta negra que, con cada página llena, busca acercarse hacia su destino para revertir el fatal designio de los dioses.

Por Brenda Caletti
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