Julia y el zorro

Crítica de Melody San Luis - Fancinema

EL DOLOR ES MÁS LEVE ACOMPAÑADO

Hay diferentes tipos de tristezas. Están las que se pueden nombrar y las que se nombran solas, porque atraviesan a la persona, la invaden. Julia y el Zorro narra esta segunda clase de tristeza. Y para esto utiliza varios recursos, desde la iluminación, la fotografía y la escenografía.

Desde un ambiente lúgubre presenciamos la relación entre dos mujeres, Julia y Vicky, madre e hija. Durante todo el film es posible observar cómo la vida desborda a Julia: el dolor es palpable, desde las filmaciones oscuras hasta los ambientes que habitan. Julia y el Zorro trabaja de forma sugerente la ausencia que penetra en ambas. Los lugares en los que están, en especial la casa, que se encuentra sumamente deteriorada, permiten acceder a la sensación que ellas están pasando.

Al comienzo del film, no es posible saber bien qué le ha pasado a la familia, pero llegan a la casa que tienen para vacacionar y ya empiezan algunos problemas. Han entrado a robar y se encuentran sin heladera, también han hecho algunas pintadas con aerosol. Como un dominó que recién inicia este planteo, es el puntapié para que todo empiece a caer. Un dolor muy grande es el que Julia y Vicky están pasando, pero no es a través del llanto que lo cuentan, sino justamente por el entorno. La comida se pudre, por no mantenerse en la heladera, y es la gran metáfora del sufrimiento que están sintiendo.

Pero, a su vez, cada una enfrenta su crisis de diferente manera. Vicky, como un juego, muy propio de su edad. Ella está en plena búsqueda. Tiene una edad en la que la niñez le queda grande y la adolescencia aún no aparece del todo. Ella se aferra a un tiempo pasado como si así se pudiera volver a aquel tiempo en el que su familia era distinta. Por un lado por la ropa, siempre prefiere usar sus prendas viejas. Por el otro, vive recordando momentos, pero nunca desde el drama, siempre los relaciona con alguna actividad del presente como la forma de cocinar.

Julia, sin embargo, pasa el tiempo como puede, viviendo el instante. Si Vicky vive en el pasado, Julia está en un presente inmóvil. Como si el tiempo se hubiera parado, ella pasa las horas subsistiendo. Es así como si ni se enterara que no hay comida en la casa, o qué está pasando.
A pesar de las diferencias entre ellas, su relación logra llamar la atención por la conexión que entablan, por sus cálidos cuidados. Julia tiene una personalidad que genera simpatía, es ácida, suspicaz y de pocas palabras. Vicky, aunque distinta, tiene contestaciones muy parecidas. Por momentos, la hija es quien sostiene a la madre, intentando mantener ciertas pautas en la casa. Entre ellas aparece Pablo, quien mediante una amistad muy contenedora, renueva el aire. El trabajo con los vínculos le otorga gran fortaleza a este film, porque mediante ellos es que vuelven la vitalidad, los chistes y las charlas, que aunque evasivos para ellos son los que les permiten a la película no caer en el golpe bajo.