Jugando por amor

Crítica de Alan Echeverría - Cinéfilo Club

La quemadísima y típica historia romántica de padres separados con hijo pequeño

En Jugando por amor, Gerard Butler vendría a ser una especie de Batistuta que ha triunfado en grandes ligas europeas y decide viajar a los Estados Unidos para intentar recuperar el amor de su ex mujer y dedicar por fin tiempo a su hijo.
Curiosamente, nuestro protagonista no cuenta con demasiado dinero: alquila una pequeña casa de huéspedes a un casero extranjero, se encuentra en morosidad avanzada respecto de sus cuentas corrientes y demás (¿puede recaer tan bajo un ex jugador que ha sido estrella en equipos de elite del primer mundo?). Así, se ve obligado a reinsertarse en el mercado como comentarista deportivo, a la vez que toma el mando como entrenador de categorías infantiles de un equipo mixto en el que juega su pequeño hijo.
Sin nada que no hayamos visto dentro de esta suerte de comedia romántica, Jugando por amor cae en los mismos, reiterados y ultra agotados arquetipos de personajes y modos de relato: por ejemplo, la pareja de la figura femenina a reconquistar siempre resulta un sujeto insulso y aburrido; la complicación o el supuesto punto de tensión resulta el casamiento de estos dos individuos que debe ser frenado y revertido por el intérprete principal para que todo lleve al “happy ending hollywoodense”. Por si fuera poco, los Premios Razzie (se dedican a gratificar a aquello que se considera como “lo peor del cine”) se encargaron de incluir en la nómina de peor actriz secundaria a Jessica Biel.
La película es tan común que no entusiasma en lo más mínimo, quedando disminuida a mostrarse de a escasos ratos entretenida para ver en familia y rescatando la garra y el carácter de todo terreno de Gerard Butler para remarla solo en este olvidable film.

LO MEJOR: Butler y su empeño. Las escenas “voyeuristas” del casero extranjero.
LO PEOR: no ofrece nada nuevo. Súper clásica, falla en la parte conmovedora, previsible.
PUNTAJE: 4