Juegos de muerte

Crítica de Héctor Hochman - El rincón del cinéfilo

Bien podría empezar a pensarse esta producción como una broma de mal gusto, dicho esto en sentido que mucho de lo proyectado en la pantalla termina por mover a risa.

Pero la finalidad del mismo transita por otro andarivel, la seriedad con la que se articula toda la historia le propone al espectador un juego macabro, teñido por la sangre de los cuerpos mutilados por un asesino serial de muy mala construcción. Lo que en conclusión sucede es que nada es creíble y todo es demasiado previsible.

Este filme es en realidad una secuela, y definamos la palabra antes de poder decir que en realidad es una continuación.

La secuela es un trastorno o lesión que permanece tras la tratamiento de un traumatismo o enfermedad, consecuencia de los mismos, y que produce cierta disminución de la capacidad funcional de un organismo o parte del mismo.

Por otro lado el uso coloquial del término ha llevado a definir a esa misma palabra en otro sentido, más artístico, entonces podríamos definir a la secuela como:

Cualquier obra, puede ser una novela, una película u obra de ficción, originada a partir de otra obra completa, cumpliendo determinadas características, como que se despliega en un mismo "universo" pero en un período posterior. Habitualmente suele contener componentes de la obra original, tales como escenarios y/o personajes.

¿Qué hay en esta producción que respete la definición presentada? Dos personajes que se repiten, el asesino, por supuesto, y un sobreviviente.

En la original “The Collector” (2009) todo transcurre en un espacio físico diferente. Pero debo señalar que esta es la primera vez que me alegra que le hayan cambiado el titulo al filme por el de “Juegos del terror”, pues me supongo que quien se debe estar revolviendo en su tumba es William Wyler, el responsable de aquella, “El Coleccionista” (1965), que en mi recuerdo se manifiesta como una muy buena película de suspenso de mediados de la década de 1960, protagonizada por un jovencísimo Terence Stamp.

La primera cuestión que se plantea es ¿si ya sabemos que es una secuela por qué tiene otro nombre? Subsiguientemente se plantea en el orden de lo creíble o no, en otros términos, lo verosímil o no, del espacio físico en que se desarrolla la mayor parte del relato, y no sólo eso.

Pero vayamos al principio,

En una fiesta juvenil con derroche de sexo, drogas y rock and roll, (no nos olvidemos del alcohol, pero no pegaba con la rima) un sujeto despedaza a la concurrencia con mil artefactos de diferente construcción y mecanismo. ¿Cómo y cuándo los instalo? Sólo sobrevive una joven, Elena (Emma Fitzpatrick) que antes de ser atrapada por el muy, pero muy, malo, (que en este punto no importa si es o no el mismo actor, ya que siempre aparece enmascarado), logra liberar a Arkin, (Josh Patrick, quien sí repite el personaje) que es en definitiva la anterior victima sobreviviente de ese ser nefasto.

Arkin, luego de unos días de reposo en el hospital, es utilizado por un grupo comando, contratado por el padre de la bella Elena, para que los guíe a la guardia del nuevo icono de las películas de terror clase zeta.

Este grupo de justicieros llega a las ruinas de un viejo hotel abandonado hace 25 años, lo que es definido por el bueno de Arkin como un gran laberinto. Si él se escapo ayudado por Elena en otro lugar mientras estaba encerrado en un cajón ¿cómo sabe que es un laberinto?

No importa, es tal el aturdimiento a esta altura, ya sea por los exabruptos sonoros o la sangre que nos invade, que la dejamos pasar, pero al entrar nos encontramos con un sinfín de habitaciones preparadas para hacer sufrir a sus victimas de las peores maneras imaginables.

Surge nuevamente la misma pregunta: ¿Cómo y cuándo instaló todo esto? Debe de haberle llevado varios años.

Y lo que ya es una pregunta personal: ¿Cuánto dinero gasto en hacerlo?

Todo esta puesto en función de que los adolescentes compren este subproducto mal realizado, plagado de violencia glamorosa y excitante, ayudado por una, podríamos llamarlo, dirección de arte, incluyendo la fotografía que nos quiere hacer cree, por lo oscuro, que estamos frente a un producto que respondería más al cine “gore” que al terror bien delimitado. Lo que también estaría dando por tierra la definición del termino gore, en ingles “splatter”, utilizado por George Romero en ocasión de la presentación de su película “El amanecer de los muertos” (1978)-.

El gran Romero hablaba de la fragilidad de los cuerpos, de la debilidad humana, pero con un fondo de critica social. Acá nada de eso sucede y, para colmo, hasta la frágil Elena, poseedora de un muy buen “lomo”, es más dura de matar que Bruce Willis

En definitiva, si quiere ver algo sangriento, huesos, carne colgada, cuerpos deformados, escuchar sierras quebrando la materia, penetrando la carne, vaya a la carnicería de su barrio, mire todo, no compre y le resultara más barato.