Juegos de muerte

Crítica de Cristian A. Mangini - Fancinema

Devolver el golpe

Antes que nada, porque es muy probable que no haya trascendido demasiado, Juegos de muerte (que se llama The collection originalmente) es la secuela de El juego del terror (The collector, originalmente). Si bien esto no es fundamental, es importante porque los hechos de la primera película se encuentran bastante presentes. Otro elemento para tener en cuenta antes de ver el film es que esta saga es dirigida por Marcus Dunstan, uno de los realizadores que surgieron de la factoría de El juego del miedo, por lo que cuando hablamos de gore saben a qué atenerse. Sin embargo, Juegos de muerte cuenta con algunos elementos más enriquecedores que la conocida e interminable franquicia que popularizó el término torture-porn.
Dicen que “todos tenemos un muerto en el placard”. Bueno, ese sería más o menos el caso del antagonista de esta saga (el coleccionista), que se dedica a coleccionar unas pocas personas -con las cuales realiza experimentos retorcidos- y mata de la forma más sádica posible a todo lo que se le cruza. Pero este hobby se le torna un problema cuando se transforma en un asesino serial que ya ha tomado tantas víctimas como pudo y elige a una joven que está protegida por un padre multimillonario dispuesto a todo para rescatarla… lo que incluye utilizar al pobre sobreviviente de la primera película, el ladrón Arkin (Josh Stewart). Entonces el núcleo de la trama está repartido entre el grupo de mercenarios al rescate y Elena (Emma Fizpatrick) en un hotel que es la guarida del perverso coleccionista. El desarrollo contiene mucha más acción que la primera parte, donde el equilibrio de fuerzas estaba bastante desbalanceado y beneficiaba la carnicería del asesino. Aquí hay golpes de puño, duelos de cuchillo, persecuciones y un suspenso que se sostiene en cómo lograrán zafarse Arkin y Elena de la horrible situación. Y aquí hay un elemento importante: a diferencia de otras películas en esta línea, los personajes realmente nos importan. Particularmente Arkin, cuyo desarrollo lleva al catártico final, que da a entender que está en una encrucijada de vida o muerte con el coleccionista.
Este aspecto narrativo compensa por momentos las falencias en el guión y la manipulación del verosímil, que propone el realismo en ciertos períodos y en otros se vuelve una hipérbole de violencia fantasiosa. Visualmente aparece otro defecto de la saga de El juego del miedo: los primeros planos y los detalles arruinan en algunas secuencias el imaginario visual que la película propone. Por poner un ejemplo, la secuencia donde un grupo queda atrapado en una habitación llena de muñecos con la cara pintada o deformada no es muy original pero tiene una gran creatividad en su presentación; sin embargo, la elección de planos para seguir la acción termina quitándole relevancia al perturbador paisaje. Por otro lado, si bien son más claras que en su predecesora, Juegos de muerte tiene varios problemas para mantener una continuidad visual coherente en las secuencias de acción.
Algo torpe por momentos, pero atípicamente cuidada en la construcción de personajes respecto a otros films gore, Juegos de muerte es un relato que a pesar de sus numerosas fallas continúa siendo recomendable gracias a algunos destellos creativos que le brindan personalidad.