Juego limpio

Crítica de Rolando Gallego - El Espectador Avezado

Tomando como punto de partida el inmenso mecanismo soviético de “creación” y “mejoramiento” de atletas “Fair Play” (República Checa, 2014) resulta una película ardua y dolorosa sobre la explotación de los cuerpos en pos de el medallero olímpico.
Concentrándose en Anna (Judit Bardos), la realizadora Andrea Sedlackova pone su mirada en el trabajo de la joven para poder alcanzar los niveles óptimos exigidos en las competencias de atletismo a las que desea aspirar y ganar.
Apoyada por su madre (Anna Geislerova) una ex competidora que ahora se dedica a la costura, Anna posterga sus sueños reales para poder cumplir el sueño de los demás.
Porque su juventud está ahí, latente, debajo de su equipo de gimnasia, al igual que su cuerpo, un cuerpo latente, expectante, que comienza a cambiar cuando el régimen y su entrenador (Roman Luknar) deciden sumar a sus vitaminas esteroides.
La madre duda al principio, pero decide apoyar la decisión tomada y con engaños inyecta diariamente a la joven. Pero cuando al tiempo ella comienza a ver cambios notorios físicos y corporales, la duda y la decisión de continuar con la transformación de Anna en una máquina ganadora le empieza a pesar.
Justamente “Fair Play” habla de eso, y lo hace a través de hermosas imágenes que intentan contrastar con la dureza del estricto entrenamiento al que día a día se someten las jóvenes para poder llegar a los Juegos Olímpicos de Los Ángeles.
En el medio la amenaza del control por espionaje y la posible traición latente hacen que la narración avance entre esos dos frentes, uno sobre la exigencia corporal y otra sobre el pedido moral por encima de cualquier especulación con la salida del régimen.
Con una estructura clásica que prefiere detenerse en Anna, aunque también su madre es objeto de la mirada, “Fair Play” busca explicaciones sobre el cómo se llegó en medio de la miseria y la explotación corporal a la excelencia deportiva.
Sedlackova busca respuestas en imágenes sobre este punto en el que cualquier explicación desde los participantes, sus familias, y todo el régimen involucrado hicieron posible un sistema que expulsó a los más débiles.
Anna lo es, pero el esfuerzo y el ímpetu que le impregna su madre sólo es comparable con el que su padre, un exiliado, también le brinda aunque sea por un instante, a través de una comunicación telefónica.
Como película de superación “Fair Play” es correcta, pero no aporta nada nuevo a un panorama en el que ya se han contado muchas de estas historias, de ficción y documentales.
La mayor virtud de la película es poder plasmar un instante de una época en la que todos los objetivos y las metas estaban depositados en el deporte, porque se creía que desde ahí también se podía legitimar a un régimen autoritario y negador, algo que en este país hemos conocido sin buscarlo.