Juego limpio

Crítica de Gabriela Avaltroni - Función Agotada

Lance Armstrong, el gran ciclista americano, confesó en 2012 que utilizaba distintas hormonas y transfusiones de sangre para aumentar el rendimiento físico en cada competencia. Por esta revelación, la Unión Ciclista Internacional anuló todos sus galardones desde 1998. La directora checa, Andrea Sedlácková, propone una historia donde el desafío personal y el conflicto mundial participan de la misma carrera.

La película Juego Limpio (Fair Play), pone en el centro de la cuestión a una atleta que desea clasificarse para los próximos Juegos Olímpicos en Los Angeles en 1984. El problema radica en que la protagonista vive en Checoslovaquia, su padre vive del otro lado del telón de acero y su madre es perseguida por subversiva. En este contexto Anna (Judit Bárdos) debe someterse a la presión del Comité Atlético y aceptar aplicarse inyecciones de anabólicos para lograr clasificarse. Claro, todo contra su voluntad.

Anna no para de correr, entrena con el agua hasta las rodillas, con nieve, subiendo montañas y en la cinta fija, y así y todo su entrenador y los ejecutivos de escritorios le exigen cada vez más. Como si esta presión no fuera suficiente, su madre, ex tenista porque el sistema la envió a limpiar baños, es cómplice de la atrocidad que puede afectar el físico de su hija a futuro. Todas las noches, ella aplica una dosis de Stromba, un fuerte anabólico, para que Anna logre mejores marcaciones cada vez que cruza la línea de llegada.

Sedlácková, propone una historia donde el desafío personal y el conflicto mundial participan de la misma carrera.
Además de la alta exigencia corporal, por culpa del pasado tormentoso de su madre, le niegan el permiso para visitar a su padre mientras que su novio se traslada con su familia a Austria. Anna se encuentra sola y detenida en el tiempo: el ayer que no se puede nombrar mientras divisa un futuro bastante incierto.

La directora en esta película ficciona una historia con un marco realista. Los Juegos Olímpicos celebrados en Moscú en 1980 sufrió el boicot de Estados Unidos y otros 65 países aliados a la decisión del presidente Carter. Cuatro años después, Moscú junto a 14 países ligados estrechamente se negaron a participar de la nueva edición realizada en Los Ángeles.