Judy

Crítica de Jessica Blady - Filo.news

EL OCASO DE UNA VIDA

Judy, una biopic con poco brillo

Renée Zellweger está a pocos días de ganar su segundo Oscar gracias a la interpretación de este ícono de Hollywood y Broadway.

Los miembros de la Academia aman cuando sus intérpretes se transforman para un papel, mucho más cuando se trata de un personaje de la vida real. Si repasamos los ganadores a Mejor Actor y Actriz Principal (o los nominados, en general) en las últimas décadas, éstas son las performances que suelen destacar… y llevarse la estatuilla dorada a su casa. Renée Zellweger tiene todas las de ganar -ya se quedó con el Globo de Oro, el SAG Award y el BAFTA, entre otros reconocimientos- para repetir durante la ceremonia de los Oscar del próximo domingo, justamente, por ponerse en la piel de un ícono como Judy Garland, una de las grandes figuras de Hollywood (y Broadway) que fue olvidada por esos mismos votantes.

Los dramas biográficos musicales están a la orden del día, más con el éxito de “Bohemian Rhapsody: La Historia de Freddie Mercury” (Bohemian Rhapsody, 2018) y “Rocketman” (2019). “Judy” (2019) se sube a esta ola de la mano del director Rupert Goold, un realizador más cercano a la TV de gran producción, quien decide no hacer un repaso de la vida de la estrella, sino que toma como punto de partida la obra teatral “End of the Rainbow” de Peter Quilter. Este musical que se paseó por Broadway y el West End londinense se concentra en el último año de la carrera de la actriz cuando, sin muchas oportunidades laborales en su propio país, resuelve aceptar una serie de presentaciones en la capital inglesa bajo el título de “Talk of the Town”.

El realizador y el guionista Tom Edge (“The Crown”) se centran en este recorte de su vida, pero también nos llevan esporádicamente al pasado, a esa Judy de 14 años convertida en joven estrella de MGM, quien tuvo que soportar las presiones y condiciones del estudio y su manager Louis B. Mayer (Richard Cordery), si pretendía triunfar y ser más grande que Shirley Temple. Estos paralelismos -donde se ven los trastornos alimenticios, las drogas prescriptas, la imposibilidad de sociabilizar incluso con sus compañeros de elenco- tienen sus consecuencias en el presente de 1968, cuando Judy debe abandonar a sus hijos más pequeños y partir hacia Londres para intentar reacomodar su vida financiera y un carrera que está entrando en el ocaso.

Zellweger y su interpretación -es ella la que recrea cada uno de los números musicales- es lo más valioso y atractivo de este drama biográfico demasiado aleatorio y poco interesante para aquellos que no conocen todos los pormenores de la diva. Su Judy busca desesperadamente el cariño del público (o de cualquiera dispuesto a dárselo), y estos son los momentos más rescatables de una vida plagada de carencias que nunca logró satisfacer.

Camino al Oscar
Más allá de su cuidado maquillaje, la transformación física y el lenguaje corporal de Renée, y los vestiditos que luce que en cada show (todos atributos relacionados a ese Oscar que se viene), el personaje poco tiene para ofrecer a la hora de relacionarse con la audiencia. Deberíamos poder sentir ¿pena? ¿empatía? No queda muy claro, justamente, por este recorte tan azaroso que hace el relato, obviando gran parte de su vida y sus vaivenes. Lo que nos queda es una película mezquina que caricaturiza un poco a su protagonista y ni se esfuerza demasiado en otros aspectos técnicos.

Hay cierto cuidado a la hora de recrear las diferentes épocas y, sobre todo, los escenarios de “El Mago de Oz” (The Wizard of Oz, 1939) -donde transcurren gran parte de los flashbacks-, pero nunca hay espectacularidad alrededor de esta estrella, incluso en el momento del show. Podemos suponer que hay una intención por parte de Goold al no glamorizar este lento descenso a los infiernos, aunque tampoco nos presenta una alternativa que refuerce esta idea. La estética de la película, al igual que su trama, es bastante chata, restando todavía más puntos a una biopic que no se destaca dentro de su mismo género.

Judy, al frente y al centro
Eso sí, Zellweger logra perderse en el personaje y conectar con la estrella en sus momentos más vulnerables y humanos, aunque estos no siempre formen parte de la vida de Garland y sean meros agregados ficcionales de la obra musical de Quilter. Estos pequeños pasajes de la historia se convierten en las escenas más accesibles para el público no iniciado, ese que sólo recuerda a la pequeña Dorothy, a la protagonista de “Nace una Estrella” (A Star Is Born, 1954) o a ‘mamá de Liza’.

Judy Garland fue mucho más que eso y, lamentablemente, la película no le hace justicia en ningún momento. No nos alienta a querer saber más e indagar en su filmografía. En cambio, hay un regodeo amarillista sobre su vida amorosa, sus miserias y los últimos meses de su atormentada vida, antes de fallecer a los 47 años.