Juana Banana

Crítica de Paula Vazquez Prieto - La Nación

En La flor de mi secreto, de Pedro Almodóvar, la madre que interpreta Chus Lampreave define a su hija en pocas palabras: “una vaca sin cencerro”. Aquel dicho del pueblo castellano era la mejor representación de la crisis de Leo (Marisa Paredes), una escritora sumergida en la frustración profesional y el desamor matrimonial. Algo de ello atraviesa a Juana (Julieta Raponi), una actriz de 28 años que no encuentra el rumbo de su vida. Y su definición proviene de su propia boca cuando recuerda las gallinas sin cabeza que veía en su pueblo de Córdoba: vertiginosas y desorientadas, en movimiento pero sin destino.

Juana escribe cuentos, desfila por sucesivos castings, actúa en publicidades, pero no encuentra el sentido de su vida, o la cabeza de la gallina. Además, no tiene casa, el novio la deja en banda y sus amigos oscilan entre la mirada crítica y la condescendencia. Entonces, Juana descubre un libro perdido en una biblioteca que se titula El hombre más solo del mundo: la historia de un nativo recluido en soledad en una reserva ecológica. ¿Es testimonio o ficción? ¿Es ese el espejo de su realidad?

La pesquisa de Juana de ese hombre solitario con el que tiene una extraña conexión es el juego de la última película de Matías Szulanski, prolífico director independiente que ha conseguido un personaje perfecto para el tono de su obra. En sus películas anteriores como Flipper (2021), el peso de la cita y la fragmentación narrativa conspiraban contra la cohesión del relato. Juana Banana tiene el mérito de su persistencia en el oficio y el hallazgo de una actriz como Julieta Raponi que ha hecho del doloroso humor de Juana la esencia de su supervivencia.