Juan y Eva

Crítica de Juan Pablo Russo - EscribiendoCine

El nacimiento de un sentimiento

Juan y Eva (2011), la nueva realización de Paula de Luque, es mucho más que una película sobre la historia de amor entre dos de los seres más importantes de la historia contemporánea argentina. Sino que es una solo una excusa para hablar del nacimiento de un sentimiento mucho más amplio y general, que nucleará a todo un pueblo y se transmitirá de generación en generación. La historia de amor entre Perón y Evita es la metáfora perfecta para hablar del amor en un sentido mucho más amplio y figurado.

Paula de Luque tomó solo un periodo histórico para contar la historia de amor entre ambos personajes. La película se sitúa entre el terremoto de San Juan ocurrido en enero de 1944 y el 17 de octubre de 1945, día en que miles de obreros invadieron las calles de Buenos Aires para pedir por la liberación del entonces coronel Juan Domingo Perón. Ese lapsus de tiempo será tal vez uno de los más importantes para la Argentina y el que marcará el resto de la historia. Lapsus en el que no solo Juan y Eva se conocen y comienzan a vivir su propia historia de amor sino también periodo en el que se forjarán los principios de uno de los movimientos populares más significativos del siglo XX: El Peronismo.

Tanto la historia de Juan Domingo Perón y Eva Duarte tuvo más de una versión cinematográfica. Algunas trascendentales, otras polémicas como la Evita (1996) de Alan Parker, un par que nadie recuerda y muchas cuya investigación se centró más en el género documental que en la ficcionalización. Pero lo curioso es que todas se centraron en el periodo más conocido masivamente o más político de ambos. Hay una momento en la vida de estos dos seres que parecía carecer de valor cinematográfico pero Paula de Luque logró traspasarlo a la pantalla con una serie de condimentos que lo convierten en uno de los más ricos dentro de ese círculo que rodeó a Juan y Eva. Si bien el eje central será la historia de amor, esto servirá para hablar del surgimiento del movimiento peronista. Hay una relación permanente entre ambos elementos, dejando en claro que las dos historias van tomadas de la mano y que sin duda ambas hablan de lo mismo, aunque paradójicamente diferentes, amor al fin.

Desde lo narrativo, la realizadora eligió contar la historia de un modo lineal que dividió en tres capítulos: El amor, El odio y La Revolución. De esta manera el espectador podrá seguir la historia sin perder el hilo conductor del relato general. Más allá de esta linealidad general hay una segunda línea de acción mucho más compleja integrada por una serie de metáforas y símbolos que de Luque decidió emplear para matizar la historia de amor con un tono más político. Como ejemplo se podría citar al terremoto de San Juan que se utiliza como prólogo y que sirve como metáfora de los temblores que las altas esferas sociales sufrirán partir de ese momento. Otro recurso utilizado de un modo eficaz es el del fuera de campo. En lo que podrían ser grandes y multitudinarias escenas elige posar la cámara sobre un rostro o un objeto cualquiera, intensificando el relato musicalmente o con sonido ambiente, sin la necesidad de abrir el plano y mostrar todo para que se entienda lo que se quiere transmitir.

Actoralmente hay un acertado trabajo en la marcación de los personajes. El lugar común hubiera sido caer en el estereotipo de la Evita y el Perón que todos conocemos. Pero no es así, sino que hay una construcción de personajes y no una imitación. Tanto Julieta Dìaz –increíble composición- como Osmar Núñez logran darle vida a dos seres diferentes pero que a medida que la película avanza reconoceremos como los reales. No por sus parecidos, sus modos de hablar o sus gestos sino por como los crean y transmiten sus parlamentos y silencios que los reconoceremos cercanos. Dos personajes contradictoriamente tan diferentes como iguales. Acompañando a los protagonistas se destacan Fernán Mirás en la piel del General Ávalos, un villano de temer, y María Ucedo , en la consagratoria interpretación de Blanca Luz Brum.

Visualmente hay una premeditada tendencia al uso de colores fríos y neutros como así también a la utilización de ambientes despojados. No hay ampulosidad en la reconstrucción de época y solo se utilizan objetos necesarios para el desarrollo dramático. Esto le brinda a la historia cierta atemporalidad que le permite jugar con el encadenado de imágenes reales tomadas de noticieros de la época. Toda la estética del film está puesta más sobre los movimientos de cámaras, los encuadres, la iluminación o la construcción de cada plano que sobre la reconstrucción épica.

Juan y Eva cuenta una historia de amor. La historia que unió a Eva Duarte con Juan Domingo Perón y junto a ellos a todo un pueblo. Una película que trasciende mucho más allá de las ideologías, los partidismos y las rivalidades políticas para hablar de nosotros, de nuestra historia y del amor que pudo cambiar al mundo.