Juan y Eva

Crítica de Beatriz Molinari - La Voz del Interior

Antes de la revolución

Juan y Eva fue dedicada a Leonardo Favio y la directora Paula de Luque sostiene esa filiación en cada fotograma con que versiona la relación amorosa entre Juan Perón y Eva Duarte. Al mismo tiempo, describe los hechos sobresalientes que marcan el nacimiento del peronismo.

Osmar Núñez es el Coronel Perón antes de convertirse en el líder del movimiento. El porte y los rasgos del actor colaboran con el rol, así como la diferencia de edad con respecto a Julieta Díaz. A la actriz, Eva, antes de ser Evita, le sobra carácter pero le falta la fuerza trágica de su personaje.

Sobre esos rieles transita la historia que enfoca la mutua fascinación desde que se conocen poco después del terremoto de San Juan. En la construcción de los personajes, la película instala en el centro de atención a Juan Domingo Perón, el visionario y conductor innato, mientras Eva lo sigue sin comprender todavía que están a las puertas de un cambio histórico. Se lo dicen los colaboradores que la mantienen al margen con sutileza.

En ese entorno se destaca la actuación de María Ucedo en el papel de Blanca Luz, la asistente de Perón. Alberto Ajaka es Juan Duarte, papel breve pero notable; también Fernán Mirás y Alfredo Casero aportan sus posibilidades expresivas en esta película de época.

Paula de Luque combina drama y documental con inteligencia. Hay un trabajo de montaje de imágenes y sonido que logra el tono propio de la épica. Las instancias previas a las manifestaciones del 17 de Octubre en las calles, los trabajadores rumbo a Plaza de Mayo y otras imágenes de archivo amplían el escenario donde la pareja vive su amor.

La película se estructura en tres capítulos (titulados respectivamente “El amor”, “El odio”, “La revolución”), procedimiento didáctico con que organiza la información.

Juan y Eva mantiene una mirada demasiado amable y contenida porque, más allá del objetivo de humanizar las figuras históricas, la directora las recrea desde su costado más positivo. Sin duda, esta perspectiva puede irritar a quienes mantengan viva la polarización entre peronistas y antiperonistas.

De todas maneras, la película vale la pena por el trabajo bien planteado sobre la seducción de Perón; las limitaciones de Eva; las escenas eróticas; la alternancia entre el registro en blanco y negro (de archivo o recreado) y el color; los discursos y, sobre todo, la tesis, no dicha, de que en la fabulosa movilización del 17 de Octubre, el protagonista fue el pueblo que reclamó por la liberación de su líder.