Joven y bella

Crítica de Romina Gretter - El rincón del cinéfilo

La pérdida de la virginidad en las adolescentes históricamente ha sido entendida como el equivalente a la pérdida de la inocencia. El paso a la adultez aún cuando no se esté preparada para ello. Todavía hoy existe una idealización sobre la adolescencia y lo que supone esa primera vez. Sin embargo, para la gran mayoría, esa vivencia no necesariamente tiene que ver con el amor. Y tampoco siempre encuentra correspondencia con el deseo y el placer anhelados. Es más bien una experiencia que se debe transitar para vencer miedos y fantasmas. Se trata tan sólo del puntapié inicial para poder comenzar a descubrir y explorar la propia sexualidad.
François Ozon entiende a la perfección ese joven mundo femenino y lo retrata en una historia un tanto radical, donde la prostitución abre el camino para la experimentación sexual de una adolescente de 17 años. “Joven y bella” es un relato iniciático que narra la vida de Isabelle,una joven que pasa el verano en la playa junto a su familia. Allí conoce a Félix, con quien pierde su virginidad. Ese encuentro no significó nada de lo que ella esperaba. Cuando vuelve a París, comienza a llevar una doble vida: durante el día va al colegio y por las tardes se prostituye con hombres que hasta la triplican en edad.
El film no versa sobre el tema de la prostitución, es más bien una excusa, el disparador para adentrarse en el lado oscuro de la adolescencia. Pese a las comodidades, a los buenos vínculos familiares, a la belleza y a la vida fácil, nada es suficiente para poder ser feliz. De allí la necesidad de Isabelle de buscar aventura en los encuentros íntimos que mantiene con desconocidos. Aventura que se traduce como una forma de sentirse viva a través del deseo que despierta en los hombres.
Cuando en el 2013 Ozon presentó la película en el Festival de Cannes, no despertó el mismo entusiasmo que con “En la casa”- (2012, que retrataba también el universo adolescente y con el que ganó la Concha de Oro en el Festival de San Sebastián) , y no fueron pocos los que la tildaron de obra pretenciosa y carente de sentido. Esas críticas no podían venir más que de una mirada conservadora sobre el sexo y el erotismo. Recurrentemente lo que se reprochaba era la incomprensión de los motivos que llevaban a la protagonista a prostituirse.
Si bien es cierto que, en la película nunca queda claro aquello que justifique la doble de vida deIsabelle, debería entenderse que ello es funcional a la mirada que tiene Ozon sobre la adolescencia como un período misterioso, por lo tanto inexplicable. La incomprensión de los motivos es sustancial para descifrar el sentido de la historia. Lo mismo que la ambigüedad de los personajes - no sólo de la protagonista - que actúan en el mismo sentido. Todos se conviertan en susceptibles de poseer una doble moral, y a lo largo del relato muestran un costado oculto. El hermano de Isabelle es un voyeur que la espía cuando toma sol semidesnuda, o cuando se masturba en su habitación. La madre mantiene un affaire con el esposo de su amiga, y el padrastro tontea con Isabelle cuando ésta juega a seducirlo. Nadie es lo que parece, y el director se vale de ello para viciar algunas escenas de un malicioso (¿erótico?) suspenso.
Con “Joven y bella”, como con otras tantas de sus películas, François Ozon reafirma su claro sello francés. Su visión provocadora, su gusto por el entrecruce entre cine, literatura y teatro, su interés en la adolescencia y su particular
Una obra interesante que desafía la imaginación del espectador y que da a conocer a Marine Vacth, una modelo devenida en actriz que aporta una sólida actuación y, por sobre todas las cosas, su infinita belleza.