Joven y bella

Crítica de Daniel Lighterman - Visión del cine

Uno de los más provocativos e innovadores directores franceses retorna a los cines argentinos con su obra: Joven y Bella.
En este film, Ozon cuenta la historia de Isabelle, una adolescente que cumple diecisiete años al mismo tiempo que pierde su virginidad, y comienza un camino de experimentación sexual que la va a llevar a una búsqueda plagada de desprendimiento emocional, mientras hace de la prostitución una forma de vida, su forma de vida.

Es trabajando como prostituta, cuando conoce a George, un hombre maduro que se encariña especialmente con ella, y con el cual parece entablar, siempre a través del dinero, un vínculo mayor, el cual tendrá un gran impacto en su vida, aunque esté más relacionado con la casualidad que la causalidad.

Si bien tengo que reconocer que esperaba algo mucho más alejado del relato convencional, viniendo del director de “Gotas que caen sobre roca caliente” y “La piscina” aun así, el relato de Joven y Bella tiene una búsqueda de intimidad y un toque tan espontaneo, que da la sensación como si uno fuese Isabelle, explorando ese mundo y esa vida poco a poco, sin saber muy bien qué es lo próximo que pasará.
Tanto la actuación de Marine Vacth (Isabelle) como la de su madre, interpretada por Geraldine Pailhas, son muy naturales y vuelven creíble un conflicto que de otra forma sería muy difícil de creer, y la estructura narrativa que elige Ozon para contarnos un año en la vida de Isabelle es muy rica en la metáforas que logra entre el paso de las estaciones y los cambios en la vida de la adolescente.

Una muy interesante película que puede dejar a los fanáticos de Ozon buscando algo más, pero que no falla al momento de contar la historia y conmover con los pequeños y sutiles detalles de las brillantes actuaciones con las que cuenta.