Jojo Rabbit

Crítica de Pablo O. Scholz - Clarín

Realizar una sátira sobre el nazismo y en particular sobre Adolf Hitler podría sonar arriesgado y hasta infeliz. Pero desde El gran dictador, de Charles Chaplin, pasando por el momento de Primavera para Hitler de Los productores, de Mel Brooks y la más reciente Bastardos sin gloria, de Quentin Tarantino, queda claro que lo que importa es la mirada, la crítica y el talento para no dar un paso en falso.

Jojo Rabbit no lo da, por más que Hitler sea el amigo imaginario del protagonista, el personaje del título (el inglés de 12 años Roman Griffin Davis, en su primera actuación cinematográfica). Se aproxima el final de la Segunda Guerra Mundial, y los nazis, desesperados ante una derrota de la que no se habla, pero de la que se intuye, comienzan a adiestrar a niños y adolescentes.

Jojo es uno de ellos. Es un fanático, no escucha razones de nadie, ni de su madre (Scarlett Johansson, destinada a atar los cordones de los zapatos de sus seres queridos en esta temporada de premios). Su padre estaría en el frente de combate, pero nadie está convencido de ello. A Jojo le hacen bullying porque se niega a matar a un conejo, de ahí su apodo. El único amigo de su edad es Yorkie (Archie Yates, tan angelical que será el protagonista de la nueva Mi pobre angelito).

Todo se le desarma a Jojo tras autoinfligirse -sin querer- heridas en su entrenamiento con una granada, y descubrir que en su casa su madre refugia detrás de las paredes a una adolescente judía.

¿Qué hacer? ¿Denunciarlo al capitán Klenzendorf (Sam Rockwell, también estupendo como el resto del elenco)? ¿Revelárselo a su madre, que se lo ocultó? Su amigo imaginario el Führer (el director de la película, el neozelandés de padre maorí y madre de ascendencia judía Taika Waititi, el de Thor: Ragnarok y que dirigiría una nueva del superhéroe de Marvel) intenta ayudarlo, pero es tan patético que de a poco Jojo comienza a distanciarse del “consejero” que consiguió ante la ausencia del padre.

Y comienza a crecer la relación de amistad con Elsa Korr (Thomasin Harcourt McKenzie), la joven con reminiscencias de Ana Frank.

Jojo Rabbit es una caricatura del nazismo. La primera escena, la de los títulos, es una versión de I Wanna Hold Your Hand, de The Beatles, sobre imágenes documentales de nazis levantando su mano y saludando al Führer. Y así será hasta llegar al final.

Los puristas seguramente la odiarán. Jojo Rabbit es una película desprejuiciada, con un “mensaje” a favor de la vida, una comedia provocativa, que busca precisamente eso. Descolocar al espectador, y bien que lo hace.