Jojo Rabbit

Crítica de Isabel Croce - La Prensa

Es difícil lograr la risa con el tema del nazismo. Sin embargo, "El gran dictador", de Chaplin, en los "40, y ciertos momentos de "La vida es bella", de Roberto Benigni, basada en el caso real de Rubino Salmoni, que sobrevivió a Auschwitz, lo lograron.
El director neozelandés Taila Waititi toma la historia de un chico de la Juventud Hitleriana, Jojo Betzer, en su país de origen, y lo hace en forma de sátira, con un humor ácido que al ritmo de canciones de los Beatles cuenta la relación de Jojo y su "amigo imaginario", que no es otro que Hitler. Preadolescente educado en una organización nacionalista que entrenaba a futuros ciudadanos del Reich y soldados de Hitler, Jojo comienza a desilusionarse de lo que él cree que conforma el régimen durante su estadía en una colonia de la asociación.
La negativa a matar un conejo, una orden dada por un superior, es una de las primeras alertas de la crueldad de ciertas reglas. Esa desobediencia hace que le impongan el nombre de Jojo Rabbit (Jojo Conejo). A esto seguirá el descubrimiento de una niña judía en su casa, a la que su madre ayuda ante las persecuciones que el régimen realiza, y que le es ocultada al niño por su adhesión a la J.H.
Con una presencia "payasesca" del mismo director como Hitler, asumiendo el papel de actor, Waititi logra balancear el tono farsesco dado a la novela "Cielos entre jaulas", de Christine Leunens, base del relato cinematográfico. Su particular tono humorístico es conocido ya por sus seguidores que recuerdan "Thor Ragnarock", donde también el tono habitual de la saga marveliana era reemplazado por el de la caricatura.

BUENOS ACTORES
No todo es acierto en la historia. La falta de condensación en el relato obliga a una extensión no necesaria, y cierta alusiones grotescas a personajes y situaciones. Es el caso de la imitación a la representante femenina nazi, personaje interpretado por Rebel Wilson. Así, las repeticiones estancan ciertos efectos logrados en la primera parte del relato.
"Jojo Rabbit" y su particular elección de la comicidad, ante temas riesgosos, obligaron a su director a recordar la eficacia del humor en la critica a la intolerancia. Esto sumado a su sensibilidad ante el tema del Holocausto (Waikiki es de origen maorí y judío) dejaron a un lado algunas críticas internacionales, que no impidieron la llegada de premios de distintos lugares del mundo.
El filme destaca el gran trabajo de un niño actor, entonces de doce años, Roman Griffin Davis; el de Scarlett Johansson (la madre) y la niña Thomasin Mc Kenzie, sumados a una formidable inclusión de temas musicales que van desde los Beatles, pasando por Gounod, Strauss (h) hasta Roy Orbison (Mama) o "Tabú", de Margarita Lecuona.