Johnny English 3

Crítica de Marcelo Cafferata - El Espectador Avezado

Desde “La Pantera Rosa” -la genial creación de Blake Edwards encarnada por Peter Sellers- hasta el humor más liso y llano de Leslie Nielsen en la saga de “La Pistola Desnuda”, sumando algún guiño televisivo como fue el caso de la serie “Martillo Hammer”; el mundo de los espías, inspectores e investigadores privados ha sido tamizado por la lupa del humor, cada uno con su estilo y con resultados de lo más disímiles de acuerdo a cada caso.
Dentro de este universo de personajes que parodian a los verdaderos agentes del espionaje que han sido exitosos tanto en la pantalla grande como en el mundo de la literatura como es el icónico caso de James Bond, podemos encontrar a Johnny English, encarnado nada más ni nada menos que por Rowan Atkinson, el eterno Mr. Bean que se acerca más en algunos momentos a una mezcla de los vernáculos Tiburón – Delfín y Mojarrita, que de la inolvidable creación de Ian Fleming.
Dueño de una gestualidad y una dinámica de humor físico realmente atractivas que sabe explotar al máximo, el mayor incentivo de encontrarnos con una tercera parte de esta “saga” es, claramente y sin lugar a dudas, volver a verlo a Atkinson/English en acción.
Y disfrutar de su humor con toques verdaderamente naïfs y cargados de ingenuidad para disfrutar en familia.
Por lo tanto, quienes no se sientan a gusto con su tipo de humor por momentos infantil y superficial –y que en ciertas situaciones recuerda a otro notable del humor inglés, Benny Hill- o que sus morisquetas no les causen ni la más mínima gracia “JOHNNY ENGLISH 3.0” difícilmente pueda llamarles la atención.
Todo el entretenimiento está estructurado en una historia liviana y convencional, apoyada casi exclusivamente en la figura del antihéroe que no para de meter la pata, sacar conclusiones apresuradas y encontrarse inmerso en una catarata de equivocaciones durante todo el tiempo.
Sabemos además que serán seguramente alguna de las situaciones azarosas a la que este tipo de humor nos tiene acostumbrados, las que lo ayudarán a resolver favorablemente los casos asignados haciendo honor a la célebre frase del Chapulín Colorado de Gómez Bolaños de “no contaban con mi astucia”, cuando no tenía ni idea de dónde estaba parado. Rowan Atkinson es una marca registrada.
Lo hace genial, es divertido y a pesar de que el guion es precario y sin demasiadas novedades, le brinda en diversas escenas, la posibilidad de lucimiento. Muchos dirán que Atkinson está encasillado y una vez más no sale de su zona de confort, pero por el contrario ha demostrado con sus nuevos trabajos para la televisión poniéndose en la piel de Maigret que puede componer otro tipo de personajes.
Pero vuelve a English y se nota su disfrute: y es justamente en lo más básico y previsible, en lo más obvio y lo más pueril, donde uno estalla en carcajadas y se vuelve a sentir niño por un rato.
La excusa que plantea la historia es obviamente mínima: en esta ocasión alguien ha hackeado los archivos secretos y la seguridad del Reino Unido por lo que la identidad de todos los agentes secretos ha quedado al descubierto.
La Primer Ministro solamente tendrá la alternativa de llamar a viejos agentes que no han sido descubiertos –agentes ya retirados hace muchísimo tiempo de sus funciones- para que se ocupen de esta situación que hace peligrar a todo el país y tratar de ubicar al responsable para que el sistema entero no siga colapsando.
Es así como Johnny English desde su mundo analógico y su completa incompetencia para manejar el mundo virtual, irá develando el misterio de pura carambola –como es habitual en su personaje y su marca registrada- y descubrir al villano digital que se esconde tras una apariencia científica y que está poniendo en vilo a la seguridad de toda Inglaterra.
Detrás de las cámaras, en esta tercera entrega de la saga está David Kerr, un director de amplia trayectoria dentro del mundo de la televisión lo que hace que le haya impreso al producto, un estilo fresco y poco profundo, liviano y algo impersonal, pero que es típico y colabora funcionalmente para que este tipo de entretenimientos cumpla con su objetivo.
Y para que la receta funcione, Kerr rodea a Rowan Atkinson de un elenco que lo completa eficazmente. Ben Miller vuelve a brillar como su fiel asistente Bough y la “chica Bond” en este caso es Olga Kurylenko que aporta sensualidad y la dosis femenina como contrafigura de English en la piel de una divertida espía rusa y poniendo mucho humor al parodiarse a sí misma en su trabajo en “Quantum of Solace” junto al Bond de Daniel Craig.
Pero como cereza de la torta, en el rol de la Primer Ministro Británica vemos a Emma Thompson demostrando una vez más sus dotes de comediante, disparando los textos más delirantes del film, construyendo una especie de caricatura desbordada de una política de raza tapada por los problemas que se suceden sin solución de continuidad. Divierte, entretiene, y… que más se le puede pedir?