Joel

Crítica de Pablo O. Scholz - Clarín

En Joel, Carlos Sorín plantea una abundancia de temas, sin por ello menospreciar o desdeñar alguno. La falsa moral, la hipocresía y los temores de padres primerizos van de la mano en esta historia para nada mínima del realizador de El perro e Historias mínimas.

Tras una primera escena esplendorosa en el exterior de un pueblito en Tierra del Fuego, descubrimos que Cecilia y Diego están aguardando la resolución de un Juzgado. No pueden concebir, y desean adoptar a un niño. La llamada llega, pero el chico en cuestión no es pequeño. Tiene 9 años. Joel no ha tenido una infancia feliz, con penurias y privaciones, y ha pasado por un instituto de menores.

Joel es retraído, y esa mezcla de introvertido y solitario le va a jugar no muy a favor en la escuela pública donde sus padres, padres en período de prueba, lo inscriben. No importa el amor que Cecilia y Diego sientan y expresen. Algo no está sucediendo de la mejor forma, o de la más adecuada.

Joel, decíamos, plantea la hipocresía, no de esa familia en formación, sino de una sociedad cerrada y conservadora. Es allí donde Cecilia, Diego y Joel parecen no caber. Los padres de los compañeritos del niño, en su gran mayoría, lo ven, más que con prevención, con recelo y desconfianza. Algunas actitudes, dicen, no ayudan.

Joel, la película, va girando sobre su eje y sincerando y desarropando a Cecilia y Diego. Ella, que en un primer momento se pregunta “¿No debería estar más contenta?”, es la más combativa frente a la embestida de afuera. El, ingeniero forestal, prefiere mantener las formas. Teme que una conducta inapropiada o una postura firme pueda repercutir de manera negativa en su trabajo en la empresa del lugar.

A la conocida predilección de Sorín por los paisajes abiertos del Sur argentino se le suma otra: el retrato humanista. Sea con no actores -el caso de Joel Noguera, el protagonista que el director conoció cuando éste le pidió una medialuna para comer en una panadería- o con profesionales, como Vicky Almeida y Diego Gentile, o Ana Katz en un pequeño pero significativo papel, el realizador evidencia la intimidad de los personajes que crea.

Chica en su forma, pero no en su concepción y sus planteos, Joel es muestra del talento que Carlos Sorín tiene a la hora de enfrentarnos con el doblez y la falsedad de ciertas personas. Y que, con su final, fija posición, necesaria e inapelable.