Jesús López

Crítica de Ignacio Rapari - Cinergia

El doble como fundamento de la identidad

Ganador en la sección Competencia Latinoamericana en la última edición del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, Jesús López llega al Gaumont y al Malba, siendo el tercer largometraje de Maximiliano Schonfeld (Germania, La helada negra), coescrito por el propio Schonfeld y la escritora Selva Almada (No es un río).

Desde el rápido fundido encadenado con el que empieza la película y que reúne a Jesús López (Lucas Schell), un conocido piloto de carreras de un pueblo de Entre Ríos, y su primo Abel (Joaquín Spahn), un adolescente sin muchas motivaciones y dedicado al trabajo rural en un campo de su familia, y los créditos iniciales que transcurren con una tipografía espejo, queda claro que el famoso mito del doble será fundamental en la película.

Tras la muerte de Jesús en un trágico accidente automovilístico, un pueblo semi rural afronta el duelo del joven corredor mientras que su introvertido primo es introducido en la historia sin ningún otro contexto que no sea el de la muerte en cuestión. De hecho, son casi nulos los rasgos identitarios de Abel a lo largo de la película, o al menos lo son de manera dinámica ya que, en realidad, rápidamente se evidencia que la falta de posibilidades y expectativas, producto de las limitaciones propias de este pueblo entrerriano, hacen que Abel termine siendo a través de la figura de Jesús. De hecho, tan poderosa resulta la misma, que aun tratándose de la historia de su primo menor, el foco reside exclusivamente en sus identidades: una pasada que sus padres, amigos, el pueblo y el mismo Abel sumergen en el duelo y otra presente, manifestada progresivamente en él tras impulsos propios y externos que ponen en juego un intenso desdoblamiento de su personalidad, convirtiéndolo, en principio, en una especie de sustituto para sus tíos -circunstancia familiar que insinúa lugares aterradores- para luego aproximarlo de lleno al mundo de las carreras automovilísticas.

Schonfeld no necesita de ejecuciones solemnes o confusas para desarrollar la mimetización del protagonista y se permite hacerlo con sutilezas más que lúcidas. Inclusive, así como se elogiaba en El último duelo (Ridley Scott, 2021) el pequeño detalle de un zapato para enfatizar en el punto de vista de la protagonista, aquí hay algunas decisiones mínimas pero significativas que exponen el gran dominio del lenguaje que posee esta obra (entre tantas escenas, presten atención a una en especial en la que Abel se mete debajo de una camioneta). Hasta hay lugar para una magistral secuencia que tiene lugar en una carrera y demuestra que el nivel técnico de la película es superlativo.

Jesús López no solo es un relato que se vale del virtuosismo formal para explotar el famoso mito del doble. En realidad, es ello, pero en segundo plano. Fundamentalmente, es una historia en la que es inevitable preguntarse qué hace a la identidad y qué la deshace.