Jesús López

Crítica de Brenda Caletti - CineramaPlus+

DESDOBLAMIENTO REFORZADO

Desde los créditos iniciales, Maximiliano Schonfeld plantea el concepto del doble como un rasgo natural y posible tanto dentro del relato cinematográfico como en la realidad. Incluso, se podría pensar que ambos universos se fusionan hasta el punto de volverse indistintos. Basta con el primer gesto del director: colocar los nombres de las personas que participaron en la película en espejo y, luego, al derecho, como si el giro desde lo confuso hacia lo legible le brindara un carácter nuevo a aquello revelado. Y es que ese movimiento –bastante subrayado – presagia lo que ocurrirá entre Jesús y Abel, una vez que éste último comience una suerte de viaje iniciático tras el accidente en la ruta de su primo.

El aura resplandeciente del joven fallecido, la despedida del pueblo, las plegarias bajo la lluvia o los rituales de los amigos funcionan como las condiciones de posibilidad de la transposición, mientras que el duelo de los padres en conjunto con la falta de rumbo del adolescente habilitan el pasaje orgánico entre el Abel que usa la ropa del primo o se acuesta en su cama hacia el Abel-Jesús que es reconocido por el perro o compite en el auto de carreras. Se trata de un camino que empieza lento, casi por casualidad o aburrimiento, y que termina como una obsesión atormentada con un fuerte anclaje visual pero con ciertas faltas u omisiones en el desarrollo interno del protagonista, de la familia o de los amigos.

Por otro lado, el uso de los fueras de campo o, por ejemplo, la escena de las motos en plena noche cerrada atravesando la ruta parecieran retomar el guiño del inicio de Jesús López, como si aquello no visto o fragmentado jugara con la mixtura entre la ficción y lo que sucede más allá de la pantalla. Como si, a final de cuentas, los que miran y los mirados no pudieran distinguirse entre sí.